Peligroso duelo contra China y Persia
Trump ha involucrado a EEUU en una lucha titánica contra dos de las civilizaciones más antiguas del mundo.
Si están tratando de seguir la política exterior del Presidente de Estados Unidos, permíteme hacer el intento de resumirla. Trump ha involucrado a EEUU en una lucha titánica para dar una nueva forma al comportamiento moderno a dos de las civilizaciones más antiguas del mundo, Persia y China. Presionarlas para que cambien no es una locura. La locura es emprender esa enorme labor sin metas bien definidas, sin aliados que ayuden a lograr esos objetivos, sin un sólido y coherente equipo de seguridad nacional y sin un plan para sincronizar todos los objetivos divergentes en política exterior de la administración Trump.
Después de todo, Trump ha roto de forma unilateral el acuerdo de desnuclearización de 2015 entre Irán y las principales potencias, y a la vez está intentando persuadir al dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, de firmar otro acuerdo de desnuclearización, el cual se supone que sí va a honrar. Trump está sancionando a China con el comercio, mientras intenta reclutar su ayuda para desnuclearizar a Corea del Norte. Está imponiendo aranceles al acero y al aluminio de los aliados europeos, pero al mismo tiempo necesita su ayuda para enfrentar a China en el tema del comercio y a Irán en el de las bombas nucleares. Además, estuvo a 10 minutos de bombardear Irán, pero tuvo la sensatez de dar marcha atrás, en represalia por el derribo de un dron estadounidense; en una época en la que, sin la cooperación iraní, no podemos estabilizar a Irak ni salir de Afganistán sin dejar un caos detrás.
No obstante, estamos donde estamos, y le reconoceré algo a Trump: ha hecho sufrir de verdad a Irán (al sofocar su producción petrolera mediante sanciones) y a China, con $us 250.000 millones en aranceles a sus exportaciones a EEUU y la prohibición a los productos de su principal empresa de telecomunicaciones, Huawei. En resumen, Trump ha creado una ventaja real para acuerdos transaccionales y transformativos con ambos países.
A veces es bueno tener un presidente un poco loco. ¿Quién más habría exprimido al mismo tiempo a Pekín y a Teherán con esta fuerza? Sin embargo, no es bueno tener un presidente muy loco, capaz de crear sufrimiento sin objetivos claros; que insiste en que siempre se le considere el ganador y al de enfrente, el perdedor, sin ninguna ruta de escape por medio de acuerdos. ¿Trump quiere un cambio de régimen en Irán o solo un cambio de comportamiento? ¿Quiere reducir el déficit comercial con China o solo tener un acceso justo para nuestras empresas? No me queda claro y no parece quedarle claro a él.
La gran pregunta es ¿Trump tiene la disciplina, la paciencia y la habilidad suficientes (de ahí el escepticismo) para convertir el sufrimiento que les ha impuesto en ganancias específicas, tangibles y duraderas para Estados Unidos? Porque China e Irán son dos problemas muy diferentes. China crea cosas verdaderamente valiosas, mientras que Irán crea problemas verdaderamente preocupantes.
China apunta a dominar las dos industrias más importantes del siglo XXI: la inteligencia artificial y los autos eléctricos. Tiene la intención de usar la inteligencia artificial para perfeccionar su control autoritario en casa, y los autos eléctricos y las baterías para librarse de la dependencia del “viejo petróleo” del siglo pasado. China sabe que la información es el “nuevo petróleo”. Así que el país que tenga el Gobierno y las empresas que capten la mayor cantidad de datos, los analicen y optimicen será la superpotencia de este siglo.
En contraste, Irán está dirigido por un clérigo envejecido y de mente cerrada que se ha concentrado en adquirir la tecnología más persuasiva del siglo XX, el armamento nuclear, para dominar su región, sacar a EEUU y ganar la lucha contra los árabes sunitas; a fin de saber quién es el heredero legítimo del profeta Mahoma, del siglo VII: los chiitas o los sunitas. En el proceso, los líderes clericales de Irán están reprimiendo a un pueblo, de un talento inmenso y de una rica cultura, al impedirle alcanzar todo su potencial.
Irán también depende casi por completo de la venta del energético que ha proporcionado energía al siglo XX: el petróleo. Buena suerte con eso. En la actualidad, EEUU es el principal productor de crudo del mundo, no Arabia Saudita ni Rusia. Si Irán hunde buques petroleros en el golfo Pérsico, creará filas para la gasolina en China, no en EEUU.
Por todas estas razones, podemos conformarnos con un acuerdo transaccional con Irán, pero necesitamos un acuerdo transformativo con China. Si Trump es inteligente, no tardará en usar su ventaja para firmar un acuerdo limitado con Irán. Con el despliegue reducido que EEUU tiene en este momento en Medio Oriente, no debería interesarle una guerra con Teherán, mucho menos su “erradicación”, como ha amenazado si Irán ataca a las fuerzas estadounidenses en la región.
Trump debería invitar al Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China (suscriptores junto a EEUU del acuerdo nuclear de 2015 que Trump hizo trizas) para que se nos unan a fin de mejorar ese convenio con una simple oferta: EEUU suspenderá las sanciones petroleras si Teherán acepta extender las restricciones a su capacidad de fabricación de una bomba nuclear de los 15 años originales a 30 años y si accede a una prohibición de las pruebas de los misiles iraníes que puedan llegar más allá del Medio Oriente.
Alejar a Irán y a los Estados árabes de las armas nucleares un par de décadas más sería un buen logro. Podría ser una simple transacción, fácil de verificar, y una a la que nuestros aliados podrían adherirse, así como China y Rusia. Debido a la penuria económica que está padeciendo, Irán la pasaría muy mal si dijera que no. Luego, nos podríamos relajar y permitir que la transformación surja desde dentro de Irán, el único lugar de donde puede emerger, a través de su propia gente, la que merece una mejor vida y que con el tiempo se deshará del régimen que los sofoca. Nosotros, los forasteros, no podemos apresurar la historia iraní. Intentar forzar un cambio de régimen en Irán podría desatar disturbios y refugiados de proporciones inmensas.
Una vez que hayamos restringido el programa nuclear iraní a 30 años, nuestro interés calculador debería ser no enredarnos con mayor profundidad en las patologías de Medio Oriente. Israel se puede cuidar solo. Además, podemos armar a los árabes sunitas para mantener a raya al régimen de los ayatolás. Irán ciertamente es un mal actor, pero Arabia Saudita también lo es. Por citar dos casos: asesinó, desmembró y en apariencia hirvió en ácido al periodista Jamal Khashoggi y ha encarcelado a mujeres que han presionado por tener el derecho a conducir automóviles. La perspectiva de Karim Sadjadpour, un experto en el Medio Oriente del Fondo Carnegie, siempre se debe tener muy presente: “Estados Unidos tiene malos enemigos en Medio Oriente. También tiene malos aliados”.
China representa un desafío mucho más profundo. En términos sencillos, China salió de la pobreza usando una estrategia de trabajo duro, gratificaciones demoradas, inversiones inteligentes en infraestructura y educación, grandes inversiones en investigación y fabricando las innovaciones de otros. Al mismo tiempo, robó la propiedad intelectual de otros, forzó transferencias de tecnología de las empresas que hacen negocios en ese país, impuso acuerdos comerciales no recíprocos, ofreció enormes subsidios gubernamentales a sus exportadores e ignoró las resoluciones de la OMC. Sería una locura de nuestra parte permitir que ahora China use esas mismas prácticas abusivas, que empleó para dominar la manufactura y el ensamblado de productos de márgenes bajos y volúmenes altos, para competir directamente por las tecnologías de alto valor agregado y altos márgenes del siglo XXI, como las telecomunicaciones 5G, los nuevos materiales, la inteligencia artificial, la industria aeroespacial y los microchips.
Pero el actual modelo de crecimiento chino, tanto sus fortalezas como sus abusos, es crucial para mantener en el poder al Partido Comunista. No es algo que Pekín abandonará con facilidad. Por esta razón, creo que el mercado está subestimando cuán difícil será lograr cualquier tipo de acuerdo transformativo que obligue a China a abandonar por completo esos abusos. Además, un pequeño acuerdo transaccional no servirá.
Y por eso insisto: este no es un momento común y corriente. Lo que está en riesgo con Trump y China es el tipo de economía global que tendremos de ahora en adelante. Lo que está en riesgo con Irán es el tipo de régimen de no proliferación nuclear que tendremos a nivel mundial de ahora en adelante. Los riesgos simplemente no podrían ser más altos, por eso creo que 2019 será un año fundamental, como 1945 y 1989. Solo espero que termine igual de bien.