Icono del sitio La Razón

¿Quién delató al Che?

Laurence Debray, hija del sociólogo francés Regis Debray y de la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos (excomunistas ambos), frente al mutismo de su progenitor sobre su participación en la guerrilla del Che Guevara y su posterior condena en un tribunal militar boliviano, decidió ejercer su oficio de historiadora para desmenuzar el misterio que rodea la vida revolucionaria de su padre.  

Regis Debray y el pintor argentino Ciro Bustos fueron apresados en marzo de 1967 cerca de Muyupampa, saliendo del campamento guerrillero que estaba siendo cercado por militares del gobierno de René Barrientos Ortuño. Desde entonces, en la izquierda latinoamericana se abrió un altercado entre “debrayistas” y “bustistas”, echándose la culpa recíprocamente por el destino trágico del mítico guerrillero argentino. Para descifrar si su padre realmente había delatado al Che, entre otros dilemas, la historiadora francesa desempolvó viejos archivos y periódicos de la época.

En su libro Hija de revolucionarios, Laurence intenta desprenderse ideológicamente de sus progenitores (o por lo menos de aquellos jóvenes que creían en la utopía de un “hombre nuevo”), y se esfuerza por recuperar “el lujo burgués que recibió de sus abuelos paternos”; como escribe el periodista boliviano Fernando Molina. Pero respecto a la supuesta delación del Che, asume el rol de la “buena hija”, buscando expiar la imagen de su progenitor. De hecho, señaló enfáticamente: “Mi padre no habló”. Asimismo, en una entrevista menciona los planos y retratos de los compañeros del Che dibujados por Ciro Bustos, casi sugiriendo al delator del Che.

Así, se sumerge en una desprolijidad histórica, ya que carece de algún documento que libre de culpa a Regis Debray de manera categórica. No obstante, existen fuentes testimoniales y documentales que apuntan a que la CIA y el gobierno de Barrientos sabían que el Che estaba en Bolivia antes de la detención del sociólogo parisino y del pintor argentino. Entonces, el debate entre debrayistas y bustistas respecto a quién delató al Che es insulso.

El contexto político permite entender el temor de las autoridades militares de anunciar públicamente la presencia del Che en Bolivia; pues ello podría haber impulsado acciones de solidaridad del movimiento internacional de izquierda, para alentar y fortalecer el emprendimiento guerrillero. A su vez, la estrategia mediática que apuntaba a la delación del Che por parte de sus allegados ponía en entredicho la utopía en torno al “hombre nuevo”, que enarbolaba el propio guerrillero. La izquierda de aquel entonces mordió la coartada.

Para apaciguar la culpabilidad de Bustos, Laurence Debray interroga: “¿Quiénes somos para juzgar a alguien que se derrumba bajo tortura? ¿Qué haría yo? No lo sé”. Entonces, esa pregunta se extrapola para el caso de su padre. En rigor, Debray no estaba preparado psicológicamente ni ideológicamente para enfrentar las torturas a las que fue sometido. Es totalmente comprensible que cualquier ser humano puede ceder ante las torturas. Ese ascetismo de la “ética revolucionaria” de la izquierda de aquel entonces estaba hambrienta de culpables, y habría erigido a Debray y a Bustos como las cabezas de turco. Quizás el silencio del intelectual parisino fue la respuesta que su hija no quiso descifrar. 

* Sociólogo. (08/07/19)