Mercosur-UE, un convenio complicado
El axioma fue hacer concesiones comerciales para avanzar en la transición ecológica tan cara a los europeos.
Parodiando a George Orwell, me atrevo a decir que “todos los países son iguales, pero hay algunos más iguales que los otros”, y ni siquiera la asociación de varios de ellos puede subsanar esta realidad. Ello ocurrió en las negociaciones para llegar al acuerdo de libre comercio suscrito el pasado 18 de junio entre el Mercado Común del Sur (Mercosur), conformado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay; y la Unión Europea (UE).
Se necesitaron más de 20 años de agitadas conversaciones para equilibrar recíprocos intereses en espacios de 780 y 500 millones de consumidores, respectivamente. Mientras los europeos contabilizan que el trato les permitirá ahorrar $us 4.500 millones en derechos aduaneros para sus productos exportables, además de abrir las puertas a sus empresas; los latinoamericanos obtendrían acceso para introducir al mercado europeo 45.000 toneladas de miel, 60.000 de carne bovina, 180.000 de pollo y 450.000 de etanol, entre otros productos.
En verdad, estas no son cifras significativas si se tiene en cuenta que, por ejemplo, en lo que se refiere a carne bovina, la UE consume 8 millones de toneladas anuales. Sin embargo, el solo anuncio de esa apertura comercial despertó entre los sectores concernidos, como los ganaderos y los agricultores, fuertes brotes de resistencia a lo que atribuyen como una competencia desleal, así como también porque sospechan que los sudamericanos no van a respetar las normas alusivas a la seguridad alimentaria, al cuidado del medio ambiente, las reglas fitosanitarias y las regulaciones laborales; pese a comprometerse a honrar estas condiciones.
Los lobistas y algunos parlamentarios se proponen poner piedras en el camino de ratificación que debe procederse en los parlamentos de los 28 países integrantes de la UE. Tarea bastante compleja para evitar el veto de alguno de sus miembros, debido a la diversidad de intereses económicos en juego y a las tendencias principistas, como los defensores del medio ambiente, quienes objetan la línea de política extractivista pregonada por el presidente brasileño, Jair Bolsonaro.
Sin embargo, precisamente en ese punto giró la habilidad diplomática del presidente francés, Emmanuel Macron, quien indujo a sus homólogos a aceptar las facilidades demandadas por el Mercosur a cambio de disuadir la intención brasileña de abandonar el Acuerdo Climático de París, puente vinculante establecido en el Capítulo 14 de aquel convenio. Ello reviste de capital importancia, toda vez que la Amazonía es considerada el pulmón verde más importante del planeta, siendo además Patrimonio Natural de la Humanidad.
Vuelvo al preámbulo de esta crónica para afirmar que todo el espinoso procedimiento de consenso se negoció principalmente con la representación brasileña, país cuyo peso demográfico-geográfico y su credencial como la séptima economía mundial lo posesionó como interlocutor insoslayable en esta gestión. El axioma fue simplemente hacer concesiones comerciales para avanzar en la transición ecológica tan cara a los europeos. Por otro lado, este trato significa también un revés diplomático para Donald Trump, quien pretendía haber convencido a Bolsonaro a seguir sus pasos abandonando el Acuerdo de París sobre cambio climático. Todos los elementos acuñados en esta crónica apuntan a que aún no está tan cerca la entrada en vigor del modus vivendi que comentamos.
* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.