Ciudad cosmopolita
La Paz reúne a toda Bolivia con su enorme diversidad, con sus contradicciones y sus coincidencias.

Al recordarse, hoy, el 210 aniversario de la gesta revolucionaria encabezada por la Junta Tuitiva, La Paz celebra su aniversario cívico en un momento de renovada tensión política, fruto de la cercanía de las elecciones de octubre, y por ello mismo confirmando su vocación como sede de las luchas por el poder, pero también de los encuentros y de las alianzas para el futuro.
Fundada por la necesidad no solo de establecer un lugar de paso para comerciantes y ejércitos durante la Colonia, la ciudad también fue sede de la reunión de “los discordes en concordia”. A partir de entonces, pero con mucha más intensidad desde que se volviera sede de los poderes políticos del Estado a fines del siglo XIX, La Paz recibe episódicamente el espíritu combativo de las fuerzas enfrentadas, y suelen ser más las veces en que un pacto emerge de dicho enfrentamiento, antes que más conflicto.
Está, pues, inscrito en la identidad de la ciudad que su nombre suene a ironía cuando el paisaje urbano incluye cotidianas marchas y manifestaciones por una u otra reivindicación. Y esa es precisamente su fuerza y la de sus habitantes: el inconformismo, semilla revolucionaria y, ojalá fuera, combustible de la transformación.
Pero La Paz no es solo la política tejida de confrontación. También, por su naturaleza de sede gubernamental es una ciudad de creciente carácter cosmopolita, así sea a reducida escala, donde confluyen las nacionalidades culturales de todo el país y toda suerte de extranjeros, quienes quedan, casi sin excepción, cautivados de una u otra manera por el mundo de la vida paceña, sus habitantes y su peculiar geografía.
Prueba de su carácter cosmopolita son los modernos sistemas de transporte público implementados en el último lustro; sus cada vez más numerosos edificios de tamaño monumental, como la recién estrenada Casa Grande del Pueblo; y su rica actividad cultural, que combina manifestaciones de antigua devoción, como la fiesta del Gran Poder, con espectáculos de muy alta calidad, ofrecidos por artistas nacionales y extranjeros.
Reúne La Paz, así, a toda Bolivia con su enorme diversidad, con sus contradicciones y sus coincidencias; con su vocación solidaria innumerables veces demostrada; con sus costumbres diferentes y complementarias; con sus fiestas y manifestaciones culturales a flor de piel; con sus muestras de una grandeza a veces latente, a menudo manifiesta.
La Paz, pues, celebra 210 años de su movimiento libertario, uno de los primeros en el continente. Y es buena la ocasión para celebrar ese espíritu que hace de este suelo, como decía el refrán revolucionario, “cuna de valientes, tumba de tiranos” y un referente inevitable de la potencia boliviana resumida en sus habitantes, con sus defectos y virtudes, y sobre todo, con su voluntad de ir más allá de donde el conformismo de unos cuantos señala como horizonte posible.