E n el sangriento torbellino del tráfico de drogas mundial no hay personajes fijos ni permanentes. Los líderes de los cárteles son poco más que jugadores transitorios que escalan posiciones y las descienden con una predictibilidad infalible, mientras que un nuevo elenco se apresura a remplazarlos. Así sucedió incluso con Joaquín Guzmán Loera, el tristemente célebre capo de la droga conocido como “El Chapo”, quien el miércoles fue sentenciado a cadena perpetua en Nueva York por traficar toneladas de droga hacia Estados Unidos y dejar a su paso un rastro de muerte.

La sentencia de Guzmán fue la actuación final de un personaje que comenzó como un chico campesino pobre y que más tarde convirtió un negocio de poca monta de tráfico de drogas en una de las empresas delictivas más grandes y violentas de la historia. En su trayectoria se cuentan escapes de la cárcel al estilo Houdini, montañas de dinero en efectivo y una insaciable sed de sangre. Durante casi 20 años, su historia se extendió por México y el mundo, un periodo notable en el que disfrutó del dudoso resplandor de ser el capo de la droga más reconocido en todo el planeta. Ahora, su legado se desvanecerá detrás de los muros de una prisión de máxima seguridad, junto con decenas de otros líderes de cárteles que ya fueron confinados a la historia.

Pero, a pesar de toda la ostentación de su caída, la historia más amplia de la guerra contra las drogas permanece intacta. De hecho, mucha gente en México sostiene que la guerra solo ha empeorado a partir de su extradición y, a juzgar por las impactantes cifras de los homicidios cometidos en los últimos años, que siguen batiendo récords, es fácil ver la razón. “Estamos viendo demasiada violencia”, comentó José Luis Córdoba, de 47 años, quien trabaja en una empresa de seguridad privada en Ciudad de México. “Así que no, en definitiva, esta situación no se detendrá ni cambiará porque ‘El Chapo’ haya sido sentenciado a cadena perpetua”.

Si cae la cabeza, surgen nuevas y el tráfico de drogas hacia EEUU continúa sin interrupción. En medio de todo ese proceso, el número de muertos aumenta, en especial en México. Las vidas que se pierden en la violencia actualmente han sobrepasado los niveles que se alcanzaron cuando Guzmán estaba en las calles, supervisando un vasto imperio de asesinos. Sacar de las calles a los líderes más peligrosos del narcotráfico no ha terminado con este mal. Prácticamente se ha comprobado que la iniciativa estadounidense conocida como Kingpin Strategy (estrategia contra capos), la cual consiste en desmantelar los cárteles de la droga capturando a sus líderes, ha fallado. En lugar de destruir a los cárteles eliminando a sus cabecillas, esta política ha dado lugar a hidras multicabezas al escindirlos y generar divisiones más pequeñas, menos disciplinadas y con frecuencia más mortíferas.

En México, ha surgido una nueva fuerza en el tráfico de drogas, el Cártel Jalisco Nueva Generación, y se encuentra en una lucha constante con otros cárteles por el dominio de las rutas de trasiego a través de México hacia EEUU. Los homicidios se están elevando en todas las zonas de conflicto predecibles. Y la violencia también está repuntando en zonas que anteriormente eran tranquilas, como en el estado costero de Colima. Aun así, los analistas afirman que es importante encarcelar a líderes como Guzmán, quien, de acuerdo con testimonios presentados durante el juicio, drogaba y violaba a niñas de hasta 13 años mientras dirigía su organización. “A largo plazo, el hecho de no perseguir a los líderes envía un mensaje de impunidad”, comentó Jorge Chabat, un experto en seguridad de la Universidad de Guadalajara.

Sin embargo, los expertos afirman que su captura no ha servido para disminuir la violencia ni para por lo menos reducir las numerosas muertes por sobredosis en Estados Unidos. “Se trata casi de una victoria pírrica”, afirmó Tony Payan, director del Centro México en el Instituto Baker de Políticas Públicas en la Universidad Rice. “Las dinámicas subyacentes en la guerra contra las drogas han seguido siendo las mismas durante medio siglo”, añadió Shirk. “No quiero afirmar que se trata de una batalla fútil, pero ¿de qué otra forma se le puede llamar?”.

* Periodista, director de la oficina del New York Times para México. © The New York Times, 2019.