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Reconstruyendo el muro de Berlín (y los Gulag)

No tenga dudas de que siempre los políticos, más tarde o más temprano, llegan a acuerdos para mantener sus privilegios… y gastos. Y Trump no es la excepción, así es que logró un acuerdo con la oposición demócrata sobre el presupuesto. El pacto, que debe ser aprobado por el Congreso, permitiría desviar fondos de programas militares para construir el muro en la frontera con México.

El acuerdo destina “apenas” 1,37 billones de dólares en gastos el próximo año, y un poco más para el periodo fiscal 2021. Y para esto necesitaban un incremento del tope de la deuda de Estados Unidos hasta fines de julio de 2021 (nueve meses después de las elecciones presidenciales), a fin de evitar el incumplimiento de pagos si el país ya no puede pedir préstamos; y prevé un aumento del gasto al elevar el límite presupuestario para la cartera de defensa y para las inversiones nacionales, así como otros gastos discrecionales para estos dos próximos años.

Pese a que cuenta con el respaldo de los líderes de ambos partidos, el acuerdo afronta la resistencia de destacados legisladores demócratas y republicanos. Unos porque no quieren el muro, y otros porque les parece excesivo el gasto en un año en el que se espera que el déficit alcance el billón de dólares, y con una deuda que este mes llegó a los 22 billones de dólares. O sea que los políticos son más gastadores que esposa, con la tarjeta del marido, en un viaje de vacaciones con amigas.

El presupuesto del Gobierno Federal de Estados Unidos es tradicionalmente deficitario, como corresponde a los buenos políticos (gastadores), por lo que Washington no tiene más remedio que pedir prestado para financiar sus gastos, como el pago de salarios, pensiones y otros dispendios aprobados por el Congreso. Y ahora Trump tendrá dinero para financiar su muro al estilo del de Berlín (para que las víctimas de la guerra contra las drogas que él sostiene no se escapen de sus países), pero en la frontera con México.

El inefable Donald dijo, refiriéndose a los inmigrantes, que “por qué no regresan a sus países infestados de crimen”. Lo que no dijo es que ese nivel de criminalidad tiene una base importante en la prohibición de algunas drogas muy dañinas; restricción que a su vez da lugar a los narcos y a todo tipo de “ilegales” y que Trump sostiene. En países donde existe más libertad, como Portugal, no hay “ilegales” sencillamente porque no existe la “ley seca” para violar.

Y los que logren escaparse, tendrán que enfrentarse ahora a las “deportaciones rápidas”. La decisión, incluida en un documento del Departamento de Seguridad Nacional, establece nuevas directrices para las deportaciones que en algunos casos no tendrán la mediación de un juez; y si tienen suerte, serán entrevistados “por un oficial de asilo” que determinará si existe “un temor creíble” de ser perseguido en su país.

Y si no tienen suerte convenciendo a estos burócratas de que son un inocente ser humano que huye de la miseria y la marginalidad, lo enviarán a uno de los centros de detención de inmigrantes que tienen toda la intención de emular a los famosos Gulag: “El hedor era horroroso. Las jaulas estaban tan llenas que era imposible que todos los hombres pudieran sentarse sobre el suelo… Cuando vieron llegar a la prensa, empezaron a decirnos que llevaban allí 40 días o más, que tenían hambre… Hacía un calor sofocante. Los agentes que vigilaban llevaban máscaras protectoras”, asegura el periodista Joshua Dawsey en representación del grupo de periodistas acreditados en la Casa Blanca.

* Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California. @alextagliavini; www.alejandrotagliavini.com