Desarreglos climáticos
Los catastróficos escenarios contrastan con la reticencia a comprometerse con la reducción del CO2.
En muchas regiones del mundo se están produciendo fenómenos climatológicos extremos. Estos desarreglos son una nueva evidencia del aumento de la temperatura promedio en el planeta; así como también de la urgencia de reforzar el compromiso de todos los países con los objetivos globales para disminuir la emisión de los gases de efecto invernadero.
En Europa el verano está rompiendo todos los récords de calor. En varias ciudades el termómetro ha superado los 40 °C, lo que ha generado preocupación por la salud pública, e incluso ha obligado a paralizar el tráfico de trenes y el funcionamiento de centrales atómicas. Mientras tanto, en el hemisferio sur se está atravesando un invierno más crudo de lo habitual.
Recientes reportes científicos afirman que la Tierra está viviendo el periodo de mayor calor desde hace 2.000 años. El calentamiento global se muestra particularmente rápido e intenso en casi todo el planeta. Es decir que no se trata de una coyuntura excepcional ni de un fenómeno limitado a ciertas regiones.
Tal parece que la humanidad deberá acostumbrarse a un nuevo equilibrio medioambiental, con grandes variaciones de temperatura. Los impactos sociales, ecológicos e incluso políticos de este desequilibrio serán inmensos en los próximos decenios. Su impacto sin duda va a reconfigurar las ciudades y la ocupación territorial, produciendo grandes migraciones, escasez de agua en ciertas zonas y lluvias torrenciales en otras; se espera que varias zonas costeras queden sumergidas bajo el agua de los océanos, cuyo volumen aumentará a medida que los polos se derritan. Por supuesto, estos escenarios no van a ocurrir de un día a otro, podrían configurarse durante las próximas décadas, pero ya empezamos a ver su alcance.
Los catastróficos escenarios de esta transformación contrastan con la reticencia de muchos gobiernos y sociedades de comprometerse con la reducción de los gases de efecto invernadero, principalmente del dióxido de carbono (CO2). Algo imprescindible para evitar que la temperatura promedio de la atmósfera aumente más de 2 °C en las próximas décadas. Hay consenso entre los científicos que el principal responsable del calentamiento global es el CO2, cuya emisión está estrechamente ligada a la producción de energía, movilidad y de industrialización vigentes en la mayoría de los países.
Estos compromisos fueron asumidos por la mayoría de naciones en varias cumbres climáticas auspiciadas por las Naciones Unidas, pero hay muchos problemas para su implementación, e incluso retrocesos evidentes en los últimos años por la reticencia de grandes potencias como Estados Unidos para involucrarse en su aplicación. Urge una mayor cordura en esta materia, a tiempo de revitalizar este esfuerzo si deseamos al menos mitigar los graves impactos climáticos que ya empiezan a perfilarse, y que amenazan con modificar radicalmente las condiciones de vida de todo el planeta.