Icono del sitio La Razón

Sexualmente atractivos

Cada inicio de semestre era lo mismo. Don Antonio Peredo Leigue llegaba puntual a clases de Prensa o Redacción I. Cerraba la puerta, le daba una pitada a su cigarro y presentaba su plan de estudios. Casi todo iba bien hasta que anunciaba a los universitarios que debían leer un libro al mes. Inmediatamente, una, dos, muchas manos se levantaban en los salones de clases. Llovían las excusas y las más comunes eran: “Los libros son muy caros” y “no hay tiempo para leer tanto”.

Peredo, quien a lo mejor no está en el reino de los cielos, porque él no creía en Dios, decía, con paciencia celestial, que los libros no eran caros, comparados con el precio de la cerveza o los trajes para las entradas universitarias (guiño para este evento cultural).

Muchas cosas han cambiado desde finales del 2000, pero hay una que no se ha movido ni un ápice. En Bolivia no se lee y los (pre)textos sobran. Recién cerró la librería Martínez Acchini por la falta de ventas. El gerente, Ernesto Martínez, contó que en los años 80 vendía 200 ejemplares de un título durante un año; luego solo cinco. Así, no hay Quijote que aguante.

El cierre de una librería es el fin de un sueño formado con palabras. Y, por otro lado, cuando no se abre un libro, quedan ocultos varios mundos. Pero no todo está perdido (y no es porque hay quienes vienen a poner el corazón, como cantó Mercedes Sosa). Tiene que existir alguna manera para acercar a los libros con los lectores. Y la respuesta no está en culpar al omnipresente celular. O, peor aún, no basta con decir que ahora se leen los textos en aquel aparato que cabe en la mano, el cual carece del romanticismo y la elegancia del buen libro.

¿No hay romance literario hoy? Sí hay. De otra manera no se puede entender, no se puede comprender, cómo es posible que las novelas de Harry Potter sean un éxito mundial (incluida, obviamente, a Bolivia). Es un fenómeno poco creíble, porque hay quienes leen estos libros aunque hayan visto el filme.

En Bolivia, la mitad de la población ha leído un solo libro en un año y es necesario cambiar este registro. Desde el aparato estatal y en las alcaldías se apuesta porque Bolivia lea… pero los resultados no se ven. Hay que seguir tocando las teclas hasta encontrar la melodía exacta. Ya se acerca la Feria Internacional del Libro y es un espacio de lucha para volver a la palabra escrita.

Leer era bueno para no aplazarse con Peredo. Hoy, como si se necesitaran más razones, leer es sexualmente atractivo, según la revista Verne del diario español El País. O sea: leamos (aunque sea) para conquistar.

* Es periodista de La Razón