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El debate no importa

Que vaya a debatir con su abuela, que vaya a debatir con la gente que escapó fuera de Bolivia”, “No voy a debatir con candidatos pichones de la dictadura” o “Yo solo debato con el pueblo”. Las respuestas son las mismas, al menos desde 2005, cuando lo desafiaron sucesivamente Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina y, esta última vez, Carlos Mesa. Salvo en 2002, cuando nadie le otorgaba perspectivas favorables en las elecciones de ese año, Evo Morales nunca aceptó debatir con otros candidatos.

Para las elecciones de 2002, aprendiz de candidato y muy incipiente en estas lides, Morales asistió a un debate junto con Gonzalo Sánchez de Lozada, Jaime Paz Zamora y Felipe Quispe. Fue memorable el encontrón que tuvo con el entonces candidato del MNR. Morales leyó un texto que supuestamente pronunció el hermano del movimientista, Antonio (otrora contralor de la República): “Estos indios de mierda solo se asustan cuando se les mete bala…”.

El texto enfureció a Sánchez de Lozada. “¡No puedes decir que mi hermano ha dicho eso, yo no le permito!”, replicó el candidato, mientras Quispe apoyaba a Morales y Paz Zamora ni se inmutaba.

Ese 2002, Sánchez de Lozada no desafió a Morales a un debate; el candidato del MAS ni aparecía bien posicionado en las encuestas. El candidato del MNR no lo creía necesario, aunque expresó su apertura al debate propiciado por periodistas.

Si bien el debate electoral es vital en las democracias y esencial para conocer las propuestas y las contradicciones de los candidatos, el mecanismo no está instituido en Bolivia, como ocurre en otros países. Que se lleve a cabo de cara a los electores depende mucho de la voluntad (democrática) de los postulantes y sus partidos. Pero tampoco es el único mecanismo para la exposición de propuestas.

A Mesa no le vamos a refutar la necesidad de debatir, tal como plantea ahora, que es candidato. Lo que llama la atención de su propuesta (ha dejado de precisar el conteo de días a la espera de una respuesta de parte del postulante del MAS a su desafío) es que lo hace luego de haber desahuciado hace unas semanas un posible debate con Morales, al considerar su candidatura como inconstitucional, merced a los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, que negó una nueva postulación del binomio del MAS.    

A sabiendas de esta realidad y sus contradicciones, la apuesta del candidato de Comunidad Ciudadana (CC) se entiende como parte de una estrategia. Aprovechar su facilidad de palabra en un eventual debate con Morales podría ofrecerle réditos electorales interesantes, y hasta podría poner en figurillas al candidato del MAS.

Pero el desafío resulta insulso, hasta tedioso para los electores y los analistas políticos. El debate no importa, y lo sabe Mesa ahora que no encuentra respuesta de parte de su contendor electoral inmediato. El  expresidente quiere poner en evidencia a Morales como un tipo antidemocrático, insolvente al confrontar sus ideas, o incapaz de defenderse ante “lo mal” que está el país.

Como dicen en su campaña que Mesa no puede debatir con Óscar Ortiz, de Bolivia Dice No, por su condición de tercero en las encuestas, en el MAS seguramente piensan lo mismo de Mesa.

A Morales lo develan sus 13 años en el poder, con luces y sombras. Su fuerza electoral aún vigente, aunque decaída según las encuestas, es su garantía. Aunque el Tribunal Constitucional convalidó su candidatura luego del 21F, Mesa ha reafirmado esa postulación con su propia participación en las elecciones de octubre y su afán de tomar en cuenta al oficialista como su contendor directo, a través de una estrategia por reducirle posibilidades electorales.

El debate no importa, ni parece resultarle al postulante de CC. ¿Será capaz Mesa de dar un golpe de timón a su campaña? Habrá que ver, será una dura apuesta de su entorno y sus asesores de campaña.

* Periodista.