Tejiendo raíces
El arraigo quizá sea la necesidad más importante e ignorada del alma humana, decía Simone Weil en torno a la noción de patria y la necesidad de mantener vivos los vínculos entre el pasado y el porvenir. Algo cada vez más ajeno que no debiera dejarnos indiferente en estas fechas patrias.
Hace 194 años se logró consolidar un acuerdo entre 48 representantes de provincias altoperuanas reunidos en Sucre para declarar la independencia de España y conformar una nueva nación. Así nació Bolivia, con su inmensa y megadiversa geografía, estratégicamente ubicada en el centro de América del Sur. Un territorio privilegiado cuya complejidad topográfica abarca 12 ecorregiones que concentran más del 40% de toda la diversidad biológica del mundo. Desde las selvas húmedas de la Amazonía hasta el globalmente único Bosque Seco Chiquitano, nuestros bosques se extienden en más de 53 millones de hectáreas, abarcando casi la mitad del país.
Este patrimonio natural, representado en el verde de nuestra bandera, está profundamente arraigado en nuestra identidad nacional, y su conservación constituye un valor fundamental de la autodeterminación de los pueblos. Siete de cada 10 bolivianos priorizan la conservación del medio ambiente por encima del desarrollo económico, según una encuesta mundial de valores realizada en 2017.
Aun así, cada año deforestamos más de 150.000 hectáreas (ha) y arden en promedio 3,5 millones de ha de bosques y pastizales en todo el país por causas vinculadas al cambio de uso del suelo, principalmente para la expansión de la ganadería y agricultura. Este aciago panorama avanza aceleradamente impulsado por políticas y medidas que buscan alcanzar metas de desarrollo y crecimiento económico, perpetuando nuestra condición de país extractivista bajo un modelo productivo insostenible.
Bajo este modelo no solo estamos ante la transformación del paisaje, sino también de la estructura que sostiene las funciones y procesos indispensables para la producción de alimentos y otros beneficios fundamentales para nuestro bienestar y el de las futuras generaciones. Son tiempos que demandan la enorme responsabilidad de pensar en el país a largo plazo desde nuestras raíces culturales y ecológicas, y actuar consecuentemente, más allá de las diferencias.
La conservación de la naturaleza debería ser un tema crucial en los debates electorales, para permitirnos conocer a fondo las propuestas de gobierno en torno a la política ambiental, y tomar decisiones informadas que definirán el rumbo del país los próximos cinco años. Nuestra patria está en ese legado natural que tenemos el deber de preservar y defender todos los días.
* Directora de proyectos de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).