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Señales inminentes para una segunda vuelta

A dos meses y medio de celebrarse las elecciones presidenciales del 20 de octubre, el ambiente electoral viene adquiriendo matices de intensidad inusitados, probablemente inducidos por las últimas encuestas de CiesMori del 21 de julio y de Mercados y Muestras que, entre otros datos, refleja una reducción de brechas de tan solo ocho puntos entre Evo Morales del MAS (35%) y Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), con el 27% de la intención de votos. El tercer lugar es ocupado por los indecisos, con el 24%, y Oscar Ortiz, de Bolivia Dijo No (BDN), ocupa el cuarto lugar, con el 11%. El resto de las candidaturas engrosan la lista de marginales que, en el mejor de los casos, podrían aspirar a un curul uninominal, o en el peor escenario, tal como perfilan los sondeos, la pérdida de sus personerías jurídicas, al no alcanzar el 3% de los votos a nivel nacional, margen previsto por la norma electoral.

Llama la atención la concentración del 73% de la intención de votos distribuida entre las tres fuerzas políticas que lideran las encuestas (MAS, CC y BDN), quedando un porcentaje considerable de indecisos (24%). A la par del comportamiento electoral vienen aflorando sendos cuestionamientos y críticas desde el frente oficialista y de la oposición; los cuales están lamentablemente muy alejados de las propuestas programáticas de país. Al parecer, unos y otros recurren a la guerra sucia, al desprestigio, agravios e infamias contra los contendores por doquier, cual argumento maquiavélico perverso convencional, evidenciando las miserias humanas de quienes hoy nuevamente recurren al soberano para subir en las encuestas.

Tal escenario era previsible, dado que la misma convocatoria a los comicios generales estuvo marcada por amplios cuestionamientos y críticas ante la falta de credibilidad y confianza de la ciudadanía hacia el Tribunal Supremo Electoral (TSE), que ha evidenciado su servilismo y sumisión al partido gobernante, elaborando reglamentos y disposiciones ventajosas a su favor, y sobre todo por la cuestionada habilitación del binomio Morales-García, y el silencio cómplice ante la utilización grosera de recursos públicos del pueblo boliviano, entre otras vulneraciones electorales.

Lo cierto es que el escenario político vislumbra un balotaje electoral inminente entre los candidatos del MAS y de CC, con pronósticos un tanto desalentadores a la pretensión del partido gobernante de permanecer incólume en el poder. Más aún si tomamos en cuenta que Evo Morales, pese a estar constantemente en campaña y tener una clara ventaja frente a los otros candidatos, no ha logrado superar la barrera del 40%, lo que permite entrever que su proyecto político se ha agotado inexorablemente, y que lejos de avizorar un crecimiento, su apoyo electoral corre el riesgo de disminuir.

No otra cosa podría deducirse de los fundados temores respecto a su porvenir electoral, pues en el mejor de los casos ya no podrá contar con los dos tercios en la Asamblea Legislativa que le permitieron gobernar tranquilamente, además de blindar a sus ministros ante cualquier voto de censura. En el escenario adverso sería derrotado en la segunda vuelta por el candidato de CC, Carlos Mesa, quien, según las proyecciones, obtendría el respaldo del 44% de los electores, frente al 43% de su contendor.

De ahí la desesperación del propio Morales y de sus acólitos por ganar los comicios en primera vuelta, recurriendo a cuanto artificio esté a su alcance, como la tan publicitada agenda autoimpuesta 2025, que augura la culminación del proceso de cambio y solo cobra vigencia en el discurso fatuo e inconsistente de sus ideólogos.

* Docente e investigador de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).