Voces

Sunday 26 Mar 2023 | Actualizado a 15:28 PM

Reportaje a La Paz

La construcción de viviendas al borde de la riviera del lago revela la tolerancia (léase corrupción) de las autoridades.

/ 9 de agosto de 2019 / 23:48

Después de un año de ausencia, volver a la “Ciudad maravillosa” trae consigo la curiosidad por apreciar cambios positivos o detectar aspectos negativos, comenzando por el Aeropuerto de El Alto, que en general ha mejorado en su presentación, salvo en la higiene de sus servicios sanitarios. Naturalmente, la diversificación de la red con líneas coloreadas adicionales y el aumento consiguiente de vagones teleféricos que surcan el cielo paceño constituye una singular hazaña, que permite a turistas y nativos el disfrute de un paseo aéreo para deleitar la vista con la vasta policromía de sus cerros, sus tejados, sus cumbres nevadas y los celajes de intenso azul.

Volviendo a tierra, los usuarios de los buses PumaKatari gozan de cómodos asientos, esmerada atención de los guardianes y precios de boletaje abordable. Pese a ser días cívicos festivos, el orden urbano es aceptable, y la instalación de quioscos y puestos de venta del comercio informal, inevitable. Es decir, se nota una satisfactoria gestión municipal, al lado de una discreta presencia policial.

El insoslayable recorrido por la calle Sagárnaga y cuesta arriba por los recovecos de las brujas nos muestra la rica artesanía nacional, exhibida en cientos de tiendas especializadas, con contados artículos “made in China”. Hoy, el paladar más exigente puede encontrar restaurantes de cruda gastronomía local y otros que, en encomiable sincretismo, usan insumos típicamente bolivianos para condimentar sofisticados platos internacionales.

Un día de sol, las avenidas transversales se llenaron de danzarines en aquello que se denomina la Entrada Universitaria, que es en realidad un alegre carnaval de la juventud paceña. Mozas de pierna corta y cadera ancha, con breves atuendos de colores agresivos, bailaban cadencias estridentes, mostrando los recónditos tesoros de su beldad a ávidos espectadores. Decenas de músicos acompañaban a los bailarines ensordeciendo el ambiente.

En otra jornada, se inauguró la XXIV Feria Internacional del Libro, que ocupa un enorme recinto donde se han acomodado libreros nacionales y foráneos. En esa muestra es sorprendente constatar la prolífica producción de autores autóctonos, en ensayos sociológicos, ficción novelera y hasta poesía, en cuyos autores más que la rima se advierte el coraje de firmar sus frutos con nombre propio.

Una excursión al lago Titicaca, tan próximo a La Paz, brinda la triste oportunidad de comprobar la denuncia de los ecologistas en todo el mundo: el alto grado de contaminación, que está provocando la extinción de peces y la flora lacustre. A ello se añade la construcción de viviendas al borde de la riviera del lago, que enarbolan el mal gusto de sus propietarios y la tolerancia —léase corrupción— de las autoridades que permiten ese ecocidio.

Como es tiempo electoral, la mera lectura de los titulares en los medios produce estupor y desaliento. Por ejemplo: una diputada que logra colocar a una decena de parientes próximos en altos cargos, feminicidios casi diarios, un magistrado que instruye al juez dictar la sentencia de su agrado, aquella candidata a senadora que propinó una paliza a su anciano padre, carreteras recién inauguradas con baches y roturas peligrosas, y otras noticias alarmantes. Como dice un viejo proverbio, en la antesala electoral, “hay que esperar lo mejor y estar preparado para lo peor”.

* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia

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Los infortunios de la ‘pichula’

/ 18 de marzo de 2023 / 01:07

Desde que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa popularizara el término pichula (Los Vientos), éste se incorporó al léxico corriente de la narrativa para referirse a ese adminículo que, siendo privilegio masculino, puede causar intensa dicha pasajera y cuanta desgracia perpetua, tanto a simples mortales como a celebridades políticas y de las otras. En ese marco, la nomenclatura de presidentes que cayeron víctimas por el uso indebido de ciertas funciones fisiológicas es asombrosamente vasta, pero aquella que relata Sara Horowitz en su reciente libro The Red Widow: the scandal that shook Paris and the woman behind it (La viuda roja, el escándalo que sacudió París y la mujer detrás, 326 páginas, ed. Sourcebooks), sale de la ficción o del simple rumor para inscribirse en conocido hecho histórico. No obstante que el citado escándalo fue ampliamente publicitado en Francia, en la época del suceso (16 de febrero de 1899) no se conocía con prolijo detalle la vida de Marguerite Steinhell, la dama fatal que en aquel fatídico día provocó el deceso súbito del presidente francés Félix Faure (1895-1899), noticia que un periódico irreverente tituló como Una muerte feliz. Ocurre que Marguerite, como lo hacía a menudo, entró sigilosamente a la alcoba presidencial en el Palacio del Eliseo, pero esa vez no pudo salir tan discretamente porque, ante sus gritos histéricos, los edecanes irrumpieron raudamente y se encontraron con un cuadro macabro: Su Excelencia yacía inerme sujetando en su puño cerrado los cabellos de su amante aún acurrucada entre sus piernas. Había sucumbido a la par del goce de su último orgasmo.

Más afortunado fue Francois Hollande (2012-2017), quien acostumbraba abandonar el lecho nupcial a medianoche, cubría su cabeza con un casco y montaba su motocicleta para visitar furtivamente a la actriz Julie Gayet, que habitaba cerca del palacio, hasta que un paparazzi reveló su secreto en la revista Closer. Hoy, la romántica pareja está felizmente casada.

Entre la casta real, evidentemente el campeón olímpico en los deportes de recámara es el rey emérito Juan Carlos de Borbón (1975-2014), que mezcló sus turbios negociados entre las sábanas de la aristócrata alemana Corinna Larsen, quien como testigo eficaz frente a los estrados judiciales precipitó la caída y posterior exilio del impúdico monarca.

Más prosaico en calmar sus urgencias fue el príncipe Andrew (62) que, abandonando su inglesa flema, participó en orgías dionisiacas con menores de edad, preparadas en el Caribe por su millonario amigo Jeffrey Epsteín durante 2019, originando su expulsión de la Casa Real británica.

Sin embargo, cruzando el Atlántico, en Estados Unidos, la pichula, inquieto colgandejo, también causó problemas a Bill Clinton (1993-2001), que ante la evidencia de su entronque con Monica Lewinsky en el Salón Oval de la Casa Blanca, declaró ufanamente “oral sex is no sex”.

Nuestra América criolla no está exenta de esos pecados mortales, ni siquiera dentro los eclesiásticos hábitos del cura-presidente Fernando Lugo (2008-2012), que reveló la copiosa fertilidad que escondía bajo sus sotanas, al dejar el territorio paraguayo sembrado de jóvenes madres solteras junto a vástagos fruto de sus indulgencias episcopales.

Y, en Nicaragua, ”tierra de poetas y analfabetas”, el dictador Daniel Ortega (78), padrastro ultra-cariñoso, abusó de Zoila América, su gentil entenada cuya madre Rosario Murillo no la defendió, trocando su lealtad materna por la Vicepresidencia de la República (2017-…)

Otros arreglos negociados fueron concluidos cuando Donald Trump (2017-2021) tuvo que enfrentar múltiples pleitos judiciales entablados por sus numerosas parejas ocasionales, aunque todas ellas ejercieron sus sulfurosas tareas antes que el empresario asuma el mando, siendo Stormy Daniels la más bulliciosa de la manada.

La nómina suma y sigue. Entretanto, ¿se podría endosar el apotegma acuñado por Henry Kissinger (99) de que “el mejor afrodisíaco es el poder”?

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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La niña polaca

/ 4 de marzo de 2023 / 01:19

Conocí a Mónica Rojas, la famosa escritora mexicana, el año pasado, durante el encuentro de literatura hispanoamericana realizado en París y solo hasta ahora pude leer su magnum opus editada en 270 páginas por Grijalbo, bajo el título de La niña polaca, en el marco de este tiempo de guerra insensata, como lo fue el escenario donde Mónica nos relata la agitada vida de Ania, atrapada entre las barbaridades de la dictadura staliniana y las perpetradas por el totalitarismo hitleriano que, en septiembre de 1939, invadieron por turno su nativa Polonia. Los pretextos de Hitler, “los polacos aterrorizan y persiguen a los alemanes que viven en la región de Danzig”, son parecidos a los reclamos de Putin, reivindicando los derechos de los habitantes rusos del Donbás, que fueron estropeados y masacrados por el régimen de Kiev, desde 2014.

Entonces, se abre para Ania el infierno dantesco, cuando junto a su familia es expulsada de su propia casa y conducida al gulag siberiano en aquel interminable viaje por tren donde cada momento es descrito con tal maestría que el lector se permeabiliza en las víctimas y parece compartir con ellas los martirios que continúan sufriendo una vez que llegan al campo de trabajo forzado. El hambre, el frío, las torturas físicas y morales son retratados crudamente hasta calar hondo en la pupila de quien recorre las líneas de la narración para cerciorarse el poco valor de la vida humana en toda guerra, donde los cadáveres eran echados al río Volga porque “eran muy viejos, ya se iban a morir de cualquier forma”. En medio del dolor, no podía faltar la esperanza que da el amor y que es el hilo conductor de la secuencia en los desplazamientos de los refugiados deportados por Rusia, que arriban primero a Turquía, pasando por Uzbequistan, Irán y Paquistán, deambulando después por mar hasta la India, luego Australia para llegar por fin a México donde encuentra hogar, marido e hijos. En todos los episodios evocados, salpican agradablemente los diálogos familiares, tan genuinamente hilvanados de madre con hija o entre hermanos. Ahora, que la guerra de Rusia contra Ucrania está fulgurante, Mónica Rojas nos enseña cómo los objetivos geopolíticos del momento pueden cercenar vidas humanas para siempre.

Si La niña polaca era católica militante, la autobiografía de la judía Ginette Kolinka aparecida simultáneamente se llama Une vie heureuse (Una vida feliz) (Ed. Grasset, 86 páginas, 2022), tiene dos particularidades: primero que la autora relata sus recuerdos de sobreviviente de los campos de concentración nazis y segundo, que recupera su departamento parisino, otrora confiscado donde, a los 97 años de edad, sigue viviendo y hoy, publicando sus memorias.

Las dos obras comentadas tienen un común denominador en que se demuestra la vulnerabilidad de las fronteras, países que se desintegran, poblaciones que mutan de banderas y que, en ese vano esfuerzo, provocan la muerte y el sufrimiento de millones de seres ajenos a las ambiciones de los gobernantes que ordenan matar y morir por causas que ellos mismos, sinceramente, no creen. Y, se nos deja para la reflexión, la paradoja emblemática de la novela de Rojas, donde Komarno, la aldea polaca natal de Ania, al final de la guerra, pasa a soberanía ucraniana y, el mundo sigue andando…

La conclusión de las obras comentadas pareciera ser que ningún pleito por la línea soberana en los mapas tiene mayor valor que la vida de un ser humano.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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Vargas Llosa , el inmortal

Carlos Carrasco, doctor en Ciencias Políticas, asistió a la incorporación de Mario Vargas Llosa a la Academia Francesa.

COMPAÑEROS. Carlos Carrasco y Mario Vargas Llosa estudiaron en el mismo curso en el colegio La Salle de Cochabamba.

/ 19 de febrero de 2023 / 06:50

El jueves 9 de febrero pasado, desde las dos de la tarde, empezó a formarse la fila de invitados para ingresar a la ceremonia de recepción de Mario Vargas Llosa a la Academia Francesa, frente a la puerta principal de la Coupole (la cúpula o la cumbre), como se conoce al soberbio palacio del cardenal Mazarin, edificado durante el reinado de Luis XIV. Una vez instalado el público en la sala grande, a las tres en punto, retumbaron los tambores de la guardia republicana y el escritor, escoltado por los académicos, hizo su entrada triunfal ante los atronadores aplausos de los presentes. Vestido con el uniforme verde bordado con laureles dorados, ocupó resueltamente la poltrona No. 18 que le correspondía y, una vez que se le concedió la palabra, comenzó a leer los 22 folios de su discurso de incorporación, de pie y sin usar espejuelos, durante más de una hora, en buen francés impregnado de su inevitable acento español.

El discurso de respuesta, en 16 páginas, estuvo a cargo del académico Daniel Rondeau que, al evocar el itinerario intelectual del impetrante, sorprendió al exhibir una banderola del liceo militar “Leoncio Prado”, fuente de inspiración para La ciudad y los perros que el orador había conservado por décadas, a guisa de amuleto de admiración por el autor.

Durante todo ese tiempo, los tres centenares de concurrentes seguían con religiosa atención la secuencia del acto, acomodados en tres segmentos del hemiciclo, donde se distinguían miembros de la familia, amigos personales del homenajeado y la comunidad intelectual y social parisinas. Por curiosa circunstancia, acomodaron a mi lado a la princesa Minnie de Beauvau Craon, bisnieta de Simón I. Patiño, apreciada amiga, quien me hospedó años antes en su imponente Chateau de Haroue.

En aquel ritual, todo es símbolo de una época pasada, por ejemplo, la espada forjada en el taller de Antonio Arellano en Toledo y entregada el día anterior (8 de febrero) a Vargas Llosa en evento social alistado en la sede de sus editores Gallimard, es propia de un caballero andante.

Mario Vargas Llosa en el Cuarto de Primaria
En el círculo destaca Mario Vargas Llosa en el Cuarto de Primaria de La Salle de Cochabamba en 1945. Foto. Carlos Antonio Carrasco

Concluido el acto, en salón contiguo tuvo lugar la recepción en que el flamante académico recibió el saludo de los participantes, ocasión que me fue propicia para congratularlo y obsequiarle una fotografía ampliada del cuarto curso de primaria (1945) del Colegio La Salle de Cochabamba donde fuimos condiscípulos. Con la emoción explicable, Mario recorrió las filas de los escolares y por la prodigiosa memoria que es la suya, reconoció a unos y otros. Casualmente, los únicos sobrevivientes, junto a él, somos Carl Brockmann y yo. Los tres, apostados lado a lado. Al constatar esa singular coincidencia, exclamó con sorpresa y satisfacción “¡Los hemos enterrado a todos!”.

Más tarde, al presentar mis respetos al rey emérito Juan Carlos, rememoré su visita a Santa Cruz, en ocasión de la XXIII Cumbre Iberoamericana, añadiendo el buen recuerdo que dejó entre los bolivianos y el que Su Majestad se llevó junto a su deleite por los vinos de altura. Me asombró verlo muy estropeado por el inclemente paso del tiempo, el flagelo de las ingratitudes y los tropiezos que causan las debilidades humanas. Ya no era el gallardo monarca que en una reunión puso un bozal al locuaz Hugo Chávez, cuando le espetó aquella sonora admonición: “¡Por qué no te callas!”

En cambio, fue agrado mutuo reverenciar a la infanta Cristina de Borbón y Grecia, al cabo de tantos años, cuando en sus primaveras juveniles trabajó conmigo en la Unesco, cumpliendo una pasantía. Sin par, dama encantadora, por su sencillez y buen humor.

En aledaño alero del salón, conversando con Patricia Llosa, exesposa de Mario, me avisó que también era cochabambina y al presentarme a María Murillo como la abogada más famosa de Lima, especialista en divorcios, la jurista se declaró de familia boliviana. Así pude observar que Bolivia estaba visible por doquier.

Naturalmente, en pláticas con académicos y profanos, afloraron varios elementos: solo ocho premios Nobel fueron académicos y que el sillón No. 18 de Vargas Llosa fue antes ocupado por 17 miembros, entre los que figura el mariscal Philippe Petain, de ingrata recordación. Irónicamente, de 40 poltronas estatuidas constitucionalmente, hoy día únicamente 35 están atribuidas, con titulares de avanzada edad, incluyendo la excepción hecha en favor de Vargas Llosa, electo a sus 86 años, siendo 75 años el límite para nuevos postulantes.

discurso de incorporación a la Academia Francesa.
Honor. El escritor peruano da lectura a su discurso de incorporación a la Academia Francesa. Foto. Carlos Antonio Carrasco

¿Podría acaso decirse que en la Academia “no están todos los que son, ni son todos los que están”? Porque entre los grandes ausentes se anota a Baudelaire, Stendhal, Maupassant, Diderot, Dumas padre, Verlaine, Balzac y Proust, entre otros.

Los académicos se reúnen una vez por semana, los jueves, y por sus esfuerzos reciben como emolumento la módica suma de 3.180 euros al año, o sea 114 euros mensuales.

Sin embargo, el patrimonio inmobiliario y bancario de la Academie Francaise (una de las cinco academias reconocidas) se ha incrementado notablemente desde el tiempo en que el ilustre cardenal de Richelieu tuvo la genialidad de crearla (1634), para preservar y enriquecer la lengua de Molière.

EL DISCURSO

No asombra que la ociosidad habitual de los reporteros que cubrieron la ceremonia hubiera recogido las frases políticamente más mediáticas del sermón, omitiendo algunas serenas y sabias reflexiones. La disertación en sí está dividida en cuatro partes: la primera, de fuste autobiográfico, donde el autor relata su cariño por la lengua y la cultura francesa, hace hincapié en su apasionado amor por Madame Bovary y su insigne creador, Gustave Flaubert, a quien reconoce como su inspirador y mentor. Luego, según es de rigor, correspondió la honra al finado Michel Serres (1930-2019), a quien lo reemplaza, recogiendo las impresiones más sublimes de su obra completa, cuya lectura seguramente tuvo que realizarla precipitadamente, con la urgencia que el caso amerita. En tercer lugar, volvió a su obsesión por Flaubert con erudita pasión, al agradecerle la invención de la moderna narrativa de ficción. La cuarta parte, y final de la alocución, contiene su propia opinión acerca de las teorías literarias y, advierte que “la novela salvará la democracia o se deteriorará con ella y desaparecerá”, oportunidad para referirse a la guerra ruso-ucraniana desde una óptica más literaria que de la geopolítica real.

Con toda razón pregona que la novela nos dará siempre la esperanza de acordarnos un último respiro hasta el instante final. Y el párrafo que más me impactó, en una traducción personal, dice así: “La literatura tiene necesidad de libertad para existir y, cuando ella no existe, recurre a la clandestinidad para hacerla posible, puesto que no se puede vivir sin ella, así como el aire es indispensable a nuestros pulmones”.

También puede leer: Vargas Llosa critica la Rusia de Putin en la Academia Francesa

El Discurso
El Discurso

RECONOCIDO

El 25 de noviembre de 2021 se concretó el ingreso de Mario Vargas Llosa a la Academia francesa por 18 votos a favor, dos abstenciones y uno en contra.

Desde La ciudad y los perros (1966) hasta Un bárbaro en París (2023) se han traducido al francés 46 obras del escritor peruano.

La célebre colección bibliográfica de La Pléiade ha incorporado dos tomos con obras de Vargas Llosa. De esta forma se incorporó al escritor a esa “tribu de efímeros inmortales”.

Texto y Fotos: Carlos Antonio Carrasco

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Wagner: los mercenarios eficaces

/ 18 de febrero de 2023 / 01:04

La guerra en Ucrania no solo alteró las condicionantes geopolíticas en el mundo, sino también provocó el surgimiento de nuevos actores dentro la estructura de poder del Kremlin. Bajo la sombra del todopoderoso Vladimir Putin, crece incesantemente ese sexagenario (61) más bien bajo, calvo y tosco en sus modales, llamado Yevgeny Prigozhin, fundador y propietario del grupo paramilitar Wagner, cuya ejecutoria podría resumirse en seis acciones espectaculares: 1) Crimea (2014), aparece por vez primera respaldando a los separatistas rusos en su gesto independentista, pero sofocándolos cuando sus excesos disgustaban a Moscú. 2) Siria (2015), llegaron al cabo de dos años, a desplegarse cerca de 5.000 efectivos apoyando las fuerzas de Bashar al-Assad en varias batallas contra el Estado Islámico y reprimiendo a los enemigos del régimen. 3) República Centro- africana (2018), es el elemento decisivo para aplacar la guerra civil en favor del presidente Faustin-Archange Touadera, expulsar a la misión militar francesa, dotar de seguridad en las minas y aupar la influencia de Rusia. 4) Libia (2018), implantan dos bases militares para favorecer al insurgente mariscal Khalifa Haftar en su intento de tomar Trípoli, acción que aún está inconclusa. 5) Mali (2021), empujando paulatinamente a los militares franceses hacia su salida del país, obtiene un jugoso contrato de la Junta Militar para su aporte de 1.000 hombres que apuntalen la seguridad nacional al cabo de 10 años de guerra civil. 6) Ucrania (2022), desde el fatídico 24 de febrero, los Wagner actúan decididamente en el conflicto, comenzando por la fallida captura de Kiev, en la masacre de Boutcha y en su posicionamiento en el Donbas, hasta los recientes enfrentamientos en Bakhmout.

Semejante trayectoria, indudablemente acarrea los celos de las fuerzas regulares del Ejercito ruso que, ante la arremetida ucraniana cosechó innumerables fracasos, batiéndose en retirada, quizá por falta de motivación y flaca planificación estratégica. Esas circunstancias, obviamente, causaron criticas ásperas tanto en la opinión pública como en la percepción personal del líder máximo Vladimir Putin, quien había depositado grandes esperanzas en sus generales. Por ello, la súbita aparición en primer plano de Yevgeny Prigozhin y sus aguerridos muchachos fue causa de viva satisfacción, más aún si se anotaron pequeñas victorias al ocupar o recuperar minúsculos villorrios fronterizos como Soledar, donde el propio Prigozhin celebró el triunfo personalmente, el 11 de enero pasado.

¿Pero quién es este… Prigozhin ? Su escueta biografía que se difunde en la prensa extranjera señala que san petersburgués como Putin, por latrocinios enanos fue condenado a 12 años de prisión firme y una vez redimido empezó su aproximación al poder como ejecutivo del Concord Catering, un servicio de comidas para las escuelas y las cantinas oficiales, incluyendo la mesa presidencial, de ahí que lo apodaran como “el cocinero de Putin”. Su iniciativa de formar el grupo Wagner, como reflejo de la Legión Extranjera francesa, marchó paralelamente a una gigantesca planta de fabricación de troles y memes elaborados por guerrilleros digitales, muy apetecidos en la batalla comunicacional contra el adversario de Kiev. Todos sus emprendimientos, por cierto exitosos, tienen su cuartel general en aquel paquebote de 23 pisos en San Petersburgo, desde donde se imparte las instrucciones para las contiendas en las trincheras o en las computadoras. Quien lo conoce y ha tratado a Yevgeny Prigozhin, concuerda en confirmar su personalidad sin escrúpulos, ostensiblemente déspota con sus subordinados a quienes manipula por el terror. Con ese propósito circula cándidamente varios videos que registran los castigos de barbaridad medioeval que él mismo ordena perpetrar. Lo singularmente extraordinario, es la potestad que ha adquirido para reclutar a los combatientes de Wagner, en sonoras giras que realiza por las prisiones de la Federación Rusa, donde llega en helicóptero y ante la formación en fila de los presos, les propone incorporarse a su grupo por seis meses en la línea del frente, con sólidos salarios y al cabo de buenos y leales servicios, la firme promesa de indultos para sus respectivas condenas. La contrapartida es tenebrosa: tolerancia cero a la deserción, so pena de ejecución inmediata.

Su omnímodo poder es tal que no es secreto conjeturar que Prigozhin sería el heredero natural de Putin, ante un descalabro militar en Ucrania o un descenso brusco en la popularidad del actual presidente.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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Memorias de un príncipe feliz

/ 4 de febrero de 2023 / 02:25

El primer día de circulación en 16 idiomas se vendieron dos millones y medio de ejemplares que incluyen la traducción del inglés al español, bajo el titulo errado de La sombra, mientras el original Spare se ajusta más a El suplente o si se quiere El repuesto. Con todo, las cerca de 500 páginas contienen los recuerdos palaciegos —entre otros— del segundo hijo del rey Charles III conocido como Harry, duque de Sussex cuyo hado por fatalidad biológica lo destinará invariablemente a ser el “Plan B”. El best-seller trata de relatos que exudan una candidez conmovedora, usando términos coloquiales nutridos de la jerga o slang londinense. Ese texto permitirá al lector recorrer los sórdidos recovecos de las diversas residencias reales, visitar los 50 dormitorios de Balmoral y algunas más modestas viviendas que también destellan el oropel respectivo. En aquel cuadro pasa su infancia pegada a William, su hermano mayor que, con el tiempo, se convertiría en su enemigo agazapado, sin saberse cuál de ellos es Caín. El 31 de agosto de 1997, la muerte trágica de Lady Diana, su idolatrada madre, cambiará por siempre jamás el curso de su vida y de su salud mental en la búsqueda de ubicación en un mundo que juzga ajeno y hostil que, desamparado, deberá enfrentar desde sus 13 años. Primero, se resiste a creer la noticia y en su tierna cabecita pelirroja incuba la idea que Diana ha falsificado su fallecimiento, que está viva, oculta de los detestables paparazzis, por quienes su odio visceral perdura porque la persecución tenebrosa a la caza de noticias continúa —ahora— como sombra de sus propios pasos. Un ambiente de misterio y desconfianza rodea su entorno familiar, con un padre inodoro, incoloro e insípido que le dice “quién sabe si yo soy realmente tu papá”, broma que el joven duque se apresura a aclarar que el también pelirrojo James Hewitt, comenzó a ser amante de su madre solo dos años después de su nacimiento. Su primera excursión a Botsuana es un acariciado sueño, un escape, la ilusión de vivir normalmente, así inicia su tropismo africano. Poco afecto a los estudios duros, encuentra en su inserción en el ejército la vocación deseada y su asignación al rudo combate en Afganistán le sirve para desfogarse de sus frustraciones cuando aprieta los botones bélicos para matar 25 talibanes con tiros certeros. La pérdida de su virginidad entre viejas piernas, no impide su impulso febril hacia amoríos fugaces que no arriban a buen puerto. Llega el matrimonio de su hermano William con Kate, motivo para que los tabloides —por analogía— especulen acerca de su prolongada soltería hasta insinuar que podría ser gay. Recuenta con minucia los eventos sociales más relevantes en los que le toca participar luciendo los blasones de su nobleza, en tanto que, paralelamente, su quehacer cotidiano no se diferencia mucho de cualquier mozo de su edad que hace sus compras en los supermercados de la vecindad y pone a secar sus ropas sobre el radiador. No esconde otras intimidades como la avería que lo agobia por su pene refrigerado en aquella excursión al Polo Norte, ni tampoco su afición a olfatear drogas o a consumir alcoholes varios, con preferencia tequila.

Atribuye al espíritu de su madre el feliz encuentro con quien sería el amor de su vida, su hada madrina, después su mujer y luego la madre de sus hijos: Meghan Markle, actriz estadounidense, de madre afro-americana, divorciada, que resultó ser la causa de su mayor distanciamiento con la familia real, particularmente por la animadversión con su cuñada Kate. Harry atribuye atisbos de racismo y de celos por espacios que se disputan entre los miembros de la realeza. La nueva pareja harta del asedio de la prensa, de la indiferencia familiar y de la tacañería fiscal y parental decide autoexiliarse primero a Canadá y luego a Estados Unidos, donde encuentra el paraíso del anonimato, aunque ello suponga el renunciamiento a sus títulos y canonjías nobiliarias. Allá, lejos del mundanal ruido, el príncipe podrá dejar de frecuentar el tratamiento psiquiátrico al que se sometía para vencer los traumas que le dejó la desaparición de Diana, a quien recuerda en cada línea de sus memorias y cuyos cabellos conserva en una pequeña caja.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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