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Sunday 13 Oct 2024 | Actualizado a 23:09 PM

Bolivia y el mundo

Estamos en un nuevo tiempo geopolítico en el que cada país busca su hoja de ruta internacional unilateralmente

/ 12 de agosto de 2019 / 00:16

Ni los unos ni los otros logran entender la política exterior de Bolivia. Todos están sorprendidos por tanta eficacia, pero no acaban de descifrar cómo se hace lo de compatibilizar tantas relaciones aparentemente contradictorias entre sí. La razón de tanto desconcierto es bien sencilla: se siguen analizando las relaciones exteriores desde un paradigma obsoleto, basado en la idea de que “el enemigo de tu amigo ha de ser tu enemigo”. Y eso ya es agua pasada.

La transición geopolítica sigue su curso. El mundo jamás se detiene y mucho menos en lo que concierne a las relaciones entre países. El contexto geoeconómico global marca y condiciona el devenir de la forma en la que se relacionan los países. En época de “vacas flacas” el proteccionismo resurge con más fuerza. Véase por ejemplo lo que hace el mismo Trump. La contracción del comercio mundial en la última década es un hecho irrefutable que empuja hacia un mayor “darwinismo” como premisa básica para la inserción económica de los países en el mundo. Cada quien se lo busca como puede.

Pero no todo es geoeconómico. Existe también una nueva época de relaciones geopolíticas en la que los bloques cada día son más débiles. Son menos homogéneos. Y un buen ejemplo es lo que sucede al interior de la Unión Europea, donde se observa cómo hay grandes diferencias en muchos temas claves, como así ocurre con el acuerdo comercial con el Mercosur. Si nos aproximamos a América Latina también advertimos cómo cada día hay una mayor dificultad para tratar homogéneamente cualquier asunto internacional al interior de cada bloque. Esto ocurre tanto en un lado como en el otro, tanto en la Alianza del Pacífico como en el ALBA. Estamos en un nuevo tiempo geopolítico en el que cada país busca su hoja de ruta internacional unilateralmente, sin que ello signifique renunciar a alianzas con socios preferentes.

Es justamente esto lo que debemos entender. Sería un error garrafal tratar de explicar las relaciones internacionales con los principios de la Guerra Fría, amparados en un marco lógico dicotómico; estás en este bando o en el otro y, por supuesto, siempre excluyentes entre sí. No, ya no estamos bajo ese viejo paradigma. Y quien mejor lo demuestra es Bolivia, que mantiene relaciones efectivas con todo el mundo, con diferentes tonalidades e intensidades. Adapta cada relación con el otro según cada necesidad, sin ninguna renuncia a sus propios principios. Tiene claridad absoluta sobre su línea roja con base en la soberanía, pero no necesita recordarla cada vez que se sienta en una mesa de negociación. Seguramente, por haber entendido muy bien qué es lo que toca hacer en estos nuevos tiempos históricos, Bolivia es el país con menos rechazo por parte del resto de países de la región latinoamericana.

Evo Morales puede sentarse en la misma mesa con Duque (Colombia), Abdo (Paraguay), Vizcarra (Perú) y Macri (Argentina), al mismo tiempo que va a visitar a Maduro (Venezuela) o Díaz-Canel (Cuba); puede recibir la visita de Almagro (OEA) de la misma manera que es recibido por Putin (Rusia). Es respetado en la Unión Europea y también en Oriente Medio, Turquía e India. Es capaz de acordar financiación con la CAF y el BID en paralelo a sus convenios con China.

Esta gran variedad de relaciones no son equidistantes entre sí. Es decir, no con todos se tiene el mismo grado de sintonía y lealtad, ni mucho menos. Existen infinidad de matices en cada relacionamiento. Hay prioridades diferentes, tipologías distintas. No es lo mismo la relación comercial que Bolivia debe tener con Brasil y Argentina, más allá de las afinidades ideológicas, que la relación más política que pueda tener con otros socios. No es lo mismo la relación de conveniencia que pueda tener con instituciones supranacionales de las que requiere el aval en vísperas de elecciones, que las que tenga en base a otras alianzas ideológicas.

Bolivia ha logrado tejer virtuosamente una gran matriz de relaciones con el mundo. Compleja y heterodoxa, donde caben todos sin ceder soberanía, la política exterior de Bolivia en estos años ha logrado una gran amplitud, sin exclusiones, pero sí con prioridades, haciendo compatible lo que parecería imposible. Evo Morales demuestra, una vez más, que sí hay alternativa, también en lo que atañe a las relaciones exteriores.

* es doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), con sede en España.

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El Antimileísmo en Argentina

/ 11 de octubre de 2024 / 06:05

Milei es ‘hijo’ del caos y, paradójicamente, en muy pocos meses, ha pasado a ser el ‘padre’ del nuevo orden de la política argentina.

¿Cómo lo ha logrado? De una manera muy sencilla: ha puesto de acuerdo a una gran mayoría en su contra. A día de hoy, el ‘antimileísmo’ emerge como la principal identidad política en el país.

Este es el nuevo eje ordenador: casi todos en contra de Milei, tanto por su estilo como por sus decisiones.

Por un lado, están las formas del presidente, que agotan y cansan. Los insultos molestan. Las excusas aburren. Sus cálculos no son creíbles. Y la consecuencia es inmediata: se le hunde el rating, se le cae la confianza, baja su imagen positiva.

La comunicación actual de Milei es más propia de un panelista-opositor en campaña que la del máximo mandatario de un país que tiene la responsabilidad de resolver problemas cotidianos. La comunicación que le resultó útil para llegar hasta aquí será la misma comunicación que lo va a sacar de aquí. Es decir, estas formas disruptivas no sirven para esta nueva etapa, salvo que tengas buena gestión y acertadas decisiones. Hoy en día, por su nueva función, su rol esperado es otro. Su manual de distracción ya no distrae. La ciudadanía argentina quiere soluciones cuanto antes y menos chamullo.

Por otro lado, está el fondo de lo que dice y hace. Y en este plano, el de las contenidos y propuestas, no sintoniza con la gran mayoría. Ni los recortes sobre los jubilados, ni el ataque contra la universidad pública, ni el cierre de hospitales. Ninguna de estas propuestas, por citar los tres ejemplos más recientes, se corresponde con el sentido común del pueblo argentino. Ni siquiera son avaladas por una buena porción de sus electores de la segunda vuelta, que no le votaron para esto.

Milei se va quedando solo porque ha decidido abandonar a todos, salvo a unos pocos; y también ha decidido darle la espalda a un corpus ideológico consensuado en el país. Milei opta, definitivamente, por abrazarse a su minoría intensa antes de llegar a su primer año como presidente.

Este fenómeno se observa en cualquier encuesta y en cualquier focus group. Y, además, se percibe en la fragmentada clase política argentina. Cada día es más habitual encontrar posturas comunes en un arco opositor altamente heterogéneo que se junta únicamente a través de un cordón umbilical: estar en desacuerdo con lo que hace Milei. Por ello, nos podemos topar en una marcha de manera sorpresiva a la izquierda tradicional, algún sector del PRO, radicales, peronistas K, peronistas no K, organizaciones sociales que llevaban tiempo sin hablarse, y mucha ciudadanía espontánea que votó a unos y a otros. Todos juntos por estar en contra de alguna medida tomada por Milei. El Frente Antimilei crece y se consolida.

El actual Gobierno está atravesando su propio punto de inflexión. Creyeron, equivocadamente, que tenían apoyo político para siempre. Se confundieron. Lo que verdaderamente tenían era un respaldo electoral momentáneo en medio de un gran estado de desorden y confusión, unido a una fuerte crisis de representatividad. Algo parecido le pasó a Macri en su Gobierno. Se sobrevaloró a sí mismo mucho más de lo que realmente valía. Y así le fue.

Como en la película Birdman, Milei sigue atrapado en su propio personaje. Continúa siendo aquel panelista forofo y gritón, capaz de decir cualquier cosa, sin más responsabilidad que la de criticar a diestra y siniestra, y sin necesidad de demostrar nada. Esta tarea se le daba bien. Pero no todo buen candidato es un buen presidente. Aún menos si persiste en su condición de candidato. 

En definitiva, cualquier persona que quiera constantemente bailar justo en el medio de la pista, se arriesga a que le pueda salir bien o mal. Lo seguro es que no pasa desapercibida. Estar en la centralidad de la agenda exige mucho. Exige hacerlo bien ante la mirada de todos. Y lo que va demostrando Milei es que los aplausos están llegando a su fin.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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Radiografía del votante de MORENA

/ 26 de septiembre de 2024 / 06:25

No son muchos los países que pueden contar con una elección presidencial en la que una candidatura llega al 60% de los votos en primera vuelta, con una ventaja de más de 30 puntos respecto a una coalición conformada por partidos históricos y, además, con un presidente saliente que termina su sexenio de gestión con una imagen positiva altísima.

En este país, por cierto, todos estos indicadores de respaldo hacia una misma fuerza política son alcanzados a pesar de un Poder Judicial en contra, de unos medios de comunicación mayoritariamente hostiles, de un Poder Económico que tampoco juega a favor, y de un vecino todopoderoso en el Norte con injerencias constantes. 

Este país se llama México. El proceso, la 4T (Cuarta Transformación). El movimiento, MORENA. Su líder, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Y su sucesora y próxima presidenta, Claudia Sheinbaum.

Con este escenario político como telón de fondo, en CELAG DATA nos hemos propuesto tener un termómetro de lo que piensa la militancia de este espacio hegemónico; sus votantes y simpatizantes. Para ello, hemos llevado a cabo una consulta, realizada entre el 13 y el 22 septiembre, con 8.000 casos.

(Aclaramos: no es una encuesta útil para inferir lo que piensa todo México, porque no es representativa de toda la sociedad. Es únicamente válida para conocer qué cree la ciudadanía afín al oficialismo).

Los principales hallazgos son los siguientes:

1. Lo más valorado de lo logrado en el sexenio 2018-2024 es todo lo que tiene ver con políticas sociales (43,6%) y empleo y mejora económica (30,4%).

2. En política exterior, resalta como positivo la relación diplomática con Estados Unidos (44,9%), seguido de la relación con los líderes de la izquierda regional (25,1%).

3. Máximo apoyo a las grandes obras del Gobierno de AMLO (83,2%).

4. Sobre el futuro de AMLO, no lo quieren fuera de la política mexicana: el 44,5% pide que intervenga cuando el nuevo Gobierno lo requiera y un 33,6% quiere que participe activamente en la política.

5. Las palabras más recurrentes para describir a MORENA son: Cambio, Transformación, Esperanza, Bienestar, Justicia, Pueblo, Humanismo, Democracia y Justicia Social.

6. En relación a Claudia Sheinbaum, las sensaciones dominantes son Transformación (60%) y Esperanza (25%). Las que menos, Renovación (7%), Incertidumbre (4%) y Moderación (3%).

7. Como principal virtud, se le reconoce su lealtad política a la 4T (35,8%) y su alta formación técnica (19,1%).

8. El principal reto del próximo Gobierno es luchar contra la inseguridad (35,6%) y terminar con la corrupción (26,8%).

9. Hay una mayoría que desea que la próxima presidenta continúe con las Mañaneras: 71,1% a diario y 23,6% una vez a la semana.

10. En relación a quién es el principal opositor de la 4T, las opiniones están más divididas: el 30,6% considera que son algunos grupos económicos, el 23,1% el Poder Judicial, el 22,2% la coalición PAN-PRI-PRD y el 13,2% algunos medios de comunicación.

11. Acuerdo total de que el Poder Judicial es de corruptos y privilegiados (88,2%). Y mismo acuerdo existe sobre lo conveniente de que la elección de las autoridades sea por voto popular.

En definitiva, se observa una gran sintonía entre lo que hace y propone la conducción, y lo que piensa y exige su electorado. Esto constituye una fortaleza para el proceso.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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La inflación en la era Milei

Alfredo Serrano Mancilla

/ 22 de septiembre de 2024 / 07:33

¿Saben cuál es la inflación promedio mensual en los años que gobernó Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en la Argentina? ¿Es mayor o menor que el último dato de inflación celebrado por Javier Milei?

Ya sé que me dirán que las cifras del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) estaban trucadas en aquellos años. Por tal razón, y para evitar entrar en una discusión que no viene al caso en este momento, tomaremos como referencia los mismos datos que ha usado The Economist para reemplazar las estadísticas oficiales; es decir, los cálculos procedentes de la consultora privada PriceStats (con un marco ideológico absolutamente opuesto al gobierno K).

¿Qué piensan? ¿Será el 4,2% del mes de agosto un registro tan bueno como presumen?

Hagan apuestas.

Si tomamos en cuenta el periodo diciembre 2007/diciembre 2015, la inflación promedio mensual —según la fuente mencionada— es del 1,9%. O sea, menos de la mitad que el mejor dato de Milei (4%, en el mes de julio).

Otro dato: el gobierno de CFK tardó 52 meses en alcanzar la inflación acumulada por Milei en nueve meses.

En definitiva, los datos de inflación de Milei no son nada halagüeños, por mucho que insistan en repetirlos una y mil veces. Un promedio mensual de 4% es per se un registro malísimo. Pero aún es peor si este porcentaje se calcula sobre una base muy elevada (y creada por él mismo).

Lo explico de una manera más sencilla a partir de un ejemplo real: si en los primeros cinco meses de gobierno el precio de un litro de leche de sachet pasa de 457 a 1.276 pesos, y en tus siguientes cuatro meses de gobierno llega a 1.353 pesos, ¿se debería estar contento por la ‘desaceleración’ en el incremento del precio de este bien básico?

La respuesta es de sentido común: no, de ninguna manera.

No hay ningún motivo para estar satisfecho con esta ‘desaceleración’. Primero, porque el precio siguió creciendo en los últimos meses. Segundo, porque ese crecimiento se hizo sobre un salto fortísimo provocado en los primeros meses.

Además, no hay que olvidar que, para lograr este mal dato de inflación, el gobierno de Milei ha forzado una feroz contracción económica acompañada de un cruel empobrecimiento para la mayoría de la sociedad argentina.

Y todo este plan lo implementa bajo una premisa innegociable: la inflación se explica exclusivamente por el déficit financiado por emisión monetaria. Esta cuestión también carece de rigor, porque todo fenómeno económico es multicausal y es infinitamente más complejo que un estúpido modelo de equilibrio parcial de la economía neoclásica (únicamente válido en la inexistente isla Robinson Crusoe).

Hay millones de ejemplos en el mundo que invalidan esta relación simplista. No siempre ocurre que, a menor déficit y menor emisión, la inflación cae. En rigor, habría que decir que ‘depende, todo depende’. Depende de múltiples factores, como el tipo de cambio, la disponibilidad de dólares, el grado de concentración de la oferta y sus canales de distribución, etcétera.

Sin embargo, el cualquiercosismo de Milei lo soporta todo. Es decir, se puede decir cualquier cosa sobre los precios, su magnitud y sus causas. ‘Miente, miente y miente que algo queda’. Éste es el mantra en el que confía Milei para ganar la batalla cultural. Pero cada vez lo tiene más cuesta arriba. Porque la mentira siempre tiene un límite: la realidad. Y la realidad, la de la gran mayoría de los hogares argentinos, dice otra cosa sobre los precios y lo carísimo que está todo.

Alfredo Serrano Mancilla
es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

Mariana Dondo
es doctora en Ciencias Sociales, Celag Data y profesora UNRN.

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¿Quién ganará las próximas elecciones en Ecuador?

/ 28 de julio de 2024 / 03:11

No tenemos la respuesta certera a esta relevante pregunta, pero sí hemos encontrado muchas pistas sobre lo que pudiera suceder en la próxima cita electoral presidencial en Ecuador.

En Celag Data, después de 53 encuestas realizadas en América Latina, en ocho países, en estos últimos cinco años, consideramos que los estudios cuantitativos más precisos para estimar con mayor precisión el comportamiento electoral son los que se realizan con una cierta distancia del día de la votación. ¿Por qué? Fundamentalmente, porque el resultado electoral se explica mejor desde la Política, en mayúsculas y en todas sus dimensiones: identidades políticas que son verdaderos surcos profundos de cada sociedad, sentidos comunes que ordenan preferencias sociales e ideológicas, preocupaciones cotidianas, horizontes que están en disputa, etcétera.

Indudablemente, la campaña electoral importa, pero mucho menos de lo que presuponemos. La vertiginosa coyuntura siempre provoca una relativa ceguera de perspectiva en todo proceso político.

Y por ello, una encuesta de cierto calado político y social, menos sometida al estrés electoral, nos ayuda mejor a entender lo que se avecina en cuestión de votos.

Nuestra última encuesta Celag Data para Ecuador (presencial, con 2.140 casos, en todo el país) nos da claves importantes:

1) El país no funciona. La economía no va bien: el 56,7% cree que el país atraviesa una fuerte crisis. No hay confianza en que hacia delante la situación vaya a mejorar (57,1%). Solo una minoría (35,5%) considera que el FMI sea una buena solución para estabilizar la economía. Por su parte, en materia de seguridad, tampoco hay una sensación de mejora: para un 72,3% la inseguridad no mejoró en sus barrios. Y la mayoría de las instituciones no gozan de mucho apoyo. El Poder judicial tiene una imagen negativa muy alta (65,3%); la Asamblea y los bancos, también (65,4% y 50,1%).

2) Noboa ha comenzado su declive. Hace ocho meses que gobierna y hay muestras inequívocas de pérdida creciente de confianza. Por ejemplo, solo un 16,1% sostiene que la gestión económica es buena (el 42,1%, regular; y el 41,2%, mala). Otro dato en este mismo sentido: el 57,1% considera que el actual gobierno “no podrá mejorar la situación económica del país”.

La evaluación general de su gestión no es mucho mejor. Los datos son muy similares. Y algo muy parecido ocurre en la lucha contra la inseguridad (la valoración buena es de 21%). Además hay otro dato importante: el 64% de los ecuatorianos está en desacuerdo con el incremento de impuestos al combustible y del IVA para luchar contra la inseguridad. La imagen negativa (49,8%) de Noboa ya es superior a la positiva (43,2%).

3) El correísmo está fuerte. En cuanto a las opiniones sobre Rafael Correa, su imagen positiva asciende al 46,6%. Es un valor muy alto luego de tantos años de estar en el centro de la escena política. Es importante resaltar que entre los jóvenes, su imagen positiva es aún mayor. Las evaluaciones sobre su gestión como presidente son mayoritariamente positivas: un 45,8% señala que fue “Buena”, frente a un 37,1% que la califica como “Regular”, y solo un 14,4% afirma que fue “Mala”.

4) El futuro y la nueva Constituyente. La crisis de representatividad de la clase política es un fenómeno sin discusión: el 67,3% afirma que la clase política vive en su burbuja, alejada de los problemas de la gente normal. En este momento, luego de estos años de gran deterioro social, económico y político, los ecuatorianos quieren un cambio. Y que no sea un cambio cualquiera.

Respecto de la posibilidad de realización de una Asamblea Constituyente, el 49,8% afirma que sería una buena herramienta para mejorar el país, frente a un 39% que señala que el país no la necesita. Y por último, otro dato fundamental para adivinar lo que pudiera pasar en la próxima elección presidencial en Ecuador: hay más gente que cree que lo peor que podría pasarle al país es que “Gane la derecha” (43,4%), frente a un 38,4% que considera que sería que “Gane el correísmo”.

Parece que el péndulo en Ecuador está comenzando a moverse en otra dirección. La derecha ya demostró que no sabe gobernar, es injusta e ineficaz; y usar el odio como base movilizadora tiene sus límites en la realidad cotidiana que no mejora. Y por tanto el recuerdo de lo que fue un país mejor comienza a ser una opción deseada para un futuro inmediato.

 Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Celag. 

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Sintonía con las reformas de Petro

Alfredo Serrano Mancilla

/ 22 de junio de 2024 / 08:19

La mejor forma de evaluar el grado de solidez de un Proceso de Cambio es analizar el cambio de los sentidos comunes de una sociedad. Y en Colombia esta transformación se está produciendo.

Según la última encuesta de Celag Data (presencial, en todo el país y 2.036 casos), la ciudadanía en su mayoría coincide con los ejes programáticos del cambio que ha venido proponiendo su presidente, Gustavo Petro.

En lo laboral, casi dos tercios están a favor de una reforma que mejore las condiciones de trabajo. En pensiones, este mismo porcentaje está a favor de una reforma que garantice que todos los colombianos tengan derecho a una pensión de vejez, aunque no hayan podido hacer los aportes. En salud, la mitad de la ciudadanía está de acuerdo con la decisión de que el Estado intervenga las EPS (el 40% estaría en contra). En relación al precio de las tarifas energéticas, casi el 70% considera que el Estado debe intervenir y regularlas. Y, por último, el 63% cree que es mejor reemplazar la explotación de petróleo y gas por energía renovables.

Petro está cerca de completar sus dos primeros años como presidente y sigue contando con un respaldo mayoritario a sus propuestas, a pesar de lo que pregonan ciertos medios de comunicación, que continúan disociados de lo que piensa la gente en la calle.

Esta es su mayor fortaleza para sostener ese nivel de aprobación notable sobre su gestión gubernamental (en general, en economía y en políticas sociales); y también en mantener una imagen positiva del 42% (que es de las más altas entre los presidentes latinoamericanos a estas alturas del mandato).

Este valor contrasta con la baja imagen positiva de todo el arco opositor. Uribe posee una imagen favorable del 28% (61% de negativa); la periodista Vicky Dávila tiene una imagen positiva del 23% (47% de negativa); y las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia no llegan ni al 15%. La única con más imagen positiva es la exalcaldesa de Bogotá Claudia López, con un 31%, pero viene perdiendo fuelle desde hace tiempo.

La ciudadanía, cuando es consultada por cuál es la verdadera oposición al actual Gobierno, sigue creyendo que es el uribismo (36%), seguido del poder económico (13%) y algunos medios de comunicación (12%).

Y, por último, es importante destacar otro aspecto crucial en relación a las formas de hacer oposición: la mayoría colombiana cree a Petro cuando éste afirma que hay sectores que están queriendo dar un golpe blando en su contra (52,7%).

En definitiva, la fortaleza del este Proceso de Cambio está en que sintoniza con demandas sustanciales de la sociedad.

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