Francia, entre Rusia y el G7
Macron sostiene que Rusia debe reencontrar su sitio no solo en el G7, sino también en el continente europeo,
Entre bastidores del preparativo para la próxima reunión del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido), que se realizará del 24 al 26 de agosto en la ciudad gala de Biarritz, tuvo marcada significación la visita de Vladimir Putin a Emmanuel Macron, el 19 de agosto, en su residencia estival de Bregancon.
Como el ruso será el gran ausente del conclave de las naciones más ricas del planeta, deseaba trasuntar sus inquietudes en la agenda internacional por intermedio de su homólogo francés, siempre presto a abrir una puerta a Moscú para su retorno al exclusivo club, del que fue excluido en 2014, luego de la anexión forzada de Crimea al seno de la Federación Rusa.
Como epílogo del encuentro, Macron evocó la anterior visita de Putin a Versalles, en 2017, cuya bienvenida fastuosa fue solo comparable a aquella reservada a Pedro el Grande, cuatro siglos antes. Ahora, en esta ocasión, se revisaron las crisis que enfrenta el mundo, comenzando por el riesgo de abrogación del pacto nuclear signado en 2015 con la república teocrática de los ayatolas, el cual se ha visto herido de muerte tras el alejamiento unilateral del gobierno de Trump de este convenio, tan laboriosamente logrado.
No pudo faltar en el menú la cuestión de Ucrania, aunque con el advenimiento del nuevo presidente Zelinski se abren frescos horizontes de acomodamiento. En Siria, donde la influencia rusa es determinante, los europeos aguardan su cooperación para mitigar el uso excesivo de la fuerza gubernamental para consolidar el control de las zonas rebeldes, particularmente en la ciudad de Idlib. En tanto que en Libia, Francia ejerce de amigable componedor entre las partes en pugna.
En todos estos conflictos la posición rusa es, efectivamente, insoslayable. En otro nivel se discutieron tópicos como el armamentismo y la seguridad colectiva, el Acuerdo climático de París (que Rusia acaba de ratificar), la preservación del Ártico frente al calentamiento global, y la crisis del multilateralismo, que exige la recomposición del orden internacional.
Naturalmente, aparte de los puntos de la problemática mundial, los presidentes también se ocuparon de revisar las relaciones bilaterales de París con Moscú y de la Federación Rusa con la Unión Europea. En esa avenida, Putin no pudo encontrar un mejor abogado que Macron, quien sinceramente sostiene que Rusia debe reencontrar su sitio no solo en el G7, sino también en el concierto del continente europeo, porque el galo aspira a “una Europa que vaya desde Lisboa hasta Vladivostok”.
En este temperamento, Emmanuel Macron, quien queda como el portaestandarte de los caros intereses europeos con el próximo alejamiento de la canciller Angela Merkel, declaró que era preciso “reinventar una arquitectura de seguridad y de confianza entre Rusia y la Unión Europea”.
En el comunicado final del encuentro, con el fin de edulcorar sus avances románticos con Putin, el Mandatario francés incluyó frases de optimismo para que las libertades fundamentales de los ciudadanos en Rusia, como la libre locomoción, la facultad de expresar opiniones divergentes a las oficiales y de reunión irrestricta, sean tan respetadas como en el resto de los países europeos. Con esas manifestaciones augurales, Putin podría esperar que el G7 evolucione nuevamente hacia un G8.
* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia