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Reconocer la crisis ambiental

Todos los años en esta época sentimos dolor y hacemos un mea culpa al ver cómo los incendios forestales arrasan de manera violenta y sin control parte de nuestra Madre Tierra. Hoy, la Chiquitanía es un escenario oscuro y triste, con miles de hectáreas quemadas y comunidades indígenas afectadas por el fuego. Según estimaciones de la FAN, hasta el 27 de agosto, los incendios forestales han arrasado aproximadamente 2,1 millones de hectáreas en toda Bolivia, principalmente en Santa Cruz y Beni.

Este panorama aún persiste. La sequía, los fuertes vientos y la baja humedad en la vegetación aumentan el riesgo de incendios para los próximos meses. Empero, podemos ver el lado positivo de este escenario, por fin nos damos cuenta de que estamos poniendo en riesgo el planeta con nuestros hábitos de vida, de consumo; y que el insaciable e insatisfecho vivir del ser humano es un reflejo de todo lo que está pasando.

En efecto, los incendios han develado una crisis ambiental que, hoy más que nunca, desnuda el gran daño que le estamos causando a la Tierra. Es en estos momentos cuando debemos confluir en un mismo objetivo, sin colores ni aspiraciones personales; debemos ponernos de acuerdo en buscar intereses comunes y no aspiraciones personales. Urge comprender que los bosques nos necesitan, que estos pulmones verdes, que hoy están siendo dañados, necesitan de sus habitantes para sobrevivir.

Hoy nos sentimos más afectados porque el escenario es mediático. Sin embargo, es tiempo de trabajar por una gestión integral del bosque, con acciones y actores conectados, que impulsen un proceso de restauración holístico y sostenible. No se trata de ser “sostenibles” hoy, sino de desarrollar una vida sostenible en todo sentido, y reconocer que los problemas ambientales son nuestros problemas. Por otra parte, debemos entender que una conciencia ambiental implica temas tan simples como la basura que dejo en la calle, hasta asuntos más complejos como el cambio climático, que está desencadenando sequías, inundaciones, incendios y otros eventos extremos.

Por último, debemos reconocer que nuestra supervivencia no depende del crecimiento económico, sino que debe basarse en aprender a vivir bien dentro de los límites ecológicos del planeta, bajo un modelo de desarrollo en el que prime la calidad y no el nivel de vida. Los recientes incendios forestales son una llamada de atención gigante, que debería impulsarnos a desarrollar acciones de prevención y a estar preparados para eventos climáticos de semejante magnitud, bajo la premisa de que si bien contamos con la capacidad técnica para enfrentar este desafío, nos hace falta articular esfuerzos y la gestión entre todos.

* Directora de comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).