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El voto incendio

El feroz ingreso de los incendios en la Chiquitanía como suceso de campaña electoral ha copado la agenda de los comicios, con el propósito (no declarado) de ganar votos o conservarlos. Se avivó también el intercambio de mensajes y, en especial, de acusaciones entre candidatos y sus vocerías. Todo sirve: la campaña hoy juega con fuego. Y se miran/esperan datos de estudios de opinión para conocer el impacto que tendrá, si acaso, el dramático hecho en las preferencias electorales. Cuenta regresiva.

En los estudios sobre comportamiento electoral existen diferentes enfoques y esfuerzos por identificar las variables (coyunturales, culturales, estructurales) que explican la decisión de quienes votan en las urnas. ¿Cómo se definen sus preferencias? Algunos hablan de conducta de grupo; otros, de predisposición y actitudes individuales; y están los que asocian la decisión del voto al mero cálculo racional de utilidad. Entre la adhesión identitaria y el voto estratégico habitan variedad de grises.

En la tradición electoral boliviana se suelen nombrar, con más intuición que datos, diferentes clases de voto. Los más conocidos son el “voto a ganador” y el “voto útil”, asociados a la idea de evitar el desperdicio. Es recurrente también el “voto cruzado”: presidente de un partido, uninominal del otro. Y se registran casos de “voto castigo” contra el mal gobierno; “voto leal”, por un caudillo; “voto pena”, ante alguna pérdida; y hasta el “voto calzón”, a favor de algún candidato con jopo.

Pregunta sin rigor: ¿en los comicios del 20 de octubre se estrenará en Bolivia el “voto incendio”? En principio puede esperarse que, dada la magnitud/visibilidad de la tragedia (globalizada por la Amazonía brasileña y atizada por la campaña), haya incidencia en la votación, en especial en electores urbanos con sensibilidad medioambiental, el electorado cruceño y los indecisos. Pero tal efecto no es lineal ni automático. La Chiquitanía importa, cierto, pero no parece que vaya a ser determinante.

Más allá de la quema forestal como suceso de campaña que, como se dijo, concentra hoy la agenda político-electoral, preocupa que a solo seis semanas de los comicios el necesario debate programático (plural) se haya reducido al monólogo o, peor, al ejercicio de imputaciones. Y es más crítico todavía que la conversación pública (informada) haya sido desplazada por la hoguera de las presunciones, en especial en ese microclima llamado redes sociodigitales. El voto merece mejores argumentos.

José Luis Exeni Rodríguez

es politólogo.