Violencia contra las mujeres
Hacer una política de victimización de las mujeres constituye una posición paternalista y maniquea.
Para hablar de la violencia hacia las mujeres es necesario diferenciarnos de toda la parafernalia que ONG y feministas eurocéntricas hacen del problema, despolitizando y planteando una política de victimización de las mujeres, con el fin de recapitalizar el financiamiento de sus inútiles proyectos, que vienen realizando desde los años 90.
Es cierto que a las mujeres nos golpean y matan hombres cercanos a nuestras vidas. También es cierto que estos hombres, que deberían ser compañeros y hermanos, suelen quedar impunes, social y penalmente, por sus acciones violentas. Todo esto es cierto, pero hacer una política de victimización de las mujeres constituye una posición paternalista y maniquea. Pues no se visibiliza la intrincada trama de cómo se construyen, personal y socialmente, los violentos. Pues no todos los hombres responden de la misma manera al mandato machista de golpear y asesinar mujeres.
Cabe señalar que, cuando decimos mujeres, hablamos de cuerpos y no de género. Estamos hablando de la base material existencial y política de nuestros cuerpos. No de lo que se determina, se ordena o se impone sobre nosotras. Todo ese imaginario social impuesto sobre nuestros cuerpos de mujeres se llama género femenino. Debe quedar claro que mujer no es sinónimo de femenina, y que femenina no es sinónimo de mujer. Son dos cosas diferentes y antagónicas. Lo femenino es lo que la sociedad impone sobre los cuerpos de las mujeres, para subordinarnos al género masculino. La masculinidad son las imposiciones sobre los cuerpos de los hombres.
En estas imposiciones sociales y sistémicas sobre los cuerpos las mujeres salimos más violentadas, pues una de las características impuestas a los cuerpos de los hombres es el dominio machista y violento sobre las mujeres, que debemos ser feminizadas. Feminizadas para admitir estas subordinaciones violentas. Ojo, tanto mujeres como hombres podemos desobedecer estas imposiciones. Las mujeres podemos dejar de ser víctimas feminizadas, podemos defendernos y organizarnos. Y los hombres pueden dejar de ser machistas y violentos, pueden dejar de echar la culpa de su violencia a su mamá o la bebida. Somos responsables de lo que hacemos.
La gran confusión armada entre género y cuerpo responde incluso a los intereses patriarcales de despolitizar las luchas de las mujeres. La intención es diluir y despolitizar los cuerpos de las mujeres en las imposiciones de género. La violencia estructural y machista se da hacia los cuerpos de las mujeres; no importa si están feminizadas o no. Entiéndalo, por eso las mujeres fortalecidas también son atacadas. Por ejemplo, las concejalas y líderes sociales son acosadas y asesinadas frecuentemente.
El Feminismo Comunitario plantea la justicia comunitaria, una justicia en contexto, con gente que conoce a las personas. Es reparadora y no punitiva, es educadora de la comunidad, además de rápida. Estas son algunas ventajas de la justicia comunitaria que propusimos en Sucre el 2016 en la Cumbre de Justicia. Los hombres pueden cambiar principalmente en comunidad y no necesariamente en la cárcel.
Julieta Paredes,
es feminista comunitaria.