Entre ebrios y cavernícolas
Esta semana, siete personas perdieron la vida al volcarse el bus en el que viajaban. Los sobrevivientes contaron que el conductor y su ayudante estaban ebrios. Escuchar estos testimonios provoca varias preguntas: ¿por qué no hicieron algo al respecto? ¿Por qué dejaron que siguieran bebiendo? ¿Por qué permitieron que dos irresponsables jueguen con la vida de los niños que fallecieron? Las protestas y los pedidos de justicia vinieron cuando ya no se podía cambiar tan nefasto resultado. ¿Por qué ningún pasajero actuó para evitar que el bus se vuelque habiendo sido testigos del estado de ebriedad del chofer? Es incomprensible el grado de indefensión al que se someten las personas. Por lo menos una decena de pasajeros no defendieron sus derechos, no hicieron prevalecer lo razonable, lo inteligente.
Tampoco encuentro racionalidad al escuchar a un dirigente médico poner fecha y hora a su apuesta de que la Ley del Cáncer no se cumplirá. ¿Qué tipo de profesional de la salud asegura públicamente que ningún paciente con cáncer recibirá ayuda médica aunque la ley lo ordene? Lo que debería hacer ese representante médico es confirmar que hará todo lo posible y lo imposible por cumplir la ley, puesto que la norma es fruto de años de lucha de enfermos y sus familiares. Es una conquista de padres desesperados por el dolor y la impotencia ante la falta de dinero para que sus hijos reciban ayuda médica. Es el resultado de vigilias, marchas, crucifixiones. Nadie tiene el derecho de matar esa esperanza y defenestrarla en pos de intereses personales.
Y una tercera muestra de irracionalidad llegó de un candidato que a fuerza de insensateces y declaraciones cavernarias pretende dejar de ser un desconocido, para convertirse en postulante a la presidencia de Bolivia. Este señor, cuyo nombre no es necesario mencionar para mantenerlo como innombrable, el martes justificó la violencia de género al decir “la mujer qué habrá hecho como para que el hombre reaccione también de esa manera”. Estas palabras pueden indignar y causar molestia, estupor, enojo o finalmente convertirse en un mal chiste; pero lo preocupante salta a vista cuando alguien más analítico te recuerda que Jair Bolsonaro ganó las elecciones en Brasil haciendo declaraciones tan trogloditas como éstas.
A pesar de estas tres muestras, ¿aún se puede creer en que primará la racionalidad, la sensatez, lo humano? Rotundamente sí. Aún persiste la lucha por la sobrevivencia y allí radica lo más racional, lo más sensato y lo más humano. La esperanza tiene esa esencia y suele ser muy tozuda, para alegría de la gente común y silvestre que vive día a día, a contracorriente de tanta adversidad.
* Periodista.