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Violencia insensata

Lo sucedido el jueves pasado en Santa Cruz de la Sierra es una de las peores señales sobre el estado del espíritu democrático en algunos sectores de la sociedad. El ataque a tres casas de campaña de candidatos del MAS y los enfrentamientos entre los agresores y jóvenes del partido gobernante recuerdan, una vez más, que no todos los que dicen defender la democracia la practican.

Todo comenzó cuando jóvenes del MAS anunciaron una actividad para recaudar dinero en favor de los afectados por los incendios en la Chiquitanía en las rotondas del Segundo Anillo. Esa tarde, decenas de personas identificadas con banderas del 21F se reunieron a los pies del monumento al Cristo Redentor, y desde allí se dirigieron a las casas de campaña masistas, donde causaron grandes destrozos e incluso lastimaron a mujeres y niños, que recibían atención médica en una de ellas.

En la refriega, los atacantes no escatimaron violencia, empleando piedras, palos y hasta petardos no solo contra quienes asocian con el partido en función de gobierno, sino también contra la Policía. La cual al final del día arrestó a decenas de manifestantes y los puso a disposición del Ministerio Público, que finalmente decidió imputar a nueve personas y liberar a las demás.

Los candidatos del oficialismo afectados por los ataques deploraron la violencia y sus efectos. A su vez, el Presidente del Estado calificó los hechos como un “atentado contra la democracia”. Los vocales del Tribunal Supremo Electoral solicitaron una investigación que ayude a dar con los responsables de lo que calificaron como “delitos electorales”. Entretanto, dirigentes cívicos y representantes de los principales frentes opositores deslindaron responsabilidad, y poco menos que justificaron la violencia asociándola con los incendios forestales que afectan el oriente del país desde hace más de un mes y a la negativa gubernamental de declarar “desastre nacional”.

Lo verdaderamente preocupante está en que mientras los dirigentes cívicos justificaban de esta manera la violencia, muchas personas comenzaron a reactualizar discursos regionalistas y racistas que responsabilizan a los “collas” de todos los males; mientras que fueron pocas las voces, especialmente entre los dotados de notoriedad e influencia, que rechazaron tales argumentos, y llamaron más bien a conservar la calma y el espíritu democrático.

Tiempos de incertidumbre y crispación como los actuales posibilitan que cualquier motivo sirva para encender la mecha de la violencia latente; menos por natural predisposición de las personas que por oscuros intereses que alientan discursos que empujan a los violentos a actuar. Y mientras el oficialismo se declara víctima, en la vereda opositora subrayan que el que más se favorece con estos actos es el MAS, olvidando que la violencia no beneficia a nadie, y más bien daña el tejido social.