Las numerosas movilizaciones de jóvenes en favor de medidas efectivas en contra del calentamiento global ponen de manifiesto la prioridad que ha alcanzado este tema para las nuevas generaciones en todo el mundo. Su movilización actual busca presionar sobre los resultados de la Cumbre sobre la Acción Climática, que se realizará el 23 de septiembre en el seno de las Naciones Unidas en Nueva York.

Con el telón de fondo de los desastres naturales de las últimas semanas, representantes de gobiernos, empresarios y sociedad civil abordarán en el encuentro seis áreas temáticas: la transición global hacia energías renovables, infraestructuras y ciudades sostenibles y resilientes, la agricultura y ordenación sostenible de los océanos y bosques, la resiliencia y adaptación a los impactos climáticos, y la convergencia de financiación pública y privada para alcanzar una economía de cero emisiones netas. La presión de los jóvenes pretende superar los magros resultados de los anteriores compromisos internacionales referidos a las relaciones entre los modelos productivos, los recursos naturales y el medio ambiente.

Cabe recordar que dichas preocupaciones empezaron hace seis décadas con la publicación del libro Los límites del crecimiento, del Club de Roma. En las décadas siguientes se llevaron a cabo las primeras conferencias internacionales de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo, en cuyo contexto el Informe Brundtland, de 1987, acuñó la afortunada definición de que es sostenible el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades.

En la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro se adoptó luego un conjunto sumamente ambicioso de documentos y mecanismos, entre los cuales destacan la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo; la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y la Conferencia de las Partes que se reúne anualmente para revisar el avance de los compromisos contenidos en dicha convención.

Por último, en 2015 se establecieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el marco de las Naciones Unidas, y en ese mismo año se adoptó el Acuerdo de París, por el cual la comunidad internacional se comprometió a limitar el aumento de las temperaturas mundiales a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales.

El lento avance de los compromisos mencionados está relacionado, entre otras, con las siguientes cuestiones. En primer lugar, la lucha contra el cambio climático constituye una responsabilidad compartida pero diferenciada de todos los países, debido a que, en su calidad de emisores mayores, son los países más grandes y poblados los que deben hacer los esfuerzos y las contribuciones principales a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En segundo lugar, el calentamiento global se debe, entre otros factores, al uso del carbón y el petróleo como fuentes energéticas desde la revolución industrial de comienzos del siglo XIX. Por eso, los países productores de hidrocarburos y las grandes empresas petroleras son los jugadores primordiales en las pugnas geopolíticas del mundo.

En tercer lugar, los grandes bosques del planeta cumplen con la función de absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, contrarrestando de esa manera las emisiones de gases de efecto invernadero. De ahí resulta que la deforestación en gran escala afecta en primer lugar a las poblaciones indígenas que los habitan y perjudica además la lucha contra el calentamiento global.

Este es el tablero enormemente asimétrico de actores en relación con el medio ambiente. Las actuales movilizaciones globales de los jóvenes podrían cambiar la correlación de fuerzas.

* Es economista.