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La ‘cultura del lugar’

La “cultura del lugar” proviene de la palabra romana “colere”, cuyo significado está relacionado con cultivar, permanecer, cuidar, mantener y conservar la naturaleza en la vida urbana; un principio que debiera motivar a la creación de espacios libres y útiles para el buen vivir del ciudadano.

En el siglo XIX, luego de definir los usos del suelo en la ciudad de La Paz, se determinó que el equipamiento urbano de uso colectivo estuviese complementado con espacios abiertos destinados a la concentración de la población. Posteriormente, en el siglo XX comenzó a presentarse el deterioro del centro histórico y la destrucción de parte del patrimonio del eje urbano de la urbe paceña.

Luego, en el siglo XXI, este problema se profundizó y se extendió a los barrios de Sopocachi y Miraflores. Y en la actualidad, en el sur de La Paz, especialmente en el barrio San Miguel y en inmediaciones de la Av. Ballivián, las zonas residenciales se han tornado en comerciales, y su desarrollo se ha visto acompañado por el incremento de edificaciones en altura, destinadas a departamentos, oficinas y otros.

Con este tipo de cambios, el número de edificios se ha incrementado significativamente y ha inducido a que la ciudad de La Paz se olvide mantener un desarrollo equilibrado, dirigido esencialmente a la vida apropiada de la ciudadanía. Nos referimos a la necesidad de proyectar un porcentaje importante de espacios libres y abiertos acorde con el número de la nueva población asentada en esos lugares.

Este hecho nos obliga a retroceder la mirada al pasado para conectarlo con el presente, por la necesidad de repensar un desarrollo equilibrado entre espacios construidos y espacios abiertos. Si bien es una realidad que La Paz debe crecer hacia arriba (edificaciones en altura), también es preciso (como ya lo dijimos en otros artículos) recuperar espacios abiertos de importantes dimensiones para que esta ciudad no esté abigarrada de edificios y equilibre su crecimiento. Solo así, según nuestra percepción, se mantendría la “cultura del lugar”; vale decir, la mejora de los problemas de densidad construida con propuestas creativas por ejemplo de plazas secas.

También se daría cuenta de que la urbe fue capaz de comprender que la arquitectura y el entorno son parte de una continuidad, contacto y conservación permanente, a fin de que la ciudad siempre invite a habitarla. Sin embargo, para ello deberían replantearse algunas normas urbanas, como aquella sobre los retiros acostumbrados entre edificios. Esos espacios libres deberían estar dimensionados según la altura de las edificaciones, lo que denotaría una verdadera interacción entre la “cultura del lugar” y los espacios útiles para el buen habitar del ciudadano.

Este es un momento que exige recuperar, crear y proyectar espacios abiertos que privilegien y equilibren la vida urbana actual. Lo cual parece ser posible de alcanzar, pues esto se lo ha logrado en otros casos, por ejemplo, con el transporte aéreo.

La “cultura del lugar” invita a comprender la complejidad de las ciudades y a privilegiar el sentido urbano contemporáneo, que llama a buscar formas creativas para solucionar el abigarramiento de construcciones que convierten a ciertas calles en una acumulación de edificios, con lo cual no pueden ni siquiera exhibir la calidad de su diseño.

Para finalizar, es importante dejar sentado que la idea de cultura urbana forma parte fundamental del sentido que debe acompañar al desarrollo de una ciudad, en este caso La Paz.

* Arquitecta