Mamá a los 11
Hace unos días escuché el testimonio de una niña de 13 años. Hablaba sobre los bailes que le gustan, la música que le encanta escuchar, sus actividades favoritas extraescolares. Decía que Historia es su materia estrella, porque la profe es “súper”, no así Matemáticas, ni Física, menos Química. Hubiera sido el reflejo convencional de los gustos y disgustos de una adolescente boliviana, habitante de un barrio de clase media de cualquiera de nuestras ciudades si no terminaba contando que le cuesta negociar sus salidas de fin de semana y feriados con su madre o su hermana menor para que una de las dos se quede con su hijita de 10 meses.
No hay error de cálculo, la niña del testimonio fue madre a los 12 años y quedó embarazada a los 11, cuando comenzó a escondidas una relación con un hombre de 25 años, quien la conquistó con frases “comprensivas” en el Facebook para terminar citándola en una plaza céntrica de La Paz, donde a la tercera salida la llevó a un cuarto de dudosa pulcritud y la convenció de tener relaciones sexuales. Más adelante le dijo que sería bueno que ella tenga otras experiencias y le pidió que se deje filmar mientras tenía relaciones con su amigo. La niña se asustó y huyó antes de entrar al cuarto del “novio”. Para entonces ya tenía las náuseas mañaneras y malestares, anuncio de su embarazo.
Este es uno de los más de 1.000 embarazos en menores de 14 años registrados de enero a julio en el país por el Servicio de Informaciones del Ministerio de Salud. La niña del relato es una excepción, porque continúa estudiando, su madre asumió ese compromiso. Lo que no es una excepción es que esa niña tuvo que ser mamá a una edad en la que no es normal gestar y dar a luz un bebé. La mayoría de los embarazos en niñas entre 10 y 14 años son producto de violaciones dentro de sus propios hogares, teniendo como agresor al padre, padrastro o cualquier otro familiar cercano. También son consecuencia de engaños, falta de información, amenazas, así como poca comunicación con sus padres o cuidadores.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia sexual y el embarazo precoz en la niñez provoca una pérdida de nueve años de vida saludable, generando traumas emocionales que requieren intervenciones a largo plazo que quizás nunca se superen. Las políticas públicas planteadas por los entes gubernamentales para disminuir los embarazos precoces radican en una educación sexual más eficiente, y una normativa contra la violencia sexual que endurezca las sanciones. Son políticas insuficientes o de baja efectividad, porque a pesar de las leyes, estudios y programas implementados desde 2015, aún somos el país en América Latina con el mayor número de embarazos en niñas y adolescentes. Y eso no es bueno para nadie.
* Periodista.