Entre el paraíso y el despeñadero
Las normas jurídicas y tributarias ponen una camisa de fuerza a la hora de ver la factibilidad de un nuevo proyecto.
En las semanas previas a las elecciones, el clima que se vive es cada vez más raro, tenso e intenso; como consecuencia del trajinar político y sobre todo por la capacidad dispar de discernimiento sobre los resultados electorales y las posibilidades reales de cada candidato. En un clima así, referirse a los mensajes contradictorios que el pueblo recibe a través de los medios de comunicación y valorarlos parece no tener sentido.
Me llama la atención el grado exagerado de optimismo que se pretende transmitir en los anuncios del partido en función de gobierno, dando a entender que en el país todo estaría funcionando como un reloj suizo; frente al pesimismo de los opositores, quienes perfilan un futuro gris, inexacto e incluso lapidario para el país. Esta confrontación busca captar el voto de los indecisos, quienes tendrían la “sartén por el mango” a la hora de definir una contienda atípica, en la que las noticias falsas (fake news) están a la orden del día, se direcciona hasta lo que comemos, y los influencers (gente influyente en las redes sociales), al típico estilo del Flautista de Hamelin, llevan multitudes al paraíso o al despeñadero según sea el interés coyuntural.
Por ejemplo, de los tímidos anuncios oficiales de los años recientes de descubrir un “mar de gas”, un “lago de petróleo” o convertirnos en el centro energético del continente hemos pasado a rimbombantes anuncios como que en el país habría en ciernes cinco proyectos mineros de la talla de San Cristóbal. Los proyectos aludidos son conocidos de años anteriores, tienen muy poco trabajo de detalle y sus pronósticos son más bien cautelosos, por la complejidad ingenieril que supone lidiar con las normas jurídicas y tributarias del país. Las cuales ponen una camisa de fuerza a los operadores cuando de ver la factibilidad de un nuevo emprendimiento se trata. Sin embargo, no se puede descartar el esfuerzo al implementarlos con recursos del Estado y tratar de interesar a inversionistas.
También se da por sentado el éxito comercial de las plantas de carbonato e hidróxido de litio del Salar de Uyuni, y ya se consideran etapas primarias de industrialización; cuando en realidad entran en lo que se denomina “química básica”. La cual está regulada por el Art. 73 de la Ley 535 de Minería y Metalurgia, que encarga a la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) desarrollar estos procesos. Sin embargo, no se puede menospreciar, como algunos dogmáticos lo hacen, el esfuerzo de solucionar con la planta de hidróxido (YLB-ACI Systems) la baja recuperación de la planta piloto de carbonato; aunque la solución no sea como para dar saltos de alegría.
Hay un largo camino por recorrer, y como sostengo en un artículo anterior (La Razón 13.06.14), “los dogmas no dan de comer; y las sales allí donde se encuentran, sin la tecnología adecuada para industrializarlas y ponerlas en el mercado en la coyuntura adecuada, tampoco…”. Chile y Argentina también están en la encrucijada que supone dar el salto tecnológico en el momento adecuado y con una perspectiva de mercado viable. Los grandes de la industria (Ganfeng y Albemarle, entre otros), ya están en el “triángulo del litio”, con las barbas en remojo, tratando de llenar las perspectivas de los productores de sales, y a la vez producir competitivamente baterías para autos eléctricos para un mercado ubicado a miles de kilómetros. Hay gente que piensa que se puede, mientras que otros que dicen que es misión imposible.
Al elector le interesan las propuestas que puedan viabilizar los emprendimientos. Aquellos que lo hagan ganarán adeptos, los que solo confronten tendrán el rechazo del electorado.
* Ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.