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Terror en las ocho calles

Los vecinos del barrio paceño de Miraflores, y en particular quienes viven en inmediaciones de la plaza del Estadio, están atemorizados. Las calles de la zona se han convertido en callejones estrechos, semioscuros, casi solitarios. Un lugar ideal para las actividades delincuenciales.

A diario se reportan denuncias de escolares que sufren el robo de sus mochilas, además de golpes propinados por los delincuentes. En los últimos días se reportó el brutal asesinato de un hombre de 32 años y la violación de una joven. Las obras de construcción de una megaobra municipal han convertido a la zona en un recinto de delincuentes y a los vecinos del barrio y la ciudad, en fáciles víctimas.

El Gobierno municipal está construyendo viaductos en la plaza Tejada Sorzano (estadio Hernando Siles) para conectar la avenida Saavedra de sur a norte con las avenidas Illimani y Simón Bolívar. Otro viaducto vinculará las calles Pinilla e Illimani con la avenida Saavedra y la calle Juan Manuel Loza. Las obras empezaron hace un año con la paulatina restricción del tráfico de personas en las ocho calles que llegan a la que conocemos como plaza del Estadio. El tiempo de construcción, estimado inicialmente, es de año y medio.

La construcción se va apropiando de las calles con una cerca que crece y deja apenas un callejón estrecho. Los muros de calamina restringen la iluminación. El poco tránsito de personas ha afectado a los negocios de comida y a otros establecimientos de la zona. Pero, y sobre todo, las obras han expuesto la seguridad física de las personas que se atreven o deben caminar por allí, como es el caso de vecinos y empleados que trabajan por inmediaciones de aquellos parajes.

Los vecinos han dado la alarma, pero ni el Gobierno ni la empresa a cargo de las obras parecen conmoverse. La empresa constructora tiene todo un sistema de vigilancia y control para cuidar sus implementos de trabajo dentro del área cercada. La municipalidad dispone hasta cuatro funcionarios por cuadra para cuidar el cobro de Bs 5 por hora de estacionamiento de vehículos en varios barrios de la ciudad. Uno cobra, los otros están para martirizar y matonear al conductor si éste reclama. Pero por las ocho calles que pasan por el estadio no hay ni un gendarme por la noche. Parecen valer más los bienes de la empresa y las recaudaciones por estacionamiento que la vida y bienes de los vecinos.

Ni se han puesto guardias, ni rondas nocturnas, ni han aumentado la iluminación, ni instalado más cámaras de vigilancia. Tampoco se ha incrementado la vigilancia policial, pese a que en una de las aceras está la oficina de policías para la atención de turistas. Hasta da la impresión de que la Alcaldía y la empresa constructora han abierto una zona libre para la delincuencia, otorgándole todas las facilidades para actuar y facilitándoles las víctimas.

Al margen de las incomodidades que provocan las obras (para ir a la farmacia de enfrente se debe pasar de la vereda derecha a la izquierda en la avenida Saavedra, unos diez pasos en situación normal, pero ahora se debe caminar una cuadra hacia arriba, otra de bajada por la vereda-callejón de enfrente y de retorno lo mismo, lo que hace un total de cuatro cuadras), está la inseguridad y el terror de que te asalten, golpeen, violen o maten. ¿Daños colaterales que exige el desarrollo de la ciudad?

* Periodista.