Resultados de un modelo pasado
En Bolivia, la aplicación de ese modelo durante más de 20 años (1985-2005) no dio los resultados esperados.

El neoliberalismo es el extremo del liberalismo económico, con políticas ortodoxas en las que el mercado desempeña el papel fundamental en la economía. Esto significa una reducción drástica de la participación del Estado (ajustes fiscales y monetarios); por lo que a su vez se privatizan las empresas y los recursos naturales, y se liberalizan los mercados.
En Bolivia, la aplicación de ese modelo durante más de 20 años (1985-2005) no dio los resultados esperados; los datos son elocuentes. El promedio de crecimiento nacional no superó el 3% y el PIB per cápita llegaba solo a $us 872. Asimismo, la deuda externa promediaba el 67% del PIB, principal problema de la crisis de esa época, puesto que las cuentas fiscales presentaban un déficit fiscal crónico, sobre todo por el gasto corriente, que superaba el -5% del PIB; el cual se financiaba con mayor deuda. La inversión extranjera directa (IED), pese a la privatización, no superó los $us 297 millones en promedio. Las reservas internacionales netas (RIN) sumaban apenas $us 659 millones; y se mantenía una balanza comercial (exportaciones menos importaciones) deficitaria, cuyo punto mínimo en 1998 alcanzó a -13,2% del PIB negativo.
En el último lustro de dicho periodo (2001-2005) el promedio de crecimiento económico alcanzó el 3,1% (menor al de la economía mundial de 3,7%); la inversión pública llegó a $us 590 millones, que se financiaba con recursos externos (más del 60% con créditos y donaciones externas); y la deuda pública total alcanzó el 83% del PIB (deuda externa, 52% y deuda interna del TGN, 31%). A esto se sumaba una inflación superior a dos dígitos y devaluaciones de la moneda nacional prácticamente cada semana.
Este comportamiento produjo que a finales de 2005 la pobreza supere el 60% de la población; el PIB nominal alcance $us 9.574 millones; las RIN, $us 1.714 millones; una IED negativa de $us -291 millones; tasa de desempleo superior al 8% y una economía prácticamente dolarizada (solo el 15% de los depósitos y el 7% de los créditos se realizaban en moneda nacional). Se obtuvieron estos resultados porque el modelo no tomaba en cuenta la deuda externa, principal problema para reducir el déficit público y el no generar recursos internos. Todo ello acentuado por el elevado nivel de corrupción (entre otros, los famosos gastos reservados).
La relocalización de más de 21.000 trabajadores mineros y la falta de políticas de generación de empleo ocasionaron que, hasta hoy, se cree informalidad en la economía. La apertura de las fronteras comerciales se la realizó a través de diferentes acuerdos de manera bi y multilateral. Lo cual no tuvo éxito porque se abrieron sin tener antes una base productiva que pueda enfrentar los retos de los nuevos mercados, en especial por la reducción de la inversión pública en infraestructura (carreteras).
La privatización de las empresas del Estado se desarrolló de la noche a la mañana, sin considerar los indicios de corrupción que se señalaban en la esfera política. Empresas estratégicas como YPFB, ENDE, Empresas Mineras, LAB, Entel, entre otras, cuyas condiciones de negociación estaban a cargo de gente sin experiencia, se vendieron a precios por debajo del valor real. Al parecer existía una “fuerte presión” para que ese proceso se culmine lo antes posible.
Algo paradójico de ese periodo es que los déficits gemelos (fiscal y comercial) se arrastraron durante décadas, y las reservas internacionales eran las más bajas de la región, pero los “expertos de ahora” que estaban en función de gobierno en esa época no decían nada y hoy sufren de amnesia.
* Economista, viceministro de Pensiones y Servicios Financieros.