Los bolivianos somos como cualquier otro pueblo, con las mismas capacidades y habilidades, la misma inteligencia y potencial. Solo que ese potencial históricamente ha sido reprimido por la visión cortoplacista y mezquina de quienes detentaban el poder y la administración del país, y que postergaron nuestras inmensas posibilidades de despegar y encaminarnos hacia el desarrollo en un afán de enriquecimiento individual rápido, dejando en segundo lugar el progreso del país y el bienestar de sus habitantes.

Eran muchas y poderosas las amarras que nos sujetaban y mantenían en el atraso y en el pasado miserable. Eran lazos o cadenas firmemente anclados en esas ambiciones cortoplacistas, que se reproducían una y otra vez en todos los gobiernos, salvo honrosas excepciones. Los actores que amarraban y alimentaban estas anclas eran nacionales y extranjeros, organizados a veces como roscas, a veces como logias y a veces como camarillas. Camarillas que se peleaban la economía boliviana como un botín del que se podría medrar solo cuatro años y había que apresurarse para ello. No existía una mirada de Estado de largo plazo, de metas grandes para Bolivia, no apuntaban lejos y el país quedaba patinando y patinando, sujeto a esas amarras perversas.

Los gobiernos del norte apoyaron a estas fuerzas y daban una que otra dadiva a cambio de docilidad. Uno de los exponentes de esa docilidad y de esa visión cortoplacista y de usufructo personal del poder fue Gonzalo Sánchez de Lozada. La protección que él recibe del Gobierno estadounidense es consecuencia de esas relaciones que tanto daño hicieron a Bolivia. Es con esas fuerzas que hizo alianzas Carlos de Mesa, el 2002, aprovechando la buena imagen que su figura había alcanzado desde el periodismo, haciendo denuncia de algunos de los males sembrados en nuestra sociedad y economía por estos “cortoplacistas”.

Esta alianza ya mostró a un Mesa capaz de hacer lo contrario de lo que denunciaba. Y allí comenzamos a registrar las contradicciones entre el discurso y el accionar del exvicepresidente de Goni, la no esclarecida “transacción” de su candidatura vicepresidencial, su posterior resistencia a modificar los contratos petroleros lesivos a Bolivia (dicho en un mensaje dominical: “los contratos petroleros no se tocan”); evidenciando que su voluntad no alcanzaba para lo que Bolivia necesitaba. En un pasaje de la Biblia se enuncia “por sus hechos los conoceréis”; y efectivamente no es lo que se dice, si no lo que se hace que nos muestra la verdad.

Cuando Goni cae y asume Carlos de Mesa, muchos bolivianos tuvieron la esperanza, basados en su prédica periodística, que la historia en Bolivia podría cambiar. Sin embargo, nos encontramos a un presidente que no quiso escuchar los pedidos desde amplios sectores de la sociedad para revisar los contratos petroleros; así como la convocatoria a una asamblea constituyente. No tuvo la valentía ni el coraje para enfrentar los urgentes desafíos de un pueblo pobre y de un país súper atrasado.

Ese es el candidato Carlos D. Mesa, que a 14 años de su presidencia estéril hace de nuevo alianzas con las mismas fuerzas que en el pasado anclaron a Bolivia en el atraso y la pobreza en un afán personal, aprovechando la crisis de candidatos en el campo de la oposición. No es mucho ni bueno lo que se puede esperar de él.

* Embajador de Bolivia en Brasil.