Icono del sitio La Razón

‘El mejor cine boliviano’

Allá por 1989, Jorge Sanjinés hizo una obra de arte llamada La nación clandestina. ¿Por qué tan osadamente el periodista de esta columna afirma que aquella película fue una obra de arte? Simple, desde lo estético manejaba un plano secuencial pocas veces usado con tal maestría. Como propuesta política, propuso una mirada a la transculturación… Eso, sin hablar de la capacidad de los protagonistas (actores naturales decimos ahora tan rimbombantemente gracias a los Oscar).

Hay más, como está de moda decir que algo es bueno por los premios que lleva consigo, La nación clandestina se cargó La Concha de Oro, de San Sebastián (España). Y, de última, a Sanjinés lo premiaron hasta en Cannes (Francia). Sena quina, compadres.

Recientemente un joven director de cine boliviano se llenaba la boca diciendo que “éste es el mejor momento del cine boliviano”. ¿Por qué?, ¿porque hay una película por mes?, ¿porque ganamos premios internacionales (en concursos muy de segunda o tercera línea)?, seamos sinceros, ¿porque ahora trabajamos con actores internacionales?

Si de algo sirve, este año es para demostrarnos una perogrullada: crear al por mayor no es tener calidad. Aunque a los periodistas nos gustan las cifras y andamos enamorados de los pequeños logros y gastamos páginas en mirarnos el ombligo… pero de verdad: ¿el cine boliviano está en su mejor momento?

Hablemos de cifras. Hay películas nacionales que apenas han cautivado a decenas de personas, cuando Chuquiago o Mi socio han llevado a miles. Eso sí, eran momentos distintos, no había piratería y la oferta era reducida. Pero lo que se hace ahora ¿podrá tener la vigencia de Mi socio y Chuquiago?

En este momento Rodrigo Bellott lleva el estandarte boliviano, y de muy lejos. Tiene una propuesta estética de primer nivel. Pero sus obras están alejadas del país (en Tu me manques hay dos bolivianos gay que se enamoran en Nueva York y que luchan por su amor. Éstos son prototipos de gimnasio que pretenden convertirse en íconos de reivindicación; en la vida real los homosexuales apenas sobreviven en el campo… les invito a ver historias de Maricas Bolivia).

De otras cintas y directores lo mejor será dejar en puntos suspensivos sus producciones. En algunos casos nos queda mirar con rabia esas obras que prometían tanto y dieron tan poco.

Queda sentarse en la butaca y apostar por la nostalgia. Ojalá que Fuertes y Mi socio 2.0 llenen las expectativas. O, por ahí, Pseudo, de Gory Patiño, nos hace volver a ilusionarnos, como solo sabemos ilusionarnos nosotros los bolivianos cuerudos.

Erick Ortega

es periodista de La Razón.