Voces

Friday 28 Mar 2025 | Actualizado a 11:30 AM

Fin de ciclo (corto) en Ecuador

La única forma de dirimir en política este tipo de situaciones es pedirle a la ciudadanía que vote.

/ 14 de octubre de 2019 / 04:40

Ecuador es un ejemplo más de la incapacidad que tiene el neoliberalismo para brindar estabilidad política, social y económica. Y también lo es de cómo el FMI puede llegar a ser un “arma de destrucción masiva” en tiempo récord. Y más aún si el país fue previamente transformado con políticas progresistas bajo principios de soberanía. Como muchas veces nos precipitamos a creer, la ciudadanía no olvida tan velozmente. El ciclo progresista ecuatoriano, bajo la impronta del correísmo, no se terminó por ahora, a pesar del giro de 360 grados que ha pretendido imponer Lenín Moreno; quien, por cierto, vale la pena recordar que no fue electo para ello.

Precisamente este es uno de los puntos nodales en el que radica buena parte del dilema ecuatoriano. El Presidente ecuatoriano no ganó la cita electoral con un programa neoliberal, ni tampoco planteando la salida de la Unasur y la adhesión al Grupo de Lima, y mucho menos pactando con toda la vieja política. Obtuvo el respaldo en las urnas con una propuesta que traicionó desde el minuto uno de juego. Y es realmente ese hecho político el que le ha condicionado desde el principio.

Así, la figura presidencial se fue debilitando a gran velocidad, porque toda la ciudadanía sabía que no era el Presidente quién gobernaba, sino que esta responsabilidad era de otros. En una encuesta elaborada en marzo de este año por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) ya se constataba esta percepción tan generalizada. Ante la pregunta de quién gobierna en Ecuador, el 46% manifestaba que los grandes grupos económicos; el 27%, Estados Unidos y el 26%, el viejo político socialcristiano Jaime Nebot.

Un presidente que no gobierna acaba siendo rehén de otros y, en consecuencia, comienza a tomar decisiones en función del tironeo de intereses de actores que lo sostienen mientras se los satisfaga. Y ello tiene una contraparte inmediata: la figura presidencial se convierte en una autoridad ficticia que deriva en una institucionalidad frágil. Y, para colmo, el único intento de ganar legitimidad se hace con base en una crítica recurrente a la “pesada herencia”, mientras la gente en la calle piensa mayoritariamente en el presente.

De esta forma, era inevitable que Lenín Moreno se transformara en un presidente de usar y tirar, y cuya caducidad depende de dos factores. Uno, del sostén que le quieran dar ciertos poderes (internacional, mediático, judicial, militar y económico). Y dos, del momento en el que el cansancio y hartazgo de la gente explote con una medida determinada. Y éste ha sido el caso: recorte de “subsidios” de la gasolina, al mismo tiempo que se otorgan “incentivos” a los grandes empresarios. Mejor dicho, y sin eufemismos: se eliminan las ayudas a la gente que lo necesita mientras se subsidia a las grandes corporaciones empresariales por la vía de exoneraciones tributarias.

Entonces, al decidir deliberadamente atentar contra el bienestar ciudadano, todas las chispas latentes saltan por los aíres; la gente protesta y todo se tambalea. El clima hace meses, medido también por la Celag en marzo, era el siguiente: seis de cada 10 ecuatorianos tenían sensaciones negativas sobre la situación nacional (enojo, incertidumbre, miedo, resignación y sensación de caos). Con ese mar de fondo, y con la debilidad del Presidente, unido a una medida innecesaria impulsada por el FMI, el desenlace era el esperado. Un país al borde del precipicio con un Gobierno no acostumbrado a gobernar; al que se le nota demasiado su falta de práctica, y que lo único que hace es abusar de la fuerza en contra de las protestas. Estado de excepción, toque de queda, huida a Guayaquil del Mandatario, orden de prisión a opositores y límite a la libertad de prensa han sido algunas de las armas usadas para procurar “estabilizar” al país. Es decir, frenar la protesta y desalentar a los manifestantes, mientras permite que gobiernen aquellos que no fueron electos para tal menester.

Es imposible a partir de ahora saber qué sucederá. Pero sí hay dos hechos inequívocos. Uno, Ecuador está en emergencia democrática, y la única forma de dirimir en política este tipo de situaciones es pedirle a la ciudadanía que vote, más aún cuando esto es permitido constitucionalmente a través del mecanismo de muerte cruzada (se disuelve todo: Ejecutivo y Legislativo, y se llama a elecciones). Y dos, puede que Lenín sortee transitoriamente este momento gracias al apoyo de sus soportes, pero ya no hay vuelta atrás: el acertijo solo está en la fecha cuándo se pondrá fin a su mandato. Y sea cuando sea el momento de decir “good bye Lenín”, sea ahora o, incluso, llegando hasta el final de su mandato, la competencia electoral en este próximo tiempo solo tiene dos alternativas: el correísmo o un país inestable.

Alfredo Serrano Mancilla 

es director del Centro Estratégico

Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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Sobre los que no votan por Milei

/ 18 de marzo de 2025 / 06:10

Después de toda derrota electoral es inevitable la llegada de un tiempo difícil para los votantes de la fórmula perdedora. Reinan el desencanto y la desesperanza. Se desencadena una búsqueda intensa para identificar a los responsables del mal resultado. Son habituales los reproches de unos a otros. Y, en la mayoría de las ocasiones, se sobrevalora al ganador.

Sin embargo, estos rasgos característicos no perduran para siempre, e irán cambiando en función de la capacidad de los líderes derrotados para sobreponerse y para representar más virtuosamente a su electorado. Y también, dependerá de los errores que pueda cometer el candidato ganador.

Han pasado ya 15 meses desde que Milei asumiera la Presidencia. Y es un buen momento para conocer en qué momento se encuentra el electorado que no le votó.

¿Qué piensan a día de hoy los 11.631.822 votantes que optaron por Unión por la Patria en la segunda vuelta de las pasadas elecciones presidenciales?

Para ello, en CELAG DATA hemos realizado una encuesta específicamente para este electorado (10.000 casos, en todo el país), y encontramos algunos hallazgos interesantes.

1º. En relación a Milei, ya se terminó la etapa de sobrevalorarlo. De considerar que es un outsider, genuino y audaz. Ahora se le ve como un ‘monstruo’. Por su crueldad en lo económico y social; por ser autoritario y violento en lo político; y por su condición de represor. La gran mayoría de este electorado ya no encuentra ningún atributo positivo sobre Milei (esto no era así en noviembre del año pasado).

Y, además, se le dejó de considerar infalible. Se cree mayoritariamente que ha perdido definitivamente su credibilidad. Muy pocos son los que piensan que será el gran ganador de las elecciones legislativas este año.

2º. En relación a lo ideológico, hay un núcleo común muy nítido entre estos votantes, con gran sintonía en importantes asuntos. Por ejemplo, piensan que los precios en Argentina están cada vez más altos, a pesar de que el Gobierno pregona lo contrario; no suscriben el verso de que se ha logrado una verdadera estabilidad cambiaria; consideran que es momento de discutir estatizaciones en sectores como el eléctrico; les parece que las políticas más perjudiciales son la reducción del Estado, la pérdida de poder adquisitivo y la especulación financiera.

Es decir, no hay grandes diferencias políticas al interior de este electorado no mileísta en muchos asuntos fundamentales. Es muy compacto en cuanto a sus convicciones. Y, por tanto, la única forma de representar a este bloque es con este corpus ideológico y no con el del oficialismo.

3º. En relación a la inseguridad, sí observamos un dilema que debe ser afrontado. Por un lado, la mayoría de este electorado cree que el campo nacional y popular elude este tema, y por eso el actual Gobierno gana la agenda. Pero, por otro lado, no apoya la reducción de la edad de imputabilidad para menores.

Dicho de otro modo: no comparte la doctrina Bullrich, pero es consciente que es un asunto al que no se le encuentra la vuelta.

4º. Sobre las causas del actual deterioro social, se percibe una división de opiniones significativa: hay una mitad de este electorado que cree que todo es responsabilidad de Milei, pero otra que piensa que es tanto culpa de Milei como de los años previos.

Algo similar sucede cuando preguntamos por las razones que explican la victoria electoral de Milei. Una parte cree que es por errores propios; la otra, porque se ha impuesto un sector de la sociedad que tiene otros valores. Seguramente, ambas cosas son verdad; la cuestión es cuánto peso se le pone a cada razón.

5º. Y, por último, en relación a los liderazgos propios, el electorado está mucho más de acuerdo entre sí que si lo comparamos con todo lo que se escucha en muchos medios de comunicación, así como en algunas instancias de la dirigencia. La imagen positiva de Cristina Fernández de Kirchner es altísima, y lo mismo sucede con Axel Kicillof. También con Juan Grabois. Y a cada uno lo caracterizan con atributos muy positivos y complementarios entre sí. O sea, lo que pondera la sociedad no mileísta no se corresponde exactamente con lo que se propaga en ciertas burbujas.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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América Latina como Reserva Ideológica

/ 19 de diciembre de 2024 / 23:58

Hay dos maneras de decirlo. Una, Milei tiene pocos amigos presidentes en América Latina. Dos, la mayoría de países en la región no eligen a candidatos de ultraderecha.

El año 2024 culmina con la derrota de la coalición neoliberal en Uruguay. Se juntaron todos los conservadores en la segunda vuelta y perdieron frente al bloque progresista. El Frente Amplio ganó las elecciones.

En este mismo año, en México, otro cambalache de siglas unidas por la doctrina neoliberal (PRI-PAN-PRD) sufrió una severa derrota a manos de una propuesta claramente de izquierdas, que ya llevaba gobernando seis años.

Este caso fue muy significativo, porque la victoria de MORENA fue por más de 30 puntos de diferencia. AMLO salió con un altísimo respaldo y Claudia llega con millones de votos. La mayoría de los mitos hegemónicos se desvanecieron. No ocurrió eso de que “el oficialismo siempre pierde”. Y se ganó a pesar del Poder Judicial, los medios de comunicación y el poder económico en contra. Nada de ello pudo con las convicciones, con las ideas, con la gestión, con la valentía. Las redes sociales, tampoco.

También es interesante el caso de Colombia, que después de décadas de gobiernos conservadores, la victoria de Petro representa un notable cambio en lo ideológico en un enclave geopolítico fundamental para el Norte. El conjunto de reformas contraneoliberales que están en marcha (salud, tierra, educación, trabajo, impuestos y pensiones) fueron planteadas desde la campaña y una amplia mayoría las avaló.

Lea también: ¿Se puede ganar una elección siendo un Inútil?

Si calculásemos el índice de cuántos gobiernos están en manos de la izquierda, América Latina va a contracorriente de lo que pasa en otras latitudes del mundo. El 58% corresponde a presidentes que ganaron gracias a proponer ideas abiertamente de izquierdas, revolucionarias, progresistas, socialdemócratas o pertenecientes al campo nacional-popular. En resumen, son todos proyectos no neoliberales de origen, aunque luego algunos, en la praxis, hayan coqueteado demasiado con las ideas del adversario (véase el ejemplo peruano: el fujimorismo perdió en las urnas y ahora gobierna).

También podemos tener este índice en clave poblacional. Y, así, el dato impacta aún más: el 79% de la ciudadanía latinoamericana está en manos de gobiernos de izquierdas (o al menos fueron votados por estas ideas).

Este rasgo latinoamericano se sale del redil atlántico (término muy usado en los textos del Consejo Atlántico).

Por ejemplo, en Estados Unidos llevan años de péndulo: antes fue turno de los Demócratas y ahora de los Republicanos. Trump ganó y lo hizo con sus planteamientos e ideas extremas, y también con sus formas extremas. Pero, en América Latina, este perfil solo lo tiene Milei y, en menor medida, Bukele. También Bolsonaro, pero hay que recordar que no logró revalidar su mandato en Brasil en las últimas elecciones (y, por cierto, no olvidar que ganó cuando Lula estaba preso injustamente).

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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¿Se puede ganar una elección siendo un Inútil?

/ 29 de noviembre de 2024 / 06:07

El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, ha pasado de tener una imagen positiva del 80% en los primeros meses de su gestión a un valor actual por debajo del 40% (se mire la encuesta que se mire).

¿Significa esta evolución que ha perdido la mitad de su apoyo? No, porque el dato de imagen positiva de los primeros meses, para cualquier presidente, siempre es engañoso. Jamás debe ser entendido como un ‘respaldo verdadero’. Es más: este indicador en el inicio del mandato está completamente sesgado por una suerte de efecto ‘luna de miel’ postvictoria electoral.

El problema está cuando el presidente de turno se lo cree, y actúa embriagado por esta supuesta abrumadora aprobación, que casi siempre resulta siendo pasajera.

Lo importante en estos casos es analizar qué ocurre a medida que pasa el tiempo y se le comienza a juzgar por su capacidad de resolver problemas en vez de por su relato como si siguiera en campaña electoral, echando la culpa de todos los males a los otros.

Según las últimas encuestas, la imagen de Noboa y su evaluación de gestión está en tendencia sostenida a la baja. Y no sabemos hasta dónde llegará. Por ahora, cruzó el umbral del 40%.

En relación a la intención de voto, también viene cayendo, aunque todavía conserva más de lo que obtuvo en primera vuelta (pero mucho menos de lo que logró en segunda vuelta).

A estas alturas del partido, la cuestión que nos ocupa a todos es la siguiente: ¿llegará Noboa con un valor relativamente competitivo a las elecciones presidenciales del 9 de febrero, en las que vuelve a postularse como candidato?

Resulta ciertamente difícil metabolizar (democráticamente) que un presidente inútil pueda tener alguna posibilidad de tener suficientes votos como para estar en segunda vuelta.

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Sinceramente, algo se nos debe estar escapando como para comprender que, con tantas muestras de incapacidad, aún esté en carrera, aunque cada día su cotización electoral vaya a menos.

Después de ser el máximo responsable de que no haya luz en el país durante estos últimos meses; después de empeorar la situación económica, tanto en lo cotidiano como en lo macro; después de su insolvencia para resolver el tema de la inseguridad y el narcotráfico a pesar de haber gobernado a golpe de estado de excepción; después de haber subido el IVA; después de haber incumplido múltiples promesas de campaña; después de haber violado la legislación internacional al ‘invadir’ la embajada mexicana en Ecuador; después de haberse sacado de encima a su vicepresidenta, primero mandándola a Israel y luego a Turquía hasta su destitución ilegal; después de haber proscrito de la carrera electoral al candidato que más le podía quitar votos (véase el caso de Topic); después de tanta incompetencia e ineptitud, Noboa se presenta con el único argumento de que ha tenido poco tiempo para hacer algo.

Y lo que no entiende el presidente ecuatoriano es que la paciencia es un privilegio únicamente de unos pocos que tienen tanto-tanto como para poder pacientemente esperar. Las expectativas y el relato tienen un límite: la realidad.

Además, Noboa sigue creyendo que por ser el único candidato frente a la principal fuerza política del país (el correísmo), con eso le basta para revalidar su reelección.

Sin embargo, se equivoca. Los números comienzan a no darle; la tendencia a la baja es palmaria. Y, por otro lado, no hay que descartar que en el tramo final —como ya pasó en el 2021 y 2023— cualquier otro candidato afín ideológicamente a él se cuele en la escena electoral y le desgaje una buena parte de su actual intención de voto.

Veremos qué pasa en estos próximos meses en el Ecuador. Ojalá no tengamos que inaugurar ninguna cátedra nueva en las Ciencias Políticas que nos tenga que explicar el siguiente enigma: “Lo Inútil como atributo positivo en Democracia”.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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La Pizarra no seguirá al aire en Bolivia

Alfredo Serrano Mancilla

/ 21 de noviembre de 2024 / 08:00

Con mucha tristeza debo anunciar que nuestro programa de radio La Pizarra ya no estará más al aire en Red Patria Nueva. Esta radio pública boliviana ha decidido eliminarnos de su programación.

Tres aclaraciones:

1º. Aclaro que esta es una radio que depende del Estado. Es decir: esta es una decisión que forma parte de la política comunicacional del actual gobierno en Bolivia.

2º. Aclaro que esta decisión ha sido tomada justamente en el momento en el que hemos sostenido análisis más críticos con las posiciones del gobierno en relación a: 1) el intento de proscribir a Evo Morales como candidato presidencial de cara al 2025, 2) el fallo judicial para cambiar la presidencia del MAS (que pretende sacar a Evo para que quede en manos del sector afín a Luis Arce), 3) el atentado contra la vida de Evo Morales en una balacera, 4) la persecución y criminalización de la protesta social, con decenas de personas encarceladas y enjuiciadas, 5) las declaraciones y actuaciones del ministro de gobierno Eduardo del Castillo con el objetivo de estigmatizar a Evo Morales, vinculándolo al narcotráfico y la corrupción, y 6) la compleja situación económica del país.

3º. Aclaro que a fines de junio de este año 2024 defendimos que sí hubo un intento de golpe de Estado contra Luis Arce en contra de muchas voces que decían lo contrario. En aquellas semanas, sí seguimos saliendo al aire.  

Tanta casualidad abona la sospecha de la causalidad.

Hice la consulta al director de la radio, así como a la Viceministra de Comunicación, y la respuesta ha sido una generalidad muy conocida para este tipo de casos: la razón obedece a un “cambio de programación”.

Un “cambio de programación” que pone de manifiesto una práctica muy poco saludable para la democracia y la libertad de expresión.

La tristeza por esta decisión es doble. Por un lado, este tipo de práctica demuestra debilidad y torpeza, así como escaso respeto a la discrepancia. Y por otro lado, porque viniendo de un gobierno que nació de este proceso de transformación, duele aún más.

Igualmente, desde La Pizarra seguiremos contando lo que pasa en Bolivia con compromiso, rigor y con perspectiva.

(Nota Aclaratoria: El programa de radio La Pizarra jamás ha sido remunerado por ser parte de la programación de Red Patria Nueva en Bolivia)

Alfredo Serrano Mancilla, Doctor Economía, Director Ejecutivo Celag Data, Conductor La Pizarra

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Trump, ni tanto ni tan poco

/ 13 de noviembre de 2024 / 06:00

El poder cambió de manos en Estados Unidos, pero exageramos los vaivenes de los votantes.

El último análisis cuantitativo de Kiko Llaneras en El País nos ayuda a ver un poco más allá del enfoque dominante. Y con rigor y datos, nos permite identificar otras pistas claves para entender lo sucedido.

Indudablemente: ganó Trump. Y ganó por mucho gracias a la regla electoral ‘winner catch all’, es decir, si obtienes un voto más que tu adversario en el Estado (esto sucede en 48 de los 50 estados), entonces, te quedas con todos los representantes en el Colegio Electoral. Trump ganó en la mayoría de los estados, incluido los estados bisagras, y, por tanto, su victoria fue aplastante: 312 a 226. Algo parecido le pasó a Biden en el 2020.

Es cierto que Trump en esta ocasión (a diferencia del 2016) también ganó por votos. Pero no deberíamos precipitarnos en afirmar que ganó por una diferencia tan grande de votos. Todavía no se ha cerrado el conteo y es muy probable que la diferencia entre Trump y Harris sea menor de lo que pensábamos hace varios días. Por ejemplo, el martes por la madrugada se afirmaba que había 5 millones de votos de diferencia entre ambos candidatos, y en este momento, luego de tener en cuenta todo el Oeste (con California como uno de los estados más poblados), que votó mayoritariamente a Harris, se achica la diferencia a 3,7 millones. O lo que es lo mismo: 2,6% de diferencia.

Veremos cómo sigue el avance, porque todavía no se ha terminado de contar votos; la mayoría de las proyecciones serias auguran que la diferencia definitiva será entre 1-2 puntos porcentuales.

Como sucede muchas veces, la ansiedad y la precocidad son malas consejeras para estudiar los resultados electorales. Lo adecuado es esperar a que se cierre el escrutinio completo y no quedarse con los datos de un conteo parcial para extraer conclusiones grandilocuentes.

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¿Estos nuevos datos significan que debemos subestimar la victoria de Trump? No. Ni mucho menos. Es una victoria contundente y muy significativa. Que además tiene el mérito de tratarse de un candidato que ya dejó de ser outsider y novedad. Trump lleva casi una década como parte de la centralidad política estadounidense y ha obtenido un gran apoyo ciudadano que le consagra de nuevo Presidente.

Sin embargo, tampoco deberíamos de sobreestimar lo logrado por Trump cuando tendemos a aseverar que ha habido un gran vuelco político y electoral de la sociedad en Estados Unidos. Porque eso no es del todo cierto: los demócratas ganaron 51% a 47% en el 2020 y los republicanos ganarían 50% a 48% en el 2024. El vaivén existe, pero no es tan grande como se pregona.

P.D. 1. Estoy seguro que si esta victoria (por 50 a 48%) la hubiese logrado un candidato de izquierdas en cualquier país latinoamericano, el marco dominante habría sido otro: país dividido. O tal vez este otro: victoria pírrica.

P.D.2. Es importante considerar además que la candidatura del Partido Verde creció mucho en votos (74,8%); los denominados ‘candidatos independientes’ crecieron en votos (167,5%); y el candidato libertario fue quien bajó (67,4%).

P.D.3. También es interesante tener en cuenta un último dato: Trump obtuvo el 31% sobre el total de estadounidenses habilitados para votar. O sea, su apoyo real es de un tercio de la sociedad. No es poco. Pero tampoco es tanto.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data

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