Icono del sitio La Razón

Pandillas de La Paz

La palabra “pandilla” suele evocar imágenes de grupos de jóvenes bien dispuestos al pillaje y habitualmente estimulados por el alcohol y las drogas, amén del refuerzo de actos y ciertas conductas entre pares. Pero también, detrás de los comportamientos antisociales hay historias de dolor, violencia y abandono, cuando no simple falta de atención. Hablar de pandillas es hablar de sus causas.

De acuerdo con un reciente reporte del Observatorio Boliviano de Seguridad Ciudadana y Lucha contra las Drogas (OBSCD), solo en La Paz se han identificado 255 pandillas juveniles, repartidas en 21 zonas de la ciudad, de las cuales 14 son consideradas “rojas”. A éstas se suman las 58 pandillas identificadas en la vecina El Alto. La mayoría de las pandillas tiene entre seis y 50 miembros. Mientras que apenas 18 tienen más de 50 participantes y 11, más de 100. La misma fuente muestra que del total de pandillas identificadas en La Paz y El Alto, el 68% se dedica al robo; el 63%, al hurto y el 64%, a las riñas y peleas.

Llama la atención que en el mapa elaborado por el OBSCD no aparezca como territorio de pandillas la zona El Rosario, en el noroeste de la sede de gobierno, cuando hace pocos días un joven fue asesinado de un balazo en lo que se presume era una batalla entre bandas rivales que peleaban por el control de la zona y del comercio de estupefacientes en esas calles. Se informó que 14 pandilleros fueron detenidos, y su caracterización refuerza los prejuicios: todos tenían entre uno y 20 antecedentes penales; y con el asesinato sumaron a su historial robo agravado, asociación delictuosa, encubrimiento y complicidad. Uno de ellos deberá purgar 20 años de prisión por asesinato agravado, los demás estarán tras las rejas tres años.

Para el Ministro de Gobierno, los miembros de pandillas son una amenaza para la sociedad y se caracterizan porque “desacatan la normatividad institucional, desafían los valores colectivos, desafían al Estado, a sus instituciones, a las normas”. Les atribuye inseguridad porque se expresan con “riñas y peleas callejeras, delitos sexuales y atracos”.

La autoridad también considera que las y los jóvenes se unen a estos grupos en busca del afecto que no reciben en sus hogares o para llenar el vacío que deja la desintegración familiar. La membresía a las pandillas no es exclusiva de jóvenes pobres o marginados, sino que la inclinación por estos grupos está presente en todas las clases sociales.

Las consideraciones del ministro suman, pues, al argumento que demanda una intervención integral a la inseguridad ciudadana, ya que detrás de la violencia pública que protagonizan las y los jóvenes hay una estructura que está fallando en darles orientación, oportunidades y contención. No será la Policía la que cambie esta situación, sino el resto del Estado, idealmente con el apoyo de la sociedad civil.