Icono del sitio La Razón

Fin de la pobreza, un imperativo generacional

Erradicar la pobreza en todas sus formas sigue siendo uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad. Para evidenciar los vínculos entre derechos humanos y pobreza extrema, y en el marco del florecimiento de regímenes multilaterales que incorporaron estándares de derechos humanos en las agendas de desarrollo por venir, en 1992  la Asamblea General de la ONU declaró el 17 de octubre Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, respondiendo al llamado de 1987 del padre Joseph Wresinski con el informe Gran pobreza y precariedad económica y social, que propuso, por primera vez, una estrategia global de lucha contra la miseria.

Desde entonces hemos visto importantes hitos en la conformación de agendas globales de desarrollo signadas por la lucha contra la pobreza en todas sus formas. En 1990, con el primer Informe de Desarrollo Humano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) planteaba que la pobreza no era solo una cuestión económica, sino un fenómeno multidimensional que comprendía la falta, tanto de ingresos como de las capacidades básicas para vivir con dignidad.

En la década del 2000, la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) generó estándares para las agendas nacionales de desarrollo y políticas públicas para reducir pobreza con base en 1990. Visto en retrospectiva, la movilización mundial detrás de los ODM generó el movimiento contra la pobreza más exitoso de la historia, basado en el compromiso de “no escatimar esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres, mujeres y niños de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema”.

Como resultado de estas políticas, en 2015 la cantidad de personas que vivía en situación de pobreza extrema monetaria (menos de $us 1,25 al día) se redujo de 1.900 millones en 1990 a 836 millones. Pero los logros fueron desiguales. La meta global fue alcanzada en buena medida gracias a las altas tasas de crecimiento, y su efecto en los ingresos, en países como China e India, evidenciando deficiencias a niveles subnacionales y en grupos poblacionales que aún enfrentan exclusiones extremas.

En 2015, la apuesta se redobló con la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que establecen una línea aspiracional de desarrollo hacia el 2030. Los 17 ODS abarcan los derechos humanos, el clima y el crecimiento económico, y trazan un camino claro hacia un futuro sostenible.

A través del ODS 1 (“Fin de la pobreza”), los países se han comprometido a implementar políticas para eliminar la pobreza en todas sus formas, en todo el mundo. A nivel mundial, cerca de 736 millones de personas aún viven con menos de $us 1,90 al día (2015); y se estima que unas 1.300 millones viven en la pobreza multidimensional. En Bolivia, la senda se encuentra trazada: en 2005, el 60,6% de la población vivía en situación de pobreza, y en 2018 esta cifra se redujo a 34,6%.

El movimiento global antipobreza conoció esta semana una buena nueva. Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía 2019 “por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global”. Este enfoque reedita la relevancia de la investigación aplicada a la reducción de la pobreza a nivel mundial como una tarea urgente. En el anuncio se reconoce que los galardonados lograron, a partir de un enfoque riguroso,  vincular investigación con políticas viables y sus impactos, brindando resultados concretos sobre los mecanismos detrás de la pobreza e intervenciones específicas para aliviarla.

En las últimas décadas, en esta tradición de innovación en el campo de la investigación aplicada han proliferado conceptualizaciones, métodos, métricas e intervenciones de políticas para atacar la pobreza. En términos de mediciones, éstas han evolucionado de centrarse en el ingreso a mediciones multidimensionales que pueden dar mejor cuenta de privaciones.

Con la disponibilidad de nuevas tecnologías de información, se observan cambios en los enfoques tradicionales de medición, hacia métodos alternativos para producir estimaciones de pobreza en entornos con escasez de datos (por ejemplo, con datos e imágenes satelitales se pueden evaluar características de cobertura y uso del suelo y objetos específicos para aproximar el bienestar del hogar).

En un recordado discurso del anterior secretario general de la ONU Ban Ki-moon, el desafío nos fue planteado: “Podemos ser la primera generación en acabar con la pobreza global”. En un mundo con acceso sin precedentes a conocimientos, tecnología y recursos, eliminar la pobreza es un deber moral, una obligación jurídica para realizar derechos humanos vigentes y un imperativo para la generación actual.

* es representante residente del PNUD en Bolivia.