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Preferible el riesgo

Durante una conversación entre tres jóvenes casi cuarentones, uno de ellos decía con tono preocupado e indeciso que solo había trabajado en dos lugares desde sus 22 años. Alarmada, otra joven del grupo exclamó “urgente, tienes que cambiar de trabajo, ¡Qué vas a poner en tu hoja de vida!”. Parecía que las señales de alarma se habían prendido todas juntas. Según continuó la conversación, pasar de los cinco años en un mismo trabajo es algo muy malo, señal de estancamiento, muestra de envejecimiento prematuro, rutina. Qué diferencia con la idea que tenían del trabajo los que rondan los 60 años, pues creían que lo mejor que podía pasarles era tener asegurado un trabajo de por vida.

El límite de los cinco años es una de las características que la juventud tiene apuntada entre sus indicadores laborales. Otro indicador, quizá el más importante, es del emprendimiento propio. Para los adultos no está claro si esta idea surge como consecuencia de la falta de ofertas laborales o porque los jóvenes están optando por no depender de jefes, horarios, oficinas o espacios cerrados, controlados por un marcador de asistencia bajo el ojo inquisidor del poderoso que firma memorandos de felicitación o despido. En Bolivia, los jóvenes entre 16 y 24 años son los más afectados por la falta de empleo. Justamente es el momento en que ellos, según las oportunidades que tengan, eligen estudiar, resignarse a trabajos precarios, o asirse al salvavidas de la tercera opción para convertirse en emprendedores.  

el dueño y señor de su tiempo, de su capacidad de crear, de aceptar retos y asumir los riesgos que entraña el emprendimiento es para muchos jóvenes bolivianos una forma de vida, a la que conocen desde bebés, cuando acompañaron a sus madres en el puesto de venta, en el taller donde sus familiares pegaban botones o costuraban cierres, o cuando ayudaron a arrastrar una carretilla con la exprimidora de naranjas adaptada por algún otro emprendedor.

Diferentes estudios realizados por universidades, ONG, financiadoras u organismos internacionales interesados en el trabajo juvenil advierten que los jóvenes comienzan sus emprendimientos incluso antes de los 18 años, y que el rango de edad de mayor ímpetu para este tipo de actividad está entre los 25 y los 33 años.

Luego empieza a descender a medida que se casan, tiene hijos o han visto frustradas sus aspiraciones de crecimiento, así como la poca generación de ingresos. Ante esta realidad, los esfuerzos por generar empleo juvenil deberían centrarse en apoyar los emprendimientos más productivos, priorizando aquellos que utilizan materia prima nacional para transformarla, utilizando tecnología de última generación, y así canalizar la energía juvenil en el soporte productivo del país.

* Periodista.