Coincidencias
En su teoría del ser de la clase media, Feinmann sostiene que este sector no quiere ser lo que es: clase media

Si este país tiene que arder, que arda, pero que de una vez se vaya”, me espetó la mujer para dar por cerrada nuestra conversación sobre la situación política del país, tras las elecciones del domingo. La señora tiene un cargo ejecutivo, pero es asalariada, de modo que cabe en la más simple definición de clase media, la que hace de mortadela en el sándwich social. Precisamente la actual administración de gobierno expone como uno de sus máximos logros el haber reducido la pobreza del 38 al 15% de la población (promediando entre pobreza extrema y moderada). Para ponerlo en números, más de 2 millones de personas, según la versión oficial.
El filósofo argentino José Pablo Feinmann, en un análisis sobre el proceso político de su país, recuerda que piqueteros y clases medias se unieron para enfrentar y defenderse de la crisis de 2001, desencadenada por el “corralito” o la restricción para disponer de divisas, establecido tras la renuncia de Fernando de la Rúa; lo cual abrió un periodo de inestabilidad política y recesión con crisis humanitaria. A la consigna “que se vayan todos”, los de abajo y los del medio añadieron la de “piquetes, cacerola, la lucha es una sola”. Luego, pasada la crisis, relata Feinmann, la clase media recuperó su nivel económico durante el gobierno de Néstor Kirchner y se alejó de los piqueteros.
En su teoría del ser de la clase media, el filósofo sostiene que este sector no quiere ser lo que es: clase media. “La clase media quiere ser clase alta, y la clase media no quiere ser pobre. Este es un esquema existencial durísimo, porque la clase media no quiere ser clase media, quiere ser algo que no va a ser nunca: clase alta, y tiene mucho miedo de ser algo que no es, pero puede ser: clase baja”, asegura.
Y agrega: “Cuando la derecha arroja a la clase media a la pobreza, la clase media se une a los pobres y lanza esa consigna, ‘piquetes, cacerola, la lucha es una sola’”. Entonces surgen los gobiernos populistas, y la clase media está contenta hasta que recupera su nivel adquisitivo. Cuando recupera su nivel adquisitivo, se harta de los gobiernos populistas y se une a las clases altas, que es algo que quiere denodadamente. Cuando las clases medias se unen a las clases altas, las clases altas las vuelven a hundir en la pobreza, y ahí entonces vuelven a reclamar a los gobiernos populistas. De este círculo vicioso y viscoso América Latina y Argentina tienen que salir, lo cual exigiría una decisión por parte de la clase media de qué quiere ser, a quién se quiere unir. Yo diría que tiene que reconocer que su destino está más cerca de las clases pobres de lo que cree, porque las clases altas gobiernan exclusivamente para ellas, y si necesitan mandar a las clases medias a la pobreza, las van a mandar”.
Una década después, el péndulo se mueve en la Argentina que, asqueada por varios años de populismo, eligió a Mauricio Macri, quien hizo lo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) manda y sabe hacer con los países y sus pueblos: empobrecerlos y humillarlos.
* Periodista