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La estatua de Bolívar en Sevilla

En Sevilla encontré un monumento a Simón Bolívar. Sobre el pedestal de la estatua se ve una placa que recoge una frase del Libertador escrita en 1821 en una carta dirigida al rey de España, Fernando VII: “Es nuestra ambición ofrecer a los españoles una segunda patria, pero erguida, no abrumada de cadenas”. Una frase demasiado gentil del que era al final de cuentas un rebelde a la corona. Me di el trabajo de buscar la carta.

Más allá del estilo literario barroco y el formalismo ritualista, se puede sentir un cierto tono de complicidad. La riña del Libertador con España era su oposición al centralismo de la Monarquía visto desde su posición de aristócrata americano, deseoso de expandir la autonomía política de los americanos. Con creativa zalamería, Bolívar alaba al rey de España por haber manifestado interés en encontrar paz. Y le encomienda entrar en el sagrario de la inmortalidad.

Bolívar agradece al rey por concederle al pueblo americano justicia y agrega que, de reconocer a Colombia, estará sobre una cima, dominando todas las prosperidades. Promete que Colombia hará, a través de su ejemplo, “gloria de los monarcas”. Se despide del rey con respetuosos homenajes y se ratifica como su más obediente servidor. Habrá que poner estas pintorescas expresiones en el contexto del estilo literario, sin caer en la ingenuidad histórica.

Fernando VI, obligado a abdicar por Napoleón, recuperó el trono de España cuando Francia perdió la campaña en Rusia. Después de seis años de despotismo, fue presionado a someterse a una Constitución Liberal un año antes de la carta de Bolívar. Las tropas españolas originalmente destinadas a viajar a América para reprimir el avance bolivariano se sublevaron al rey, lo cual facilitó las pretensiones bolivarianas.

La naciente “independencia” de los países latinoamericanos, incluida la de Bolivia, fue una transición del absolutismo monárquico al absolutismo de plutocracias elitistas, resguardadas por militares, Constituciones débiles, pugnas internas, guerras locales, repartijas de territorio y sociedades altamente jerarquizadas por la desigualdad económica y el racismo. Bolívar fue una suerte de virrey bajo un nuevo logo denominado “República”, sin democracia efectiva para la gente, pero bastantes licencias y privilegios para él y su clase.

En el proceso lo convencieron de realizar un acto de sublime narcisismo: ponerle su nombre a nuestro país. “Honor” que compartimos con los colombianos, cuyo país honra irónicamente a Cristóbal Colón, el navegante genovés que dio inicio a la Colonia (de la cual ahora, gracias a Bolívar, somos “libres”). Con estatuas e himnos celebramos al padre ausente e indiferente que nunca vivió el experimento democrático.

En España, recientemente concluyó el llamado “juicio del procés”, con la condena contra varios líderes del movimiento político catalán que el 1 de octubre de 2017 convocaron a un referendo, para decidir sobre la independencia de Cataluña del Reino de España. El referendo fue juzgado como ilegal. Muchos de los acusados han sufrido condenas de entre 9 y 13 años de cárcel por el delito de sedición y malversación.

La historia es flexible cuando se trata de distinguir a los criminales de los conquistadores, a los sediciosos de los libertadores, a los genocidas de los héroes. Algunos hicieron de la rebeldía un camino hacia la libertad y otros hicieron de ella una promesa vacía. Sin respeto al voto, la libertad es una farsa cruel. La libertad democrática demanda el respeto a las decisiones mayoritarias. Mientras el voto sea ignorado o remitido a revisiones judiciales, muchos podrán denominarse libertadores, demócratas u otros apelativos inmerecidos. Que no quepa duda de que no son más que vulgares tiranos.

* Es abogado.