De Hitchcock a la democracia agonista
Estamos a tiempo de tejer caminos de transición con el propósito de pacificar el país.
Cicerón decía: “El azar, y no la prudencia, es el que rige la vida”. Quizás los guarismos electorales del 20 de octubre en Bolivia le dan la razón al filósofo romano. Pero dejar al azar como factor decisivo para definir el devenir político sería una irresponsabilidad con efectos inadvertidos; sería como dejar que Alfred Hitchcock haga un guion cinematográfico con un desenlace imprevisible. Y precisamente eso sucedió con las elecciones presidenciales.
El escudriño, voto a voto, fue de infarto. La CPE establece como una de sus posibilidades para alcanzar la victoria es la de obtener más del 40% de los votos con una diferencia de 10 puntos respecto al segundo. Y eso sucedió. Evo Morales, candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS), logró el 47,8%, frente a los 36,51% en favor de Carlos Mesa, postulante de Comunidad Ciudadana (CC). O sea, el Presidente esquivó la segunda vuelta con una pizca: medio punto.
Estos resultados fueron inopinados. Obviamente, el azar hizo de las suyas. Pero la impericia y la falta de intuición política del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fue otra razón para sembrar dudas, ya que inexplicablemente paralizaron la Trasmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) al 83% del conteo de votos, cuya proyección favorecería al partido oficialista. Con ese error garrafal se abrieron las contrapuertas para la duda y se ofreció a la oposición una excusa para urdir el discurso del fraude que venían anunciando.
¿Por qué la oposición se resiste a aceptar una legítima victoria del partido gobernante? Quizás la tuerca giró al otro lado. El azar hizo que hoy la oposición esté dispuesta, más allá de las razones legales, a saldar cuentas con el oficialismo maquinando la misma estrategia: deslegitimar el veredicto que el oficialismo hizo con los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, los cuales rechazaron una nueva postulación de los actuales mandatarios. De allí que la voluntad del soberano –antes y hoy— ha sido escamoteada.
Cuando los políticos llevan a la sociedad a un abismo es un camino peligroso. Es arrojar a la sociedad a un Leviatán, a esa bestia que nos puede devorar a todos. Hay una salida legal: aceptar la auditoría a las elecciones de parte de la OEA y/o la ONU. Pero es insuficiente. Se necesita una salida política a partir de esa verificación. No basta la voluntad política, también se necesita tejer caminos de consenso entre los políticos y la sociedad.
La solución política debe apuntar a restablecer la institucionalidad democrática y abrir espacios de “sentido común”. Es decir, sentar las bases necesarias para construir un nuevo consenso basado, sobre todo, en el respeto al “otro”. Hoy hay dos Bolivias divididas, y así para cualquier mandatario (sea Morales o Mesa) va a ser imposible gobernar.
Hoy, la confrontación política se ha desplazado al enfrentamiento en el seno de la sociedad con posibles efectos aciagos. Estamos a tiempo de tejer caminos de transición con el propósito de pacificar el país. La democracia agonista planteada por Chantal Mouffe podría ser el principio para salir de este atolladero. Se trata de una forma sublimada de la relación antagónica, en la cual los oponentes, aunque saben que no hay una solución racional a su conflicto y que nunca van a poder estar de acuerdo, aceptan la legitimidad de los adversarios al defender su postura.
* Sociólogo.