El racismo de los pacifistas demócratas
En las elecciones del 20 de octubre, el MAS-IPSP, de Evo Morales y Álvaro García, ganó en primera vuelta con el 47,08% de los votos, frente a los 36,51% que obtuvo Comunidad Ciudadana (CC), de Carlos Mesa. Los perdedores han reinstalado una serie de actos racistas, discriminadores y atentatorios contra los derechos humanos más básicos.
Antes de ser interrumpido, el conteo rápido de votos difundido por el TREP hasta el 83% apuntaba a un balotaje entre los dos primeros contendientes. Con lo cual, CC se declaró habilitada para ir a una segunda vuelta, a pesar de que faltaba un 17% por computar. ¿Quiénes estaban en ese 17%? Es el voto rural de los indígenas-campesinos y algunos sectores mineros que viven en lugares distantes a los centros urbanos. Despreciando el voto rural, como un niño caprichoso que perdió el juego electoral, Carlos Mesa y sus seguidores apostaron por las protestas en las calles, quemando incluso los tribunales electorales de Potosí, Santa Cruz, Chuquisaca, Tarija y Oruro.
Se han inventado el eslogan de que estamos en una dictadura y que hay que defender la democracia. Han impulsado y aún incitan a destruir precisamente la democracia actual construida por los indígenas, campesinos, mineros y sectores populares del país. También han intentado tomar las oficinas del OEP en la ciudad de La Paz, porque supuestamente el TSE encabezó el “gran fraude electoral”.
En un pequeño recorrido por algunas calles de La Paz donde se bloquea y se dice defender la democracia, como la zona Sur, Sopocachi, Miraflores y al frente de la UMSA, uno se encuentra con grafitis racistas que por ejemplo señalan: “Indios de mierda, fuera de la UMSA”, “Indios ladrones”, “Evo, bañate porfa”, “Los ladrones no pasarán”, “Evo Nerón”, “Indio dictador”. Actitudes similares protagonizan en Santa Cruz los jóvenes de la Unión Juvenil Cruceñista, a quienes les encanta golpear a “los collas de mierda”; es decir, a los inmigrantes aymaras, quechuas y de otros pueblos.
Incluso un miembro del Comité Cívico declaró que “los indios” pueden entrar a Santa Cruz, pero no van a salir vivos. Esta es una amenaza de genocidio y exterminio. Sus hermanos de La Paz no están lejos de esa mentalidad colonial y discriminadora cuando dicen “Decapita al Presi. Mesa = Macri”. No nos extraña hoy que se cite en Santa Cruz a Gabriel René Moreno, un connotado racista académico que en su obra Nicomedes Antelo racionaliza el por qué los “blancos” tienen que menospreciar a los indios y a los cambas de aquel entonces, que eran de origen indígena; premisa que la derecha más recalcitrante del país hoy se ha apropiado.
Es bueno ver imágenes y actitudes de los “defensores de la democracia” (Conade, CC, comités cívicos, quienes dicen no ser políticos, etc.), sobre todo a los jóvenes frente a la Policía. Una provocación con poses obscenas, mofas y de “hacerse los machitos” como diciendo “yo soy blanquito y tú no vales nada”, porque la Policía de base está conformada por los indios.
El racismo en su máxima expresión se dio cuando llegaron los mineros de Huanuni a la ciudad de La Paz. Algunas mujeres en inmediaciones de la UMSA y aledañas bajaron de los edificios insultándolas con ademanes de menosprecio y diciendo: “váyanse, váyanse, váyanse…”. ¿Solo las “blancas señoritas” tienen el derecho a manifestarse en esta ciudad india y no los mineros u otros sectores sociales? Este es el racismo de clase y de casta que hay que investigar para develarlo y combatirlo. ¿Será que la UMSA puede auspiciar una investigación sobre este comportamiento colonial con tintes racistas de la sociedad que se ha reciclado en las nuevas generaciones? A su vez el Ministerio Público debería procesar de oficio a los racistas. Llakisiñjamawa ukhamaraki wali phiñasiñjamarakiwa, ma qawqa q’aranakawa wasitampi apnaqañ munistu. Unjtasiñasawa ma wawaki.
* Aymara boliviano, doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos y docente en la UMSA