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Halloween en Bolivia

Tiempo atrás, algunos niños y niñas, disfrazados de monstruos y brujas, salieron a las calles de las ciudades del eje un 31 de octubre a pedir dulces y chocolates, dando lugar al inicio de la celebración de Halloween en Bolivia. En aquel entonces, parte de la población rechazó esta celebración foránea, argumentando que incluso la sonriente calabaza debía prohibirse en Bolivia, pues, a su entender, representaba una amenaza para la tradición de Todos Santos, que se celebra dos días después.

Han pasado varios años desde entonces, y si bien la Noche de Brujas se ha expandido en muchos otros sectores de la sociedad boliviana y las “casas del terror” han dejado de ser eventos excepcionales (por ejemplo, el año pasado en la sede de gobierno se organizaron siete de estas casas, aunque este año su número se redujo a la mínima expresión por los conflictos que atraviesa el país), el festejo de Todos Santos sigue tan vigente como antes. Con lo cual, los malos augurios de quienes se oponían a “las brujas” han resultado vanos.

Y es que, no sobra recordar, las sociedades y los festejos que éstas celebran son dinámicos, suelen combinar tradiciones locales con costumbres extranjeras. De hecho, el origen de muchas de las fiestas que celebramos en Bolivia son importadas, como la Navidad, el Carnaval, San Juan e incluso Todos Santos. De allí que, previsiblemente, la Noche de Brujas llegó al país para quedarse, aunque de a poco irá adquiriendo un sabor más local que foráneo, junto con otros elementos, como las calaveritas mexicanas.