Icono del sitio La Razón

El Estado de nadie

Cuando los argumentos ideológicos se agotan, recurrimos (paradójicamente) a la violencia y a Dios para reemplazarlos. Así, San Agustín (354-430 d.C.) introdujo en el cristianismo una distinción entre la ciudad del hombre y la ciudad de Dios, entre el cielo y la tierra, entre la imperfección del hombre y la posibilidad de ganar el paraíso. Se trata de una utopía que nunca podremos comprobar, y para bajar de ese sueño los seres humanos construimos otros cielos en la tierra: el liberalismo, el marxismo, el indianismo, la social democracia… Y las llamamos revoluciones, porque todas ofrecen un mundo nuevo, una humanidad diferente a la actual: codiciosa, individualista y sin temor al pecado, porque éste no es punible, todo vale.

San Agustín tuvo en sus inicios una fuerte influencia del maniqueísmo que pregonaba la lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal; con la consigna de que esta lucha jamás se iba a resolver con el triunfo de alguno de ellos. En el conflicto actual, podemos asemejar a los bandos como gemelos. Uno criado para repartir los excedentes entre todos, y el otro que acumula para sí. Por lo tanto, uno de ellos debe desaparecer para establecer estabilidad; pero eso no sucederá. Podemos comparar esas actitudes humanas con las ideologías que evolucionan, hasta llegar a un punto de declinación para resurgir otra vez, según las condiciones sociales, económicas y, aunque parezca un aspecto poco trascendente, a la autoridad moral acumulada por alguno de ellos.

Cuando el duelo entre gemelos no llega a un final consensuado, ambos se acusan de ser el mal, y el otro se atribuye ser el bien y viceversa. Entonces es el momento de la aparición de un tercero capaz de dirimir la discordia. Es el que aparece como bueno, pero detrás de su discurso está el mal, arrinconado, esperando el momento oportuno para saltar. Eso ocurrió en la Alemania post Primera Guerra Mundial (1914-1918), y fue Adolfo Hitler quien, muy hábilmente, apartó a sus dos principales contendores que eran incapaces de dirimir creativamente una solución y apareció como el mesías nazi, ofreciendo el cielo, la ciudad de Dios en la tierra con un proyecto milenario.

Los sucesos políticos en Bolivia devienen por la acumulación de errores políticos recurrentes, que aparecen cuando la codicia hace perder el sentido de la realidad y, sobre todo, cuando el líder que no conoce algunos flancos que tiene el poder es fácil presa de la adulación, y comete excesos que se van sumando. Entonces llega el detonador preciso que desata el descontento, más aún cuando la mayoría de la población tiene menos de 25 años, y no está ideologizada para mantener un discurso que apuntale un régimen revolucionario con la ética como timón para sus acciones.

El presidente Evo creyó que teniendo cerca a sus adversarios podía mantenerlos contentos, haciendo concesiones contrarias a su narrativa revolucionaria. Y que con prebendas podría mantener su fidelidad. Por ejemplo, ingenuamente, empezó por tener como fotógrafo personal al mismo que tenía Gonzalo Sánchez de Lozada. Asimismo, mantuvo cerca a personas ligadas a la familia de su adversario político Carlos Mesa que hasta hoy manejan varias instituciones culturales. Y apenas su gobierno tambalea, muchos de ellos usan las redes sociales para maldecirlo. Pero su acción más arriesgada fue catastrófica: intentar ligarse con las clases hegemónicas de Santa Cruz. En las luchas políticas, el gemelo que acumula siempre buscará a su propio gemelo, y nunca lo hará con el otro gemelo. A eso llamamos lucha de clases.

Todos estos ingredientes son perfectos para la incursión del neofascismo, corriente política reaccionaria que refleja las opiniones de los sectores más agresivos, militaristas y chovinistas de la gran burguesía. La base social se la recluta de la pequeña burguesía, media burguesía y del lumpen. El cielo que prometen en la tierra se caracteriza por el anticomunismo, el nacionalismo, el racismo, la demagogia social y el ingrediente ocasional suele ser la religión. En su lucha política siempre recurren a la violencia, al terrorismo respecto a sus oponentes obreros y campesinos, satanizándolos como el mal.

Mientras los gemelos antagónicos no se pongan de acuerdo, no debería extrañarnos que el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz se postule como candidato a la presidencia del Estado, desplazando a Carlos Mesa, ofreciendo una supuesta neutralidad.

* Artista y antropólogo.