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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 08:20 AM

Una solución para ‘Bolislavia’

Una solución pactada es la única manera de evitar una guerra civil o un caos total.

/ 12 de noviembre de 2019 / 06:53

Si Yugoeslavia fue el rompecabezas más grande de la política mundial del pasado, Bolivia es un rompecabezas dentro de un laberinto que se debe resolver al mismo tiempo que un cubo de Rubik. Lo que sí se sabe a estas alturas es que la sangre ya ha sido derramada en las calles de Montero, Cochabamba y La Paz. Una solución pactada es la única manera de evitar una guerra civil o un caos total que termine en una verdadera dictadura.

Para América Latina, este tipo de situación ya fue percibido por varios grandes pensadores. Simón Bolívar se dio cuenta de que los países sudamericanos como Bolivia o Venezuela se dividen entre élites y masas, y que el “pueblo” no es homogéneo, está fragmentado, compuesto por diferentes grupos regionales, étnicos y raciales. El sociólogo venezolano Laureano Vallenilla Lanz escribió el libro Cesarismo democrático en 1919 precisamente para explicar que su país no era como los de Europa: no tenía instituciones sólidas, estaba dividido por facciones etno-raciales y era dominado por caudillos.

Cien años más tarde, las cosas no han cambiado mucho. En el caso de Bolivia, el gobierno del MAS se tropezó con el TREP. Ese autogol le quitó mucha legitimidad a Evo Morales. Este tropiezo también produjo la cadena de eventos que llevaron al surgimiento de un caudillo en el oriente, Luis Camacho. Lamentablemente, Morales aún no ha decidido seguir el modelo de Nelson Mandela, y encontrar una solución pacífica para todo el país. Sus asesores de mano dura como Juan Ramón Quintana y Alvaro Linera prefieren luchar por el poder hasta la última instancia. La corrupción ha generado esa lógica, que Morales confunde con lealtad a sus “compañeros” y a sus bases sociales.

¿Cómo salir de este laberinto? Para evitar un baño de sangre es necesario un acuerdo político. Se debe formar un Comité de Transición y Estabilidad. Este comité estaría compuesto por miembros importantes de la sociedad civil. Al mismo tiempo, se debe formar una junta civil. En lugar de una junta militar, esta junta estaría compuesta por tres miembros de diferentes organizaciones políticas. Uno del MAS, uno de CC, y uno del Comité Cívico Pro Santa Cruz. Estos, ahora son los tres movimientos políticos más importantes del país. El Comité de Transición establecería la agenda, con temas como la necesidad de unas nuevas elecciones o la participación de organizaciones de monitoreo internacionales. Esos temas luego pasarían a la Junta Civil, la cual tendría que votar de una manera eficiente, sin demoras. El número de miembros de la Junta Civil debería ser de tres o cinco, para evitar “empates técnicos”.

Entre las instituciones que deberían formar parte del Comité de Transición están la Iglesia, el periodismo y la docencia. Estás son instituciones que tienen algo de objetividad en un mar de intereses privados y de facciones. El arzobispo de Sucre, Jesús Suárez; la activista María Galindo; el escritor Paul Tellería; los politólogos Wim Kamerbeek Romero y Salvador Romero; el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé y posiblemente otros docentes o periodistas bolivianos radicados en el exterior, sin vínculos al oficialismo ni a la oposición, podrían formar parte de este comité. Para la Junta Cívica, sería necesario descartar a Morales, Mesa y Camacho. Bolivia debe tratar de prescindir del caudillismo. Por esa misma razón, se debe poner de lado a figuras del pasado como Jorge Quiroga, Carlos Sánchez Berzaín y Mánfred Reyes Villa.

Bolivia es un país casi ingobernable. Siempre lo fue. Evo fue el Tito de la “Bolislavia”. El TREP terminó con gran parte de la legitimidad del MAS. Es necesario un interinato, que por lo menos lleve a una segunda vuelta o a nuevas elecciones en cuestión de meses. No debemos permitir que nuestro país se convierta en los Balcanes de Sudamérica.

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Dos años de Lucho: lo bueno, lo malo y lo feo

/ 3 de octubre de 2022 / 00:52

Hace una semana, el presidente Luis Arce estuvo de visita en Nueva York para su participación en la Asamblea General de la ONU. También dio una charla en la Universidad de Yale, que tuve el honor de sugerir y organizar. En menos de dos meses, se cumplirán dos años del quinquenio del exministro de Economía de Evo Morales. ¿Cuál es el balance de su liderazgo que se pueda presentar al mundo?

El 8 de noviembre de 2020, Bolivia recuperó la democracia. Después de un año nefasto del gobierno de facto de Jeanine Áñez, se pudo regresar a la senda democrática e institucional a través de las urnas, no de los tanques o las balas. En un país con una historia tan caótica como lo es Bolivia, esa fecha es un hito histórico que no se puede infravalorar.

Tuve la suerte de poder acompañar al proceso de la recuperación democrática desde la campaña electoral de Luis Arce. A principios de 2019, en plena crisis nacional, un amigo que trabajaba en YPFB me conectó con gente de la campaña de Arce.

Algo que me pareció evidentemente bueno de Arce en el primer evento virtual que organicé para él con la Universidad de Texas fue que estaba dispuesto a hablar con cualquier grupo de cualquier país, ya que Bolivia no tiene relaciones diplomáticas formales con EEUU. También quedó claro que, luego de esas reuniones, Arce es un intelectual de alto nivel. No es un líder populista. Trata temas técnicos, sobre todo en lo económico, con una mente fría y aguda. Organicé otro evento con el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz en abril de 2021.

Es menester subrayar la mano dura para los golpistas que deben ser castigados para evitar nuevos golpes. Personalmente, estoy completamente de acuerdo con esa firmeza, porque yo tuve que salir de Bolivia con asilo político, ya que mi padre Arturo fue perseguido por la dictadura militar de García Meza. Es por eso que también organicé una reunión virtual telefónica entre Arce y Bernie Sanders en junio de 2021, mientras me encontraba en Ámsterdam (para una reunión con gente de la empresa rusa Uranium One) para que traten el asunto del golpe de Áñez y la respuesta de la OEA.

En julio y agosto de 2020 ya había surgido el tema de otro posible golpe: los mercenarios que habían asesinado al presidente de Haití estaban listos para una intervención paramilitar si es que el MAS volvía a ganar las elecciones de noviembre. Luego de recibir una nota misteriosa por Facebook de un boliviano que supo del complot, tuve una conversación telefónica con Arce y su hijo Marcelo quien, en esa época, era uno de sus asesores de la campaña. Salió a la luz a través de las investigaciones del periodista Laurence Blair del diario The Guardian de Inglaterra, que luego fueron publicadas en The Intercept.

Otra cosa positiva es que se ha prestado mucha atención a lo que realmente puede transformar al país entero: el litio. Desde abril de 2021 se ha avanzado mucho y lo he visto de cerca, puesto que hice contactos para el Gobierno con empresas de varios países. El lado negativo del proceso de selección de las empresas EDL, en general, es que no ha existido mucha transparencia a lo largo del proceso de parte de YLB. Solo una de ellas envió maquinaria a Uyuni, y demostró excelentes resultados con más de 300 pruebas, bajó uso del agua y se dio más del 94% de recuperación de litio. Aun así, quedó eliminada a pesar de estar en Uyuni unos cinco meses. Por razones de equilibrio geopolítico, Bolivia debería tener acuerdos con Rusia, pero quizás en el ámbito nuclear y educativo. La guerra contra Ucrania ha sido un gran error de Putin y eso puede perjudicar a Bolivia.

Por otra parte, el artículo sobre el litio boliviano en el New York Times de diciembre de 2021 causó olas innecesarias dentro del gobierno. En lugar de aprovechar de la primera plana como una vitrina para hacer propaganda para el país, algunos se fijaron en detalles ínfimos de algunas líneas del artículo para generar una especie de paranoia política, recelos absurdos y pugnas interinstitucionales.

Queremos confiar que, como tecnócrata, más temprano que tarde, Arce se dará cuenta de que esas lagunas en algunas áreas de la administración pública, o posibles casos de nepotismo, deben ser eliminadas para que no perjudiquen al país ni a su legado. Para lograr esto, debe escuchar las opiniones de diferentes asesores que no simplemente repitan coros ideológicos.

El gran Chato Peredo dijo antes de fallecer: el MAS debe aclarar y afirmar sus principios socialistas y evitar que aparezcan roscas. Como me decía una brillante joven líder socialista cruceña en la pizzería Inboccalupo en agosto de 2021: el socialismo es, en esencia, la provisión de salud, vivienda y educación de calidad para todos. Si eso se pierde de vista, el rumbo se puede tornar derechista. Para Marx, la autocrítica es parte esencial de la praxis revolucionaria. Un verdadero socialista no le debe tener miedo.

Diego von Vacano es docente de Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad de Texas A&M, Estados Unidos.

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El laberinto infinito

/ 31 de enero de 2022 / 01:37

Uno de los grandes abismos bolivianos es la memoria. Muchos jóvenes no saben de periodos importantes de la historia del país. Gente mayor no quiere saber, y otros prefieren olvidar. Es el caso, por ejemplo, del concepto de ‘dictadura.’ Sin recordar las verdaderas dictaduras sangrientas de Hugo Banzer o de Luis García Meza, la palabra ‘dictadura’ se usa con facilidad cuando se hace referencia a gobiernos semiautoritarios.

Si hay gente que no quiere leer ciencias políticas para saber las definiciones de palabras como democracia, dictadura, autoritarismo, revolución, etc. y tampoco les interesa la historia de Bolivia, como la obra de Carlos Mesa (un buen periodista e historiador, sobre todo del fútbol nacional) o de Herbert Klein, entonces les sugiero el camino de la literatura.

A través de las novelas de Augusto Céspedes, o de la poesía de Eduardo Mitre o del beniano Pedro Shimose, se puede entender bastante de la memoria colectiva boliviana, hasta para nosotros que salimos del país hace mucho tiempo. Yo encuentro un buen guía hacia una posible salida del laberinto infinito que es la conciencia nacional en Arturo von Vacano (por razones evidentes). A dos años de su fallecimiento, lo tengo en la memoria.

En los años 70 existía una pequeña casa en San Miguel, en La Paz, que parecía una biblioteca. Ahí, mi padre Arturo tenía mil libros. Fue mi primera guardería: me protegían murallas hechas de libros en lugar de ladrillos. Desde entonces hallo refugio en las páginas de libros.

Entre libros de Kurt Vonnegut, Edgar Allan Poe y Rimbaud, o crónicas sobre el Che y los hermanos Peredo, el primer “ladrillo” de ese fortín que me llamó la atención fue Sombra de exilio”( 1971). En esa “novella” mi padre describe la enajenación de un joven del Colegio Alemán de La Paz durante los años del MNR. Más tarde, mientras estudiaba en el Franco Boliviano de Achumani, yo leía las palabras de mi padre como si fueran las mías: “el colegio me había hecho un extranjero dentro de mi propio país.” Lo mismo me pasó, en francés y no en alemán. Solo ‘traicionando’ a esas raíces de la élite de la zona Sur (que la película de Juan Carlos Valdivia retrata agudamente sin tener que repetir la alienación que se siente al ver docenas de carteles en inglés en Calacoto) pude ver los colores plurinacionales del país.

Luego descubrí Morder el silencio (1980). Aún recuerdo un evento de presentación del libro en El Prado, semanas antes del golpe de García Meza. Mi padre no tenía buen sentido del timing: publicó una crítica a la dictadura militar (semificticia, pero basada en su propia experiencia durante el régimen de Banzer) justo antes del golpe de 1980. Recuerdo los gases lacrimógenos en El Prado. También a los changos milicos (tendrían 20 años) entrando a la casa de San Miguel a las cinco de la mañana, cuando ya mi padre había encontrado asilo político en la embajada alemana. Mi madre Marcela, heroica como siempre, lo había llevado en la peta Volkswagen color ladrillo, llegando a la embajada cuando a 100 metros se acercaban los tanques. Fue una de 100 veces que mi madre le salvó la vida a mi padre. Eso, mis queridos amigos, es dictadura.

Por suerte el embajador de Alemania en Bolivia en ese momento, Johannes von Vacano, era el tío abuelo de mi padre. Ese es el tipo de coincidencias que desafían a la realidad que traté de comprender leyendo El apocalipsis de Antón (1972). Como dice la tapa, es un desafío para la imaginación. El libro es un golpe furioso de fuerza, así como golpea el viento altiplánico, de la manera en que lo hace Kiro Russo en El gran movimiento. Deambular por los laberintos de La Paz, como lo hace “Antón” o “Max”, tiene algo de poético, y algo de apocalíptico.

Vi el film de Russo en Nueva York en septiembre. Una ciudad que fascinaba a mi padre. Ahí llegamos con asilo político tras la dictadura de García Meza. Ahí mi padre se perdía por los laberintos del subterráneo de Manhattan. Y es ahí donde empezó a tratar de escribir en inglés, algo que nunca pudo lograr. Viviendo en Washington DC volvió al español con El malentendido (1996). Como inmigrante en Estados Unidos, vivió sus últimos años extraviado, en un malentendido entre su pasado y su presente.

Hace poco, buscando libros sobre Bolivia, encontré varios de sus libros que él me obsequió. Muchos tienen la palabra “Bolivia” escrita debajo de su nombre, como explicando el por qué fue escritor. Él me solía decir, “hay dos tipos de bolivianos. Los que se quedan, y los que pueden salir.” Mi padre salió de Bolivia, pero Bolivia nunca salió de él. Luchó siempre contra la represión (a la que él llamaba La Bestia), sin volverse monstruo él mismo; y miró al abismo, sin dejar que el abismo mire dentro de él.

Diego von Vacano es docente en ciencias políticas en la Universidad de Texas, EEUU.

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Memorias de Maradona

/ 6 de diciembre de 2020 / 14:53

Tuve la suerte de conocer a Diego Armando Maradona durante el Mundial de Italia 1990. La memoria más indeleble es del partido entre Argentina y Brasil en Turín. Luego del pitazo final, me perdí por los túneles del estadio, cerca de la zona mixta. En la oscuridad y soledad, escuché el clic-clac de toperoles en cemento detrás de mí. Me di la vuelta, y mirando hacia arriba, vi a Maradona junto a una enfermera italiana. El traía una sonrisa enorme.

Bajé las gradas con él por unos dos minutos. No sabía qué decirle, así que le felicité por la victoria. Me agradeció y me puso la mano sobre el hombro. Yo tenía solamente 20 años. Sin saber qué más decir, le dije “soy de Bolivia, también me llamo Diego.” Otra vez me sonrió y me dio la mano. Desapareció entrando a un cuarto que me imaginaba era la enfermería. 

Treinta años más tarde, ese recuerdo de un momento fugaz con un ídolo del mundo moderno es como algo que ocurrió ayer. Había crecido viéndolo en la televisión en los mundiales de México y de España. En Italia, pude verlo jugar en los partidos contra Camerún, la Unión Soviética, Rumania, Brasil, Yugoslavia e Italia. No pude conseguir boleto para la final en Roma contra Alemania. Afortunadamente, pude saludar a Maradona luego de los partidos contra la URSS, Rumania, Brasil e Italia. Luego del partido contra Rumania me firmó su autógrafo. En todas las ocasiones fue un caballero, muy humilde y sincero.

Todos tienen su versión preferida de Maradona. La mía es la de Italia 90. Ya no era el Pibe de Oro. Ya era un hombre maduro de treinta años, el caudillo de la selección argentina. Por un pelo no ganó su segunda copa del mundo, por un penal más que dudoso. Esa versión de Maradona que queda en mi memoria, por la forma en que ocurrió, es de una aparición de un semidiós en la oscuridad, para luego verlo festejar como un niño con sus compañeros en la zona mixta.

Esas son las lecciones que aprendí de Maradona, la de mantener la alegría infantil de jugar con una pelota (o con cualquier cosa que uno prefiera) a pesar de la edad. Y la de creer en algo más allá de lo común y corriente. De buscar maneras para salir de lo cotidiano. Son lecciones que no necesitan debatir los aspectos polémicos, políticos, o personales de Maradona.

Diego Armando Maradona durante una entrevista en el Mundial de Italia 1990.

Tuvimos la suerte de ver jugar al máximo exponente del deporte más hermoso y popular del mundo. Maradona no solamente defendió a Bolivia para poder jugar en la altura, pero dio alegrías a millones de personas por su manera de jugar y dejarlo todo en la cancha.

No pude ir a verlo en México cuando era entrenador de los Dorados de Sinaloa. Pero hablé con su abogado, Matías Morla, hace dos meses para tratar de que Maradona vaya a Bolivia. Morla me dijo que iba a tratar, y que mandaba un gran saludo a todos en Bolivia y estaba muy contento por el retorno de la democracia al país. Así es como debemos recordar al Diego: como alguien que siempre estuvo del lado del pueblo, no hizo daño a nadie, e hizo todo para dar felicidad a la gente común, que muchas veces puede tener vidas difíciles.

Maradona vivió al mejor estilo Nietzscheano: hizo de su vida una obra de arte, más allá del bien y del mal, y supo partir cuando debía.

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El litio y el despegue económico de Bolivia

/ 4 de octubre de 2020 / 10:58

Bolivia está por fin a punto de despegar hacia un desarrollo económico revolucionario gracias al litio. Otros países vecinos como Chile han tenido éxito en la minería de litio, mientras que Bolivia se ha quedado rezagada en la última década. El litio será uno de los componentes más importantes en la transición a un mundo sostenible y con bajas emisiones de carbono.

La inversión en la extracción, procesamiento y refinación de litio ha seguido aumentando a medida que los países y las empresas buscan capitalizar la capacidad de las baterías de iones de litio para alimentar vehículos eléctricos y actuar como un almacenamiento de energía a gran escala para energía renovable.

Las oportunidades que brinda el litio lo convierten en uno de los recursos naturales más valiosos del mundo. En las últimas décadas de varios gobiernos bolivianos, como explica la economista Emily Hersh, “nunca se han adoptado ‘mejores prácticas,’ estructuras de desarrollo y estrategias para su recurso de litio.

El liderazgo boliviano tiene dos opciones: seguir haciendo grandes promesas que son técnicamente inviables para el beneficio político a corto plazo y la cobertura de los medios internacionales, o arremangarse y ponerse a trabajar en base a la realidad”.

En el caso del candidato presidencial Luis Arce, está listo para ponerse manos a la obra. Ningún otro líder ha implementado una política similar a la que Arce ha sugerido y tiene como objetivo lograr —una visión verdaderamente innovadora que proporcionará prosperidad económica duradera mientras se involucra con las empresas mineras de alta tecnología. En medio de esta transición global, Arce y su equipo han identificado cómo la nación sudamericana puede convertirse en un líder mundial en minería de litio y revitalizar su economía, que atraviesa dificultades por el coronavirus y la mala gestión del gobierno de Jeanine Áñez.

La consultoría de litio de peso pesado Benchmark Minerals de Londres, ha respaldado al proyecto de Arce (https://www.benchmarkminerals.com/membership/bolivia-presidential-candidate-luis-arce-outlines-lithiumfirst-industrial-strategy-benchmark-advisingon-commercial-strategy/). Benchmark explicó cómo espera convertir a Bolivia en una potencia económica. Bajo una presidencia de Luis Arce, Bolivia se asociará con empresas líderes mundiales para aprovechar el valor de los abundantes recursos de litio para crear empleos y mejorar el bienestar económico de todos los bolivianos. La estrategia del equipo de Benchmark, que está dispuesto a colaborar con el proyecto sin privatización de Arce, es un evento que se da una sola vez en una generación y creará riqueza para el pueblo boliviano durante muchas décadas. La declaración de Benchmark subraya algunas de las políticas que Arce implementará, las cuales incluyen: Completar una evaluación total de los recursos de litio de Bolivia; colaboración con empresas líderes en litio y baterías de cualquier parte del mundo; Invitar a estas empresas líderes a desarrollar industrias nacionales de minería de litio y productos químicos; establecer un régimen fiscal para garantizar que el desarrollo de la industria produzca ingresos fiscales para la población y asegurar que Bolivia sea vista como el líder mundial en la industria del litio.

En todo el mundo el llamado a la acción por el cambio climático es claro. Es el momento de adoptar una transición impulsada por el litio, y Bolivia se encuentra en una situación única en la que su principal recurso natural —el litio— no ha sido aún explotado. La política de Arce para la minería de litio segura y de alta tecnología significaría que el país podría beneficiarse rápidamente de importantes inversiones de empresas mineras de litio, al tiempo que garantizaría que se utilicen los beneficios financieros para mejorar la calidad de vida en Bolivia, siempre y cuando se respeten las leyes bolivianas y el principio de la no privatización.

Esto significará la extracción de 100.000 toneladas anuales de litio para 2023 y la generación de más de 130.000 empleos directos e indirectos en seis años, además de $us 2.000 millones en impuestos durante ese periodo. Esto ayudará a impulsar la modernización de todos los aspectos de la economía del país y resultará ser una bendición para una población nacional que ha pasado por dificultades financieras en los últimos meses por el problema del coronavirus y la mala gestión económica de Áñez.

Las elecciones serán importantes no solo para los ciudadanos de la nación, sino también para el resto del mundo. Mientras el litio se convierte en una mercancía importante en los mercados globales, la mayoría de las empresas mineras internacionales están buscando oportunidades para invertir y anticipar a la creciente demanda. Bolivia podría convertirse de esta manera en un líder mundial en la extracción de litio de una forma ecológica (a diferencia de Chile), así como un ejemplo a seguir en términos de una reforma económica exitosa con el Estado y la empresa privada como socios.

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¿El ocaso de los ídolos?

Echar todo por la borda por insistir en resultados electorales que en el mejor de los casos son dudosos, no vale la pena

/ 24 de octubre de 2019 / 23:35

El 20 de octubre debió haber sido una fiesta democrática. Mientras muchos países de América Latina tiemblan por razones políticas y económicas, Bolivia tuvo la oportunidad de ser un ejemplo regional de democracia, estabilidad y crecimiento. Luego de 13 años de un proceso de cambio que pudo dejar un saldo positivo, Evo Morales aún no ha sido capaz de hacer lo que hizo Nelson Mandela en Sudáfrica: dejar un legado moral al país y a los movimientos populares del mundo.

Chile y Ecuador arden. Argentina y Perú están en crisis política. Venezuela es una dictadura manejada por una supuesta “izquierda”. En cambio, la prensa internacional hablaba en estas semanas de los logros y éxitos de Evo Morales. La BBC, el Washington Post, The Guardian y otros medios importantes subrayaban el crecimiento económico del modelo socialista boliviano. Todo esto se derrumbó en cuestión de horas. El instante en que la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), del Órgano Electoral, suspendió el conteo, las sospechas emergieron. En lugar de transparencia, se vio humo. Ese humo ahora sale de edificios y vehículos quemados por gente común y corriente que ya no quiere que le tomen el pelo. Resulta increíble que Evo Morales se haya olvidado de que el pueblo boliviano es el más combativo de Sudamérica.  

No todos los que decimos esto somos “reaccionarios”, “derechistas” u “opositores”. En mi caso, radico en Estados Unidos gracias a una “beca” del dictador Luis García Meza. Mi padre fue exiliado por oponerse a las dictaduras militares de los años ochenta. Por auspicio de Amnesty International, mi familia terminó por azar en el país del norte. No todos los que viven en EEUU son “imperialistas”. Tenemos que pagar alquileres, impuestos, comprar pan y despertar temprano para trabajar, al igual que el 90% de la población mundial. Es una caricatura decir que cualquier persona que critica el autoritarismo de una “dictablanda” es un contra-revolucionario.

Escapé de las dictaduras de verdad de los años setenta y ochenta cuando Hugo Banzer y García Meza torturaban y mataban a la oposición. No quise salir de Bolivia. Y creo que el gobierno de Evo Morales no ha sido una dictadura (algo que he debatido 1.000 veces con amigos y familia en Bolivia). Pero en estos días pone en riesgo todo lo positivo que ha logrado. Y lo que ha logrado, desde mi punto de vista, fue muy importante en la historia del país: una sociedad más equitativa, menos racista, un Estado soberano y una economía pujante. Echar todo por la borda por insistir en resultados electorales que en el mejor de los casos son dudosos, no vale la pena.

A Evo Morales le queda poco tiempo, quizás horas, para poder actuar de una manera que lo convierta en el Nelson Mandela latinoamericano. Debe desechar a sus “asesores” maquiavélicos en el sentido negativo de la palabra, y ser maquiavélico en el sentido positivo de la palabra: hacer lo correcto por el bien común de la patria. En este caso, lo mínimo es permitir una segunda vuelta.

Si el MAS gana (hasta las 18.00 del jueves el recuento oficial llegó hasta el 99,16%, Evo Morales lograba el 46,96% y Carlos Mesa el 36,59% según los datos oficiales del TSE), se merece cinco años más de Evo. Si pierde y Mesa asume el poder, sería casi imposible (o totalmente necio) revertir la nacionalización de sectores importantes de la economía que logró el gobierno de Evo. El país se vería con una infraestructura económica socialista, es decir, una economía mixta entre el sector privado y el estatal; y un partido de gobierno y otro de oposición, algo que le daría estabilidad al país a largo plazo. Si Mesa no gestiona bien esa economía nacional, el MAS puede regresar al poder, ya con más legitimidad democrática y con nuevos líderes. Para Morales, este es el momento de ver más allá de sus narices y pensar en la Historia. Si no hace lo correcto, representará el ocaso de los ídolos que en su momento construyeron el país más progresista del planeta.

* Docente de la Universidad de Texas (EEUU).

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