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Una solución para ‘Bolislavia’

Si Yugoeslavia fue el rompecabezas más grande de la política mundial del pasado, Bolivia es un rompecabezas dentro de un laberinto que se debe resolver al mismo tiempo que un cubo de Rubik. Lo que sí se sabe a estas alturas es que la sangre ya ha sido derramada en las calles de Montero, Cochabamba y La Paz. Una solución pactada es la única manera de evitar una guerra civil o un caos total que termine en una verdadera dictadura.

Para América Latina, este tipo de situación ya fue percibido por varios grandes pensadores. Simón Bolívar se dio cuenta de que los países sudamericanos como Bolivia o Venezuela se dividen entre élites y masas, y que el “pueblo” no es homogéneo, está fragmentado, compuesto por diferentes grupos regionales, étnicos y raciales. El sociólogo venezolano Laureano Vallenilla Lanz escribió el libro Cesarismo democrático en 1919 precisamente para explicar que su país no era como los de Europa: no tenía instituciones sólidas, estaba dividido por facciones etno-raciales y era dominado por caudillos.

Cien años más tarde, las cosas no han cambiado mucho. En el caso de Bolivia, el gobierno del MAS se tropezó con el TREP. Ese autogol le quitó mucha legitimidad a Evo Morales. Este tropiezo también produjo la cadena de eventos que llevaron al surgimiento de un caudillo en el oriente, Luis Camacho. Lamentablemente, Morales aún no ha decidido seguir el modelo de Nelson Mandela, y encontrar una solución pacífica para todo el país. Sus asesores de mano dura como Juan Ramón Quintana y Alvaro Linera prefieren luchar por el poder hasta la última instancia. La corrupción ha generado esa lógica, que Morales confunde con lealtad a sus “compañeros” y a sus bases sociales.

¿Cómo salir de este laberinto? Para evitar un baño de sangre es necesario un acuerdo político. Se debe formar un Comité de Transición y Estabilidad. Este comité estaría compuesto por miembros importantes de la sociedad civil. Al mismo tiempo, se debe formar una junta civil. En lugar de una junta militar, esta junta estaría compuesta por tres miembros de diferentes organizaciones políticas. Uno del MAS, uno de CC, y uno del Comité Cívico Pro Santa Cruz. Estos, ahora son los tres movimientos políticos más importantes del país. El Comité de Transición establecería la agenda, con temas como la necesidad de unas nuevas elecciones o la participación de organizaciones de monitoreo internacionales. Esos temas luego pasarían a la Junta Civil, la cual tendría que votar de una manera eficiente, sin demoras. El número de miembros de la Junta Civil debería ser de tres o cinco, para evitar “empates técnicos”.

Entre las instituciones que deberían formar parte del Comité de Transición están la Iglesia, el periodismo y la docencia. Estás son instituciones que tienen algo de objetividad en un mar de intereses privados y de facciones. El arzobispo de Sucre, Jesús Suárez; la activista María Galindo; el escritor Paul Tellería; los politólogos Wim Kamerbeek Romero y Salvador Romero; el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé y posiblemente otros docentes o periodistas bolivianos radicados en el exterior, sin vínculos al oficialismo ni a la oposición, podrían formar parte de este comité. Para la Junta Cívica, sería necesario descartar a Morales, Mesa y Camacho. Bolivia debe tratar de prescindir del caudillismo. Por esa misma razón, se debe poner de lado a figuras del pasado como Jorge Quiroga, Carlos Sánchez Berzaín y Mánfred Reyes Villa.

Bolivia es un país casi ingobernable. Siempre lo fue. Evo fue el Tito de la “Bolislavia”. El TREP terminó con gran parte de la legitimidad del MAS. Es necesario un interinato, que por lo menos lleve a una segunda vuelta o a nuevas elecciones en cuestión de meses. No debemos permitir que nuestro país se convierta en los Balcanes de Sudamérica.