Han pasado 30 años de la caída del Muro de Berlín, un hecho histórico que precedió el desmoronamiento del mundo que había sido construido y mantenido para el enfrentamiento entre estadounidense y soviéticos. Con lo cual, el planeta ingresó a un nuevo periodo de su historia, determinado ya no por la Guerra Fría, sino por el desarrollo de la tecnología y el potenciamiento de la globalización.
Este nuevo orden se presentó con una visión positiva. Las principales banderas que permitieron dos décadas de supremacía estadounidense fueron el triunfo de la libertad y el libre mercado, frente a la opresión comunista y las restricciones de un Estado grande, que buscaba controlarlo todo. La unificación de Alemania, la ampliación de la Unión Europea, la ascensión de Asia, entre otros fenómenos, contribuyeron a la edificación de este nuevo escenario, caracterizado por la integración mundial de los mercados y las finanzas.
Sin embargo, la ambición y el crecimiento trajo consigo nuevos problemas, especialmente la sobreexplotación de los recursos, y hoy el cambio climático se perfila como el nuevo Armagedón. A ello se suma una nueva ola de nacionalismo, nativismo y xenofobia. Hablamos de nuevas necesidades económicas, sociales y medioambientales que ya no pueden resolverse mediante discursos políticos o ideológicos. Se trata de un escenario inédito, tanto más complicado por cuanto está en proceso de consolidación, y que conlleva nuevos desafíos para los actuales gobernantes y líderes políticos.