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Twitter y la libertad de expresión

Twitter tiene solo 320 millones de usuarios, contra los 2.200 millones de Facebook, los 1.000 millones de Instagram y los 2.000 millones de YouTube, pero su influencia en la política y los medios es considerable, sobre todo desde que la usan Barack Obama y, especialmente, Donald Trump.

Sin embargo, esta red ha anunciado que va a prohibir los anuncios políticos porque, según su fundador (Jack Dorsey), “el alcance de un mensaje político debería ser algo que se gana, no que se compra”. Decisión opuesta a la de Facebook, cuyo director ejecutivo que ha dicho que no rechazará ninguna publicidad, aunque no se va a responsabilizar por la desinformación.

En 2016, la campaña presidencial de Trump y la del brexit, entre otras, triunfaron con ayuda de las redes sociales, sorprendiendo a la política convencional. El escándalo de Cambridge Analytica, que utilizó datos sacados de Facebook para localizar con enorme precisión a potenciales votantes del actual presidente de Estados Unidos, reveló al mundo cómo se pueden utilizar las redes.

El jefe de la campaña de Trump comunicó que “Twitter acaba de renunciar a cientos de millones de dólares en potenciales ingresos, una decisión muy tonta para sus accionistas (…) es otro intento de silenciar a los conservadores, porque Twitter sabe que (…) Trump tiene el programa online más sofisticado”. Antes, había lanzado un anuncio con afirmaciones falsas sobre el candidato demócrata Joe Biden que CNN rechazó emitir y Fox News lo retiró. El equipo de Biden solicitó a Facebook que lo sacaran, pero le contestaron que la base de la red social es “la creencia fundamental en la libertad de expresión”.

A su vez, la favorita entre los precandidatos demócratas, Elizabeth Warren, publicó un anuncio en Facebook afirmando que su dueño apoya la reelección de Trump; y luego, en el mismo texto, reconoce que la información es falsa. Warren propone una batería de medidas “antimonopolio” contra las grandes firmas tecnológicas y plantea, entre otras cosas, partir la empresa de Zuckerberg en varias pequeñas.

Como se ve, hay todo tipo de posiciones, desde Twitter, que no publicará más anuncios políticos (en mi opinión, una actitud acertada, ya que la política es “tóxica”); hasta Facebook, que publica incluso noticias falsas; pasando por medios como CNN que se niegan a reproducir lo que creen que no es cierto. Y cada propietario tiene el derecho moral de comportarse de esa manera, porque arriesgan su empresa, su fortuna y su carrera profesional.

La libertad de prensa existe cuando nadie, ni el gobierno, impide coactivamente la publicación de algo. Nos guste o no, una sociedad madura debe aborrecer la mentira, pero, al mismo tiempo, respetar a todos, incluso a los mentirosos. Poner al Estado o a un tribunal a juzgar qué es mentira y qué no es peligroso porque, quién más quién menos, los políticos usarán este argumento para intentar censurar lo que les disgusta.