Voces

Saturday 5 Oct 2024 | Actualizado a 23:30 PM

Guerra contra la soledad

El aislamiento social es más letal que fumar 15 cigarrillos al día o que la obesidad.

/ 14 de noviembre de 2019 / 23:41

Los humanos somos una multitud solitaria, y eso nos está matando. El aislamiento social es más letal que fumar 15 cigarrillos al día o que la obesidad, según una investigación publicada por Julianne Holt-Lunstad de la Universidad Brigham Young. Debido a que la obesidad está asociada en Estados Unidos con entre 300.000 y 600.000 muertes al año, la implicación es que la soledad es un enorme, y silencioso, asesino.

Los investigadores aseguran que la soledad incrementa la inflamación, las enfermedades cardiacas, la demencia y las tasas de mortalidad y, especialmente, la depresión. La epidemia de opioides y las crecientes tasas de suicidios en EEUU tienen orígenes complicados, en parte económicos, pero también son el resultado del aislamiento social. Las familias numerosas se han disuelto, y las instituciones sociales como las iglesias y los clubes vecinales se han desgastado. Ya no estamos insertados en nuestras comunidades tan profundamente.

“Me especialicé en medicina interna, y esperaba que la mayor parte de mi tiempo la dedicaría a tratar pacientes con diabetes, padecimientos cardiacos o cáncer”, me dijo el doctor Vivek Murthy, quien fue la máxima autoridad sanitaria de EEUU durante el gobierno del presidente Barack Obama. “Lo que no esperaba era que tantas personas que yo atendía estuvieran luchando contra la soledad”.

Más de una quinta parte de los adultos en EEUU y el Reino Unido dijeron en una encuesta de 2018 que a menudo o siempre se sienten solos. Más de la mitad de los adultos estadounidenses no se ha casado, y los investigadores han descubierto que incluso entre los que están casados, el 30% de las relaciones están severamente afectadas. Una cuarta parte de los estadounidenses ahora viven solos, y, como dice la canción, uno es el número más solitario.

El egoísmo puede ser un indicador del aislamiento social. Murthy dice haber visto familias dejar a sus parientes en un hospital para el Día de Acción de Gracias o un fin de semana largo. En el hospital, los médicos a veces son los únicos en presenciar la muerte de un paciente, sin que ninguno de sus seres queridos esté presente.

La soledad afecta a la salud física de dos maneras. Primero, produce hormonas del estrés que pueden provocar inflamación y otros problemas de salud. Segundo, las personas que están solas tienen menos probabilidades de acudir a citas médicas, que tomen medicamentos o que se ejerciten y sigan una dieta saludable. Podemos resentirnos por regañar a nuestros seres queridos, pero nos pueden mantener vivos.

En el Reino Unido incluso han impulsado la campaña “Hablemos de soledad”, la cual ha puesto en evidencia conversaciones difíciles en todo el Reino Unido, y está entregando pequeñas ayudas económicas a clubes locales de jardinería, grupos de observación de aves y otros para que puedan difundir el mensaje e invitar a más personas a unirse. También apoya las “bancas amistosas”, que son bancas públicas creadas para que las personas puedan ir y conversar. El ministerio ejerce presión para mantener abiertos los espacios comunitarios y evitar que el transporte público sea interrumpido de maneras que aíslan a las personas. El Gobierno también está colocando trabajadores sociales en consultorios médicos para dar “recetas sociales” y, de esta manera, conectar a pacientes solitarios con organizaciones locales.

Algunos piensan que internet ha agravado el problema, pues un vistazo a Facebook o Instagram hace parecer que todas las personas en el mundo están pasando momentos fabulosos y disfrutan de relaciones perfectas. Mientras tanto, las razones para abordar el tema son convincentes. “Si pudiéramos enfrentar la soledad”, dijo Murthy, “las personas se sentirían más fuertes, más resilientes, más optimistas sobre el futuro”. Holt-Lunstad ha descubierto que una mayor conexión social está relacionada con un 50% menos de riesgo de sufrir una muerte temprana.

Australia, Canadá, Alemania y Nueva Zelanda han mostrado interés en adoptar los enfoques británicos. Tal vez Estados Unidos también debería experimentar. ¿Qué tal un nuevo puesto en el Departamento de Salud y Servicios Humanos? ¿Un secretario asistente para la soledad? 

* Periodista y analista político, columnista del New York Times. © The New York Times, 2019.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Inteligencia artificial, salvación o peligro

Nicholas Kristof

/ 3 de septiembre de 2024 / 08:44

He aquí una ganga de lo más horripilante: por menos de $us 100.000, ahora podría ser posible utilizar inteligencia artificial (IA) para desarrollar un virus que podría matar a millones de personas. Esa es la conclusión de Jason Matheny, presidente de RAND Corporation, un grupo de expertos que estudia cuestiones de seguridad y otros temas.

Soy miembro desde hace mucho tiempo del Aspen Strategy Group, una organización bipartidista que analiza cuestiones de seguridad global, y nuestra reunión anual de este mes se centró en la inteligencia artificial. Por eso Matheny y otros expertos se unieron a nosotros… y luego nos asustaron.

A principios de la década de 2000, algunos de nosotros nos preocupábamos por la posibilidad de que la viruela se volviera a utilizar como arma biológica si el virus era robado de los laboratorios de Atlanta y de la región rusa de Novosibirsk, que lo conservaban desde que se erradicó la enfermedad. Pero con la biología sintética, ya no habría necesidad de robarlo. Hace algunos años, un equipo de investigación creó un primo del virus de la viruela, la viruela equina, en seis meses por $us 100.000, y con IA podría ser más fácil y más barato refinar el virus.

Una de las razones por las que no se han utilizado mucho las armas biológicas es que pueden tener un efecto búmeran. Si Rusia liberara un virus en Ucrania, podría propagarse a Rusia. Pero un general chino retirado ha planteado la posibilidad de una guerra biológica dirigida a determinadas razas o etnias (probablemente de forma imperfecta), lo que haría que las armas biológicas fueran mucho más útiles. Otra posibilidad es que fuera posible desarrollar un virus que matara o incapacitara a una persona en particular, como un presidente o embajador problemático, si se hubiera obtenido el ADN de esa persona en una cena o recepción.

Por supuesto, la IA también tiene un lado más esperanzador: promete mejorar la educación, reducir los accidentes automovilísticos, curar el cáncer y desarrollar nuevos fármacos milagrosos. Así que no está claro si la IA nos salvará o nos matará primero.

Los científicos llevan años explorando cómo la IA puede dominar la guerra, con drones autónomos o robots programados para encontrar y eliminar objetivos instantáneamente. La guerra puede llegar a implicar que robots luchen contra robots.

Una gran incertidumbre es la magnitud y el momento en que se perderán puestos de trabajo (de camioneros, abogados y tal vez incluso programadores) que podrían amplificar el malestar social. Ojalá podamos gestionar mejor la disrupción económica que supone la inteligencia artificial.

Una de las razones de mi desconfianza hacia la IA es que, si bien veo su potencial, los últimos 20 años han sido un recordatorio de la capacidad de la tecnología para oprimir. Los teléfonos inteligentes fueron deslumbrantes, pero hay evidencia que los vincula con el deterioro de la salud mental de los jóvenes. La IA también puede facilitar la manipulación de las personas, de maneras que recuerdan a Orwell.

Gestionar la IA sin sofocarla será uno de nuestros grandes desafíos a medida que adoptemos la que quizás sea la tecnología más revolucionaria desde que Prometeo nos trajo el fuego.

Nicholas Kristof  es columnista de The New York Times.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Inteligencia artificial, salvación o peligro

/ 28 de julio de 2024 / 02:51

He aquí una ganga de lo más horripilante: por menos de $us 100.000, ahora podría ser posible utilizar inteligencia artificial (IA) para desarrollar un virus que podría matar a millones de personas. Esa es la conclusión de Jason Matheny, presidente de RAND Corporation, un grupo de expertos que estudia cuestiones de seguridad y otros temas.

Soy miembro desde hace mucho tiempo del Aspen Strategy Group, una organización bipartidista que analiza cuestiones de seguridad global, y nuestra reunión anual de este mes se centró en la inteligencia artificial. Por eso Matheny y otros expertos se unieron a nosotros… y luego nos asustaron.

A principios de la década de 2000, algunos de nosotros nos preocupábamos por la posibilidad de que la viruela se volviera a utilizar como arma biológica si el virus era robado de los laboratorios de Atlanta y de la región rusa de Novosibirsk, que lo conservaban desde que se erradicó la enfermedad. Pero con la biología sintética, ya no habría necesidad de robarlo. Hace algunos años, un equipo de investigación creó un primo del virus de la viruela, la viruela equina, en seis meses por $us 100.000, y con IA podría ser más fácil y más barato refinar el virus.

Una de las razones por las que no se han utilizado mucho las armas biológicas es que pueden tener un efecto búmeran. Si Rusia liberara un virus en Ucrania, podría propagarse a Rusia. Pero un general chino retirado ha planteado la posibilidad de una guerra biológica dirigida a determinadas razas o etnias (probablemente de forma imperfecta), lo que haría que las armas biológicas fueran mucho más útiles. Otra posibilidad es que fuera posible desarrollar un virus que matara o incapacitara a una persona en particular, como un presidente o embajador problemático, si se hubiera obtenido el ADN de esa persona en una cena o recepción.

Por supuesto, la IA también tiene un lado más esperanzador: promete mejorar la educación, reducir los accidentes automovilísticos, curar el cáncer y desarrollar nuevos fármacos milagrosos. Así que no está claro si la IA nos salvará o nos matará primero.

Los científicos llevan años explorando cómo la IA puede dominar la guerra, con drones autónomos o robots programados para encontrar y eliminar objetivos instantáneamente. La guerra puede llegar a implicar que robots luchen contra robots.

Una gran incertidumbre es la magnitud y el momento en que se perderán puestos de trabajo (de camioneros, abogados y tal vez incluso programadores) que podrían amplificar el malestar social. Ojalá podamos gestionar mejor la disrupción económica que supone la inteligencia artificial.

Una de las razones de mi desconfianza hacia la IA es que, si bien veo su potencial, los últimos 20 años han sido un recordatorio de la capacidad de la tecnología para oprimir. Los teléfonos inteligentes fueron deslumbrantes, pero hay evidencia que los vincula con el deterioro de la salud mental de los jóvenes. La IA también puede facilitar la manipulación de las personas, de maneras que recuerdan a Orwell.

Gestionar la IA sin sofocarla será uno de nuestros grandes desafíos a medida que adoptemos la que quizás sea la tecnología más revolucionaria desde que Prometeo nos trajo el fuego.

 Nicholas Kristof es columnista de The New York Times.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Un año terrible y quizás también el mejor

/ 31 de diciembre de 2023 / 01:15

Termina el año, los civiles están muriendo a un ritmo asombroso en Gaza y es posible que se esté reanudando el genocidio en Darfur. Un hombre acusado de 91 delitos graves lidera las encuestas presidenciales estadounidenses, y nuestras emisiones de carbono corren el riesgo de cocinar nuestro planeta. Pero algo más también es cierto: en cierto modo, 2023 puede haber sido el mejor año de la historia de la humanidad. ¿Cómo puede ser eso posible?

Casi la peor calamidad que le puede ocurrir a un ser humano es perder a un hijo, e históricamente, casi la mitad de los niños en todo el mundo murieron antes de cumplir 15 años. Esa proporción ha disminuido constantemente desde el siglo XIX, y la División de Población de las Naciones Unidas proyecta que en 2023 se alcanzó un mínimo histórico en la mortalidad infantil mundial, con solo el 3,6% de los recién nacidos muriendo antes de los cinco años. Esa es la cifra más baja de ese tipo en la historia de la humanidad. Todavía significa que alrededor de 4,9 millones de niños murieron este año, pero eso es un millón menos de los que murieron en 2016.

O consideremos la pobreza extrema. También ha alcanzado un mínimo histórico, afectando a poco más del 8% de los seres humanos en todo el mundo, según proyecciones de las Naciones Unidas. Todas estas cifras son aproximadas, pero parece que alrededor de 100.000 personas están saliendo de la pobreza extrema cada día, por lo que pueden acceder mejor al agua potable, alimentar y educar a sus hijos y comprar medicinas.

Nada de esto alivia el dolor de quienes han perdido a sus hijos en 2023, ni es un bálsamo para quienes están atrapados en guerras o catástrofes climáticas. Sin embargo, a fin de año, vale la pena reconocer este telón de fondo de progreso, no para distraer a nadie de todo lo que va mal, sino para recordar que cuando nos esforzamos lo suficiente, podemos lograr cosas asombrosas. En este momento, viendo la angustia en todo el mundo, diría que no nos estamos esforzando lo suficiente.

Escribo una versión de esta columna cada año por esta época y molesta a muchos lectores. Creen que es ofensivo aclamar el progreso cuando tantas personas están muriendo innecesariamente a causa de guerras y enfermedades, cuando el futuro les parece tan sombrío. Entiendo su punto. Mi carrera se ha dedicado a cubrir genocidio, guerra y pobreza. Pero una cosa que aprendí hace mucho tiempo como periodista es que cuando nuestra cobertura es incesantemente negativa, la gente se desconecta y se da por vencida. Si queremos abordar los problemas (desde la guerra en Gaza hasta el cambio climático), entonces ayuda saber que es posible avanzar.

Otras noticias de salud también son alentadoras, un reflejo de la forma en que las herramientas de salud pública están detrás de muchos de los avances en el bienestar. Dos terribles enfermedades están a punto de erradicarse: la polio y la dracunculosis. Solo se han notificado 12 casos de poliovirus salvaje en todo el mundo en 2023,y 20 24 puede ser el último año en el que se transmita la polio salvaje. Mientras tanto se notificaron 11 casos de dracunculos de Guinea en humanos en los primeros nueve meses de 2023.

Del mismo modo, el gobierno de Estados Unidos aprobó recientemente nuevas técnicas de edición de genes CRISPR para tratar la anemia de células falciformes, y la esperanza es que enfoques similares puedan transformar el tratamiento del cáncer y otras dolencias. Otro hito: se han aprobado nuevas vacunas contra el VSR y la malaria, y se espera que ambas salven vidas de niños.

El tracoma que causa ceguera también está desapareciendo en varios países. Una mujer que padecía tracoma en Malí me dijo una vez que la peor parte de la enfermedad no era la ceguera sino el dolor insoportable, que, según ella, era tan intenso como el parto pero que duraba años. Por eso estoy encantado de que Mali y otros 16 países hayan eliminado el tracoma.

Quienes ven 2023 como un año notablemente sombrío también tienen razón, por supuesto. Mi reportaje sobre Oriente Medio a finales de este año fue personalmente deprimente, y el cambio climático amenaza los avances en naciones pobres como Bangladesh y Madagascar. Sin embargo, la desesperación es paralizante, no fortalecedora. Parece contradictorio en un mundo rebosante de dolor, pero la tendencia más importante del mundo en mi vida puede ser la revolución en la mortalidad infantil, la enorme disminución de la pobreza global y el enorme aumento de la alfabetización del que muchas personas parecen no ser conscientes.

Destaco este telón de fondo de progreso para que pueda fortalecernos en 2024 para afrontar todos los demás sufrimientos que persisten.

Nicholas Kristof es columnista de The New York Times. 

Comparte y opina:

Un asesinato, una disputa

India es tan importante que otras naciones se sentirán tentadas a desviar la mirada y no involucrarse

Nicholas Kristof

/ 25 de septiembre de 2023 / 09:00

El Día del Padre de este año, dos hombres corpulentos merodeaban cerca de un templo sij en Columbia Británica. Luego, el presidente del templo, un ciudadano canadiense y activista llamado Hardeep Singh Nijjar, salió y se subió a su camioneta para conducir a casa a cenar con su familia.

Los dos hombres que esperaban, con máscaras, dispararon a través de la ventana de Nijjar una docena de veces. Los miembros del templo corrieron valientemente tras los pistoleros, quienes escaparon en un automóvil conducido por un tercer hombre.

Ahora, el primer ministro Justin Trudeau de Canadá ha afirmado públicamente que el gobierno indio puede ser responsable del asesinato de Nijjar, una acusación explosiva que, si se determina que es cierta, debería servir de advertencia a los países occidentales en sus relaciones con el primer ministro Narendra Modi y su cada vez más gobierno autoritario. India niega la acusación y la califica de “absurda”.

Lea también: ¡Larga vida al rey!

En su declaración inicial, Trudeau se mostró cauteloso y habló de “acusaciones creíbles de un vínculo potencial” entre el asesinato y el gobierno indio. Pero en una visita al New York Times el jueves, Trudeau parecía completamente seguro de que el gobierno indio había estado involucrado.

Trudeau dijo sin rodeos que quería ver “a varias personas encarceladas”, además de “una serie de lecciones aprendidas y cambios en la forma en que operan los servicios de inteligencia indios”.

Si bien Trudeau no compartiría las pruebas que vinculan el crimen con la India, apuesto a que son sólidas. Nijjar, que nació en India, abogó por crear un Estado separatista llamado Khalistan en Punjab, una propuesta que enfurece a muchos indios porque en la década de 1980 la campaña para lograrlo involucraba terrorismo. En 2020, India calificó a Nijjar, sin pruebas, de terrorista y luego ofreció una recompensa en efectivo por información que condujera a su arresto.

Trudeau busca trabajar con India en una investigación del incidente, pero el gobierno de Modi ha intensificado la tensión. Dejó de emitir visas a los canadienses y ordenó a Canadá que redujera su personal diplomático en la India.

Como señaló Trudeau en su visita al Times, tenía la obligación de actuar. «Cuando tenemos razones creíbles para creer que esto sucedió, no podemos ignorarlo», dijo.

La paradoja es que Nijjar no parece haber representado hoy ninguna amenaza para la India. Hubo un movimiento separatista violento que apoyaba a Khalistan a principios de la década de 1980, y conocí a sus líderes cuando era estudiante de derecho y viajaba con mochila por la India y dormía en el suelo del Templo Dorado Sikh para ahorrar dinero. Pero ese movimiento ha fracasado y el sueño de Khalistan parece más vivo en la diáspora sij que en la propia India.

Si se descubre que India miente sobre su papel en el asesinato, habrá dañado su posición internacional mucho más de lo que Nijjar jamás podría haberlo hecho.

En este caso, sin embargo, Modi no muestra ninguna señal de investigar y parece estar tratando de sacar provecho político, inflamando el nacionalismo punzante que ha impulsado su carrera hasta ahora.

Modi es una figura complicada. Es uno de los líderes más populares del mundo actual y, como escribí durante una visita a la India a principios de este año, merece crédito por su pragmatismo económico y por elevar significativamente los niveles de vida. Pero el gobierno de Modi también ha hecho que la India sea menos libre, tomando medidas enérgicas contra la prensa y provocando una islamofobia ardiente que ha llevado al linchamiento de musulmanes.

India es tan importante que otras naciones se sentirán tentadas a desviar la mirada y no involucrarse en la disputa de Canadá con Delhi. En 2018, en respuesta a un asesinato ruso en suelo británico, Estados Unidos expulsó a 60 rusos y 14 países europeos tomaron medidas similares; Eso no sucederá esta vez.

Hay que reconocer que la administración Biden apoyó a Canadá y pidió a la India que cooperara en la investigación del asesinato, aunque ayudaría si esto viniera públicamente del propio Biden. En otros lugares, ha habido mayormente silencio e irresponsabilidad.

Sin prejuzgar los resultados, los países occidentales deberían apoyar categóricamente a Canadá al pedir una investigación justa del asesinato y justicia para los responsables. El actual silencio internacional es notoriamente ruidoso. Los canadienses merecen algo mejor de nuestra parte, al igual que los indios.

(*) Nicholas Kristof es columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina:

¡Larga vida al rey!

Gran Bretaña está tan polarizada que cualquier líder político es odiado por una parte considerable de la población

Nicholas Kristof

/ 3 de julio de 2023 / 07:57

Con la emoción de la coronación aún en el aire fuera del Palacio de Buckingham, es tentador para un yanqui burlarse de los británicos por los escaparates llenos de platos de coronación y tazas de café del rey Carlos III. ¿Y cómo no poner los ojos en blanco cuando un trozo de pastel de la boda de 2005 entre el nuevo rey y la reina ahora se vende por $us 1.600?

Sin embargo, no me permitiré burlarme por dos razones. Primero, muchos de los turistas que compran los recuerdos tienen un innegable acento estadounidense. En segundo lugar, nunca admitiría esto en público, pero he llegado a pensar que tal vez tener una familia real tiene ventajas.

Lea también: El arresto de un presidente

Gran Bretaña está, como Estados Unidos, tan polarizada que cualquier líder político es odiado por una parte considerable de la población, lo que genera conflictos y corre el riesgo de sufrir violencia. Pero con la monarquía, el Reino Unido tiene garantizado un jefe de estado apolítico que equivale a una fuerza unificadora.

Una encuesta de mayo encontró que el 62% de las personas en Gran Bretaña estaban a favor de permanecer como monarquía, en comparación con el 28% que prefería una república. Los jóvenes estaban algo menos entusiasmados con la realeza que las personas mayores, pero eso ha sido cierto durante décadas: a medida que envejecen, los británicos parecen volverse más pro-monárquicos.

Un monarca no es la única opción para un jefe de estado apolítico. Alemania, Israel y otros países tienen jefes de estado no pertenecientes a la realeza, en gran parte ceremoniales, que pueden defender la armonía por encima de la refriega. El presidente Isaac Herzog de Israel trató de hacer eso este año para promover el compromiso, preservar las normas democráticas y calmar las protestas masivas en Israel; advirtió que el conflicto podría conducir incluso a una guerra civil.

Pero incluso los presidentes apolíticos como Herzog son a menudo expolíticos y no parecen tener el poder curativo de los monarcas. El rey Carlos se negó a ser entrevistado (cuando solicité tiempo con él, creo que su personal se rió tontamente). Pero ocasionalmente he interactuado con otros miembros de su familia y con la realeza en otros países, y es gracioso cómo incluso nosotros, los estadounidenses, nos ponemos nerviosos incluso ante una miserable duquesa o, digamos, un rey de Tonga.

Un estudio de 137 países durante más de un siglo encontró que las monarquías funcionan mejor económicamente que las repúblicas a largo plazo. Los autores concluyeron que esto se debió en parte a que los monarcas proporcionaron un símbolo nacional de unidad, reduciendo los conflictos internos y las amenazas a los derechos de propiedad.

Los reyes pueden ser costosos, por supuesto, y puede parecer ridículo proporcionar viviendas públicas en forma de palacios a una familia, mientras que muchos otros están sin hogar. Pero en Gran Bretaña, la familia real puede pagarse a sí misma con los ingresos del turismo y constituye una herramienta útil de política exterior: cada líder extranjero quiere tomar el té con el soberano, por lo que cuando los primeros ministros alborotan las plumas extranjeras, la realeza puede suavizarlas.

La familia real es “una parte integral de nuestra estrategia de poder blando”, señaló Arminka Helic, ahora baronesa Helic, experta en política exterior. Helic creció en la ex Yugoslavia y llegó a Gran Bretaña a la edad de 24 años, pero dice que todavía ve a la realeza como «la familia con la que todos estamos relacionados sin importar de dónde venimos».

No estoy abogando por la realeza en Estados Unidos, incluso si podemos estar divididos más peligrosamente que en cualquier otro momento en un siglo. Jorge III nos amargó para siempre con los reyes. Lo que plantea la pregunta: ¿Qué sucede cuando aparece un rey malo (o loco)?

Gran Bretaña esquivó una bala cuando el rey Eduardo VIII abdicó en 1936, porque era un racista blando con el nazismo, especialmente porque vivió una larga vida, muriendo recién en 1972. El Reino Unido ganó el premio gordo con la reina Isabel II y parece haber herederos relativamente confiables en la forma del rey Carlos y el príncipe Guillermo.

Tailandia es menos afortunada. Cuando el último rey tailandés muy venerado murió en 2016, no fue sucedido por la hija del rey, sino por su hijo plagado de escándalos, que pasó mucho tiempo en Alemania con sus amantes y una vez promovió a su caniche, Foo Foo , al rango de “mariscal jefe del aire”.

Los reyes malos son difíciles de recuperar. Son una de las razones por las que el número de monarquías ha caído de 160 en 1900 a menos de 30 ahora. Pero las monarquías constitucionales de hoy, como Gran Bretaña, Japón, Suecia y los Países Bajos, pueden beneficiarse recurriendo a una familia apolítica que, a cambio de palacios, proporcionará a una nación chismes, turismo y un poco de armonía.

Así que no se lo digas a nadie, pero mientras estoy frente al Palacio de Buckingham, pienso: “¡Dios salve al rey!”

(*) Nicholas Kristof es columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Últimas Noticias