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Chile constituyente

La crisis política desatada en Chile hace poco más de un mes encontró en la madrugada del viernes una salida para encarar de manera satisfactoria las demandas, cuya resolución pasa por impulsar cambios de carácter estructural. En abril de 2020 las y los chilenos votarán para decidir si se cambia o no la actual Constitución Política del Estado y cómo.

Al terminar una sesión parlamentaria que se extendió hasta la madrugada, los representantes de todos los partidos, menos del Partido Comunista y la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), anunciaron el acuerdo para reemplazar la Constitución que rige en Chile desde 1981, cuando el entonces dictador Augusto Pinochet la sancionó. No es menor la decisión de usar una fórmula bautizada como “página en blanco”, que significa escribir toda la Carta Magna de nuevo sin usar algo de lo ya existente.

El acuerdo establece que el 20 de abril de 2020 se votará en un referéndum de dos preguntas: la primera para determinar si se cambia o no la Constitución de 1981, y la segunda sobre la instancia llamada a hacer ese cambio: si una “convención mixta constitucional” o una “convención constitucional”. La primera tendría una composición de 50% de parlamentarios actuales y 50% de personas electas para la tarea. La segunda estaría compuesta en su totalidad por nuevos representantes.

La hoja de ruta esbozada en el acuerdo del viernes establece que luego del plebiscito de abril, la probable elección de miembros del órgano constituyente deberá producirse en octubre, cuando está programada una elección de medio término. A partir de entonces las y los constituyentes tendrán nueve meses, extensibles a 11, para redactar la nueva Constitución Política, que finalmente deberá ser sometida a un “Referéndum de Salida”, de votación obligatoria. Se espera que el proceso acabe en 2021.

La decisión, trascendente para la historia política chilena, llega en un momento de cambios y movimientos de las fuerzas políticas de América del Sur. Durante las últimas cuatro semanas en las que se registraron protestas generalizadas en casi todo el país, particularmente en la plaza Italia de la capital chilena, el Gobierno pasó de declarar una “guerra” contra un enemigo “poderoso” a expresar un inopinado entusiasmo por la agenda de transformación.

Es probable que la fase romántica del proceso constituyente florezca desde el momento en que se desactive la protesta hasta el inicio de sesiones del órgano a ser constituido. Desde entonces es mucho lo que estará en juego, y habrá que estar vigilante de los poderes que hasta hoy permitieron que las riquezas se concentren de un modo tan desequilibrado y arbitrario en un país tristemente ejemplar en desigualdad. Bien harán las y los constituyentes en aprender de las experiencias de sus vecinos sudamericanos, tan llenas de enseñanzas sobre los peligros que acechan.