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Nuevamente los miedos y la destrucción

En las dos últimas semanas, la población paceña ha vivido situaciones que la llevan a dudar de que lleguen mejores días. Esto porque la vida urbana se torna cada vez más caótica e insegura, ya que no faltan enfrentamientos en las calles y avenidas del centro o en los barrios.

Estos hechos que traen a la memoria los momentos de ansiedad que vivió la ciudad de La Paz hace más de 30 años; y que marcaron a la población de tal manera que solo recordarlos le causa molestia. Una mirada a esas huellas hace que hoy no nos reconozcamos, pues nunca antes el pueblo se mostró tan violento y destructivo como ahora, dando lugar a una situación que es capaz de romper la estabilidad emocional hasta del más pasivo de los ciudadanos.

Como es lógico, la destrucción es un hecho que lastima, y éste fue el caso de la quema de los PumaKatari. Buses urbanos que solo lograron extraer sentimientos de gratitud de parte de la ciudadanía y, por qué no decirlo, hasta enorgullecerla, especialmente por preservar el valor de la limpieza, la comodidad y la atención amable por parte de sus conductores y anfitriones. Su pérdida impactó por el grado de maldad con que fueron incendiados, y conmovió hasta las lágrimas a aquellos que defienden el derecho que tiene la población de contar con un buen transporte público. Tampoco se podrán olvidar los ataques que sufrió la línea Morada del teleférico, que conecta La Paz con El Alto. Un medio de transporte aéreo muy exitoso no solo por novedoso, sino también por la identidad que le otorga a la urbe.

Para quienes estudiamos los laberintos de la cultura urbana, resulta incomprensible la violencia y menos la destrucción de La Paz, una ciudad con un trajín por demás intenso que demuestra su apertura a la diversidad, pero con un rechazo firme hacia cualquier tipo de fragmentación social. Cabe preguntarse ahora, ¿cuál es el camino que transitamos hacia el futuro en La Paz? Una interrogante que nace por el retroceso que se vive hoy, olvidando que en todo país o en toda ciudad democrática habitan diversos sentidos de coexistencia.

No cabe duda de que son momentos en los que se olvidan los lazos de pertenencia, urbanidad y civismo que hacen posible construir un mañana sólido y una sociedad democrática. Este retroceso al pasado (siglo XX) nos lleva a cuestionar: ¿es que acaso se busca desarticular la vida urbana de esta ciudad?, ¿o se quiere dejar atrás el valor de su arraigo y que las agresiones desplacen a la memoria urbana a un segundo plano y solo quede el disfraz culturalista?

Pese a todo, los últimos hechos han logrado unir a la mayor parte del pueblo, que muestra más conciencia de que Bolivia es una sola, y que todos juntos debemos construir un mejor futuro. Hoy son otros tiempos y se cuenta con una población, sobre todo joven, que tiene otro tipo de metas y sueños, pero con un inmenso anhelo y consigna de vivir en libertad. Está claro que La Paz debe aprender a enfrentar sus miedos, ya que si bien cada vez hay nuevos modos de habitar, es preciso entender que los últimos tiempos son la expresión de una angustia cultural.

* Arquitecta.