No más violencia
Ayer el mundo recordó el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fecha designada en homenaje a las hermanas Mirabal, asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo, en la República Dominicana, en 1960. Desde entonces hasta hoy muchas cosas han cambiado en el mundo, pero una parece ser resistente a cualquier transformación, la violencia contra las mujeres.
Bolivia es un gran ejemplo de ello. Mientras dos mujeres ocupan los más altos puestos del Estado, en las calles y hogares son también mujeres las que reciben la peor parte de la violencia naturalizada dentro de las familias. La ley promulgada en 2013 para cambiar esta situación no ha mostrado resultados, y es por ahora dudoso que forme parte de las políticas de Estado que se implementan o ejecutan en el marco del gobierno de transición.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en cuya Asamblea General se acordó conmemorar esta fecha desde 1993, “la violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual”. Añadiendo como agravante el hecho de que se trata de un asunto sobre el que “apenas se informa, debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores; y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas”.
Las cifras son elocuentes: en lo que va del año casi un centenar de mujeres perdieron la vida a manos de otras personas solo por su sexo. En 2018 al menos 3.500 mujeres sufrieron el mismo destino en el resto del continente, y Bolivia ocupó un penoso lugar entre los cinco países con más violencia hacia las féminas.
Y si este dato no fuera suficiente, están los muchos y muy variados discursos que explican, cuando no justifican, todas las manifestaciones de violencia contra las mujeres; los cuales se constituyen además en otra forma de violencia, tal vez la más perversa, pues su efecto no se observa en los cuerpos, sino en las mentes, donde se legitiman y se convierten en actitud y comportamiento.
Precisamente por ello la ONU ha lanzado la campaña “Únete”, que desde ayer y hasta el martes 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, promoverá el activismo en favor de las acciones en contra de toda manifestación de violencia hacia las mujeres, en el entendido de que si no se resuelven las causas de la desigualdad que afecta a la mitad de la humanidad, será prácticamente imposible satisfacer los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Hay mucho que hacer a fin de combatir exitosamente todas las formas de violencia contra las mujeres, comenzando por desarrollar una actitud vigilante e intolerante con las manifestaciones de odio y desprecio hacia ellas, sin importar sus condiciones socioeconómicas, étnicas, culturales e, incluso, ideológicas. Como periodistas, en La Razón asumimos esta tarea como parte de nuestra responsabilidad.