En la construcción del pensamiento económico las instituciones han jugado un rol importante.
Con el fin de comprender la relevancia de las instituciones consideremos la definición realizada por Douglass Cecil North, un economista e historiador, que en 1993 (junto con Robert Fogel) fue galardonado con el Premio Nobel de Economía.
Para North las instituciones son las reglas de juego, restricciones que los seres humanos imponen a la interacción humana. Es decir, las instituciones son un conjunto de normas y acuerdos de una sociedad, tales como las leyes, derechos de propiedad, los seguros, la política y las costumbres. Todas ellas apuntan a generar oportunidades intencionadas en la economía.
En este contexto, el reciente Premio Nobel de Economía otorgado a Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson nuevamente puso en mesa de discusión el tema de las instituciones.
La diferenciación y caracterización de las instituciones (extractivas e inclusivas) realizadas por Acemoglu y Robinson, muestran que la colonización es el punto de origen del desarrollo de las instituciones.
Según dichos autores, se entiende que las “instituciones extractivas”, que son propias de los gobiernos autoritarios, se caracterizan por ser trasgresoras a los derechos básicos y la falta de seguridad jurídica, límites que restringen los incentivos para la generación de riqueza, el emprendimiento e innovación; mientras que las “instituciones inclusivas” respetan el estado de derecho, incentiva y facilita el buen funcionamiento de la economía, la creación de riqueza y el desarrollo de la sociedad, como propias de las sociedades democráticas.
Considerando que el punto de partida es la colonización, podría señalarse que ésta no fue buena para algunas partes del mundo. Y es que no fue lo mismo haber sido institucionalizado por la Europa anglosajona y occidental que la Europa ibérica o meridional. Es decir, existe una heredad institucional de la conquista totalmente marcada y diferenciada.
Con esa lógica, alcanzar la prosperidad sería posible solo mediante la fórmula exitosa de los países desarrollados, lo que significaría emular sus instituciones y el rol que juegan en esos países, dejando de lado cualquier intento de construir instituciones propias que representen a los intereses de los países colonizados.
Visto así, los países en vías de desarrollo se encontrarían en una gran disyuntiva entre querer y no poder, alcanzar o no alcanzar el desarrollo.
En este entendido, a lo largo de la historia fueron necesarias la construcción de instituciones que favorezcan y fortalezcan el desenvolvimiento económico y desarrollo de las sociedades sobre las bases liberales propugnadas por Adam Smith y los principios de la filosofía liberal del Estado.
De esta manera, el verdadero rol que cumplen las instituciones estaría determinado por las visiones filosóficas de Estado que los gobiernos políticos adoptan para la conducción económica y social; es decir, estarían sujetas al poder político de los gobiernos, sean estos democráticos o no.
Por lo mismo, las instituciones no permanecen estáticas en el tiempo, sino que se adaptan a las necesidades e intereses de los países desarrollados. Estos cambios pueden observarse a través de la historia que el mundo ha experimentado desde la misma colonización, guerras mundiales, crisis económicas, políticas y ambientales, etcétera. Todas ellas dieron paso a grandes transformaciones estructurales políticas y económicas acompañados de profundas modificaciones de las reglas, normas, acuerdos, etcétera; es decir, cambios en el rol de las instituciones.
Tal parece que los cambios en las instituciones están sujetos a fluctuaciones cíclicas del poder político (y económico) de los gobiernos, siendo dicho poder el que determinaría el verdadero rol de las instituciones para alcanzar la ansiada prosperidad de las naciones.
Por tanto, las condiciones de desarrollo de las sociedades, la atención de sus problemas y necesidades quedarían condicionados más por determinaciones de orden del poder político que por cuestiones institucionales per se.
Donald Marín Mamani Flores es economista.