Fleur Magick Dennis ha dejado de ducharse todos los días, ha permitido que su huerto casero muera, y les ha dicho a sus cuatro hijos que dejen que se acumule la vajilla en el lavaplatos. A veces, todo lo que su familia tiene es agua embotellada, y tienen que conservar cada gota. Hace un año y medio año, la represa en Euchareena, su poblado, se secó, lo que dejó a la familia y a otros residentes sin agua corriente. “No pensé que estaría en esta posición, tratando de luchar por agua y necesidades humanas básicas en Australia”, dijo Magick Dennis.

Mientras una sequía paralizante y una mala gestión han dejado a más de una docena de ciudades y poblados australianos sin una fuente fiable de agua, el país enfrenta una pregunta que ataca a su identidad misma: ¿es la vida en el inmenso interior australiano compatible con la era de la crisis climática?

En la región del outback (un paisaje crucial para el folklore australiano, sumamente alejado de las metrópolis costeras) los ríos y lagos están desapareciendo; fenómeno que aumenta los temores de que franjas de territorio rural puedan tener que ser abandonadas en un futuro. “La gente piensa en la crisis climática como una posibilidad muy remota, pero de hecho, sucede ahora”, dijo Joelle Gegis, profesora titular en ciencia climática en la Universidad Nacional Australiana en Canberra. “Es posible que partes de Australia se vuelvan inhabitables”.

Ahora que la temporada de incendios tuvo un feroz inicio, poblados como Euchareena temen que tal vez no puedan detener ninguna llama que se encienda. En la cima de una colina hay un tanque de 75.000 litros, el único recurso que tienen los residentes para combatir un incendio. “Es más allá de decir, ‘ah, va a llover pronto y mejorará’”, dijo Magick Dennis, de 40 años. “El ecosistema está muy dañado”.

En la zona rural de Australia, ese daño a menudo resulta de una compleja interacción de mala gestión, sequía y crisis climática. El Gobierno conservador de Australia ha aprobado proyectos de minería intensivos con agua, y ha hecho tratos con empresas agrícolas que a menudo son culpadas por la degradación de las vías navegables del país.

El clima seco y variable de Australia se está volviendo aún más seco e impredecible. Partes del país experimentan menos lluvia y las inundaciones que por lo general llenan ríos, lagos y presas están a la baja, dicen los científicos. Esto sucede al tiempo que la población del país crece, lo que aumenta la demanda de agua.

Por todo Nueva Gales del Sur, el estado más afectado por la sequía que comenzó en 2017, las tierras abandonadas se extienden kilómetros. La ocasional pastura verde es indicio de un agricultor que lucha contra los elementos y lo suficientemente rico para regar. “Si la sequía continuara otros cuatro años, eso sería el Armagedón para Australia”, dijo James Hamilton, quien cultiva la tierra a 430 kilómetros al interior de Sydney. No ha sembrado un solo cultivo este año y planifica vender el ganado que le queda.

El embalse en su propiedad de 2.400 hectáreas está vacío, y la tierra está seca. Los agricultores están acostumbrados a condiciones severas, pero a Hamilton le preocupa que los negocios en poblados pequeños tengan menos probabilidades de recuperarse de la sequía, dada la cascada de efectos económicos. “Nada es sostenible sin agua”, señaló.

A principios de noviembre, por fin hubo lluvias en partes de Nueva Gales del Sur, lo que brindó algo de alivio y esperanza mientras la gente disfrutaba en los charcos. Pero la sequía no se ha acabado y persiste la interrogante de si Australia se adaptará.

* Corresponsal del The New York Times en Melbourne, Australia. © The New York Times Company, 2019.