Los países de América Latina y el Caribe tendrán que aumentar su capacidad de generación eléctrica en un 70% para el 2030, y para eso hace falta mucha energía e inversión. El aumento de la población, la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes y el crecimiento de la actividad económica están multiplicando la demanda energética en la región. Pero, para ser capaces de alcanzar el nivel de inversión económico suficiente, el sector energético y los gobiernos de los países latinoamericanos necesitan colaborar con el sector privado.

Este es uno de los temas principales que se trató en la III Cumbre Empresarial de las Américas, promovida por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y que se celebró el año pasado en la capital de Perú (Lima). El tema central, Hecho en las Américas, reunió a los principales directivos empresariales y a los jefes de Estado de la región para analizar oportunidades que promuevan el crecimiento económico y las inversiones a través de una interacción público-privada.

Gracias a abundancia de recursos naturales en los países de América Latina y el Caribe la región tiene un alto potencial para la producción de fuentes de energía primaria. Aunque la población latinoamericana representa solamente el 8,5% del total de habitantes en el mundo y el 8,7% del Producto Interior Bruto (PIB) global, esta región produce más del 20% de la hidroelectricidad, lo que le permite tener la mayor participación de fuentes renovables de energía y una de las generaciones de electricidad más limpias del planeta.

Sin embargo, para que el sector energético pueda ser uno de los motores del desarrollo económico de América Latina y el Caribe, y contribuya a aumentar la productividad y la competitividad económica de la región, tiene que hacer frente a una serie de retos inherentes a la transición energética que se experimenta en todo el mundo.

Mejorar la eficiencia es uno de los desafíos más acuciantes y una de las formas más efectivas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La modernización de las redes eléctricas permite introducir tecnologías inteligentes a lo largo de la cadena de suministro de la energía y corregir algunas de esas ineficiencias. Cambiar los hábitos de consumo en los hogares, la industria y los servicios públicos adoptando tecnologías más eficientes también tiene un efecto muy positivo en la reducción del gasto de energía.

La seguridad energética se puede incrementar con una matriz diversificada que combine varias fuentes. La mayoría de los países de Centroamérica y el Caribe dependen altamente de las importaciones de derivados del petróleo, especialmente para la generación eléctrica. Solamente Costa Rica tiene una matriz diversificada y casi 100% renovable.

En países como Brasil, Colombia, Venezuela y Paraguay domina la generación hidroeléctrica, la cual, aunque es positiva para el medio ambiente, incrementa su vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos. Las energías renovables no convencionales, especialmente la eólica y la solar, siguen presentando un nivel muy bajo de participación en la generación eléctrica, con porcentajes de consumo del 3,6% y del 0,4%, respectivamente, pero un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que para 2030 su aumento se multiplicará por cuatro.

Para subsanar deficiencias y potenciar sus ventajas comparativas, los países de este hemisferio deberían profundizar en la integración energética regional. Existen diversas iniciativas, como el Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central (Siepac), que conecta con una misma línea de transmisión a todos los países de Centroamérica, y que creó el mercado eléctrico regional más robusto y maduro en toda Latinoamérica y el Caribe, que complementa a los mercados eléctricos nacionales.

El Sistema de Integración Eléctrica de los Países Andinos (Sinea), el Arco Norte (integración entre Brasil, Surinam y las dos Guyanas), y la interconexión Colombia-Panamá se encuentran en etapas de diálogo entre los gobiernos involucrados y con una recepción muy positiva. Una mayor integración permitiría agregar mercados, aspecto importante en un sector en donde la viabilidad de los proyectos es particularmente sensible a las economías de escala, y podría potenciar una mayor participación de las energías renovables de la región.

La capacidad que tenga el sector energético en la región para atraer inversiones hacia las actividades más competitivas y eficientes, y para armonizar su desarrollo con la preservación del medio ambiente, marcará su sostenibilidad financiera, ambiental y social, condiciones necesarias para mantener la viabilidad del sector en el tiempo.

La superación de todos estos desafíos regionales requiere la participación del sector privado como movilizador de recursos humanos, financieros y materiales. Su papel es clave para formar e incorporar personal cualificado, crear productos financieros adaptados a las realidades de la región, identificar y transferir las tecnologías más eficientes, desarrollar proyectos o diseñar modelos de negocios innovadores, entre otras cosas.

En líneas generales, el sector privado ha sabido aprovechar las oportunidades que se le han presentado, y eso se refleja en una organización industrial con una presencia cada vez más relevante de agentes privados, especialmente en el subsector eléctrico. Por ejemplo, la participación privada en inversiones en energías renovables en el mundo superó el 90% del total de las inversiones en 2016. Ello permite estimar que la participación del sector privado seguirá consolidándose en el futuro y que irá acompañada de regulaciones que aseguren la sostenibilidad jurídica y financiera de las inversiones.

Según estimaciones de las Naciones Unidas, “la energía es el hilo de oro que une el crecimiento económico, el aumento de la equidad social y un medio ambiente que permita que el mundo prospere”. Economía, sociedad y medio ambiente son los tres pilares sobre los que se tiene que asentar el sector energético en América Latina y el Caribe para seguir avanzando en la dirección adecuada.

* Jefe de la división de energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Gador Manzano es especialista sénior de comunicación del BID.