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Exfiltraciones diplomáticas

Se ha desatado una controversia trilateral que confronta Bolivia con España y México, por la frustrada operación supuestamente preparada por el Grupo Especial de Operaciones (GEO) para exfiltrar de la residencia diplomática mexicana a un cotizado exministro; operativo que fue descubierto y denunciado por su torpe ejecutoria. Pero no es la primera ni será la última vez que se intente burlar ciertas limitaciones registradas en la Convención de Viena (1961) sobre privilegios e inmunidades que regulan la práctica diplomática.

El derecho de asilo, modalidad típicamente latinoamericana, se extendió hasta la pérfida Albión, cuando el fundador de WikiLeaks, el australiano Julian Assange, se refugió por cinco años en la Embajada de Ecuador en Londres, para escapar a la segura extradición solicitada por Estados Unidos. El cambio de gobierno en Quito posibilitó la entrega del fugitivo a la Policía británica, que vigiló, celosamente, aquel predio diplomático durante todo ese periodo.

En Bolivia, multitud de ejemplos podrían ilustrar casos similares, incluyendo exfiltraciones no autorizadas, siendo la más reciente la fuga del senador Roger Pinto de su refugio en la residencia diplomática brasileña en La Paz hasta suelo lusofono, a bordo de un carro oficial, escoltado furtivamente por el mismísimo consejero de esa embajada. Por esa aventura, el canciller Antonio Patriota perdió su cartera y volaron varias cabezas en Itamaraty.

Luego del golpe de Estado que destronó a Lydia Gueiler el 18 de julio de 1980, varias embajadas fueron embestidas por demócratas que huían de la dictadura. Entre ellas la de Francia, donde yo encontré albergo perseguido por mi condición de ministro de Educación y Cultura. Ante la negativa de obtener el salvoconducto de rigor, permanecí por tres meses como forzado huésped. Una operación dirigida por el diestro embajador Raymond Cesaire, en cooperación con agentes de seguridad galos y cuadros políticos del MIR y del MNR, me condujeron en la maletera del Mercedes diplomático hasta Huatajata, donde junto con otros cinco impetrantes abordamos un bote artesanal que nos condujo hasta Puno a través del Titicaca. Fue una exfiltración exitosa de las garras del sanguinario ministro Luis Arce Gómez, en una época en la que la oposición al régimen se pagaba con la vida y, sin ditirambo, efectivamente había que caminar con el testamento bajo el brazo.

Otros intentos de exfiltración terminan en epílogos letales, como la ejecución del padre de la Premio Nobel Rigoberta Menchú, acontecida en la embajada española en Guatemala; o la violenta muerte del embajador estadounidense en su consulado en Bengasi (Libia).

Las analogías anotadas, en el caso de la residencia en La Rinconada, nos mueve a pensar que esta vez el Grupo Especial de Operaciones falló crasamente. En momentos de alta tensión, una visita de mera cortesía de la Encargada de Negocios a.i. al enclave diplomático que hospeda a nueve peces gordos no se justifica, más aún si en la ocasión la española estaba acompañada por su cónsul, funcionario encargado de expedir documentos de identidad, visas y otros elementos afines. Los cuatro “gorilas” del GEO pretendían ingresar encapuchados y luego salir en igual número, también enmascarados, salvo que uno de ellos sería el exministro, mientras quedaba un colega adentro, honrando la cortesía.

* Doctor en Ciencias Políticas, profesor de Relaciones Internacionales en el Centro de Estudios Diplomáticos y Estratégicos de París.