Voces

Friday 1 Dec 2023 | Actualizado a 19:09 PM

‘Vigilias’

/ 11 de enero de 2020 / 00:59

Un fenómeno resultante de las jornadas de movilización ciudadana posteriores a los fallidos comicios del pasado 20 de octubre es la organización de grupos autoconvocados para manifestarse en algún evento, ocupar determinado espacio o hacer “vigilias”. Si bien insisten en que su accionar es pacífico, en varios casos están cargados de violencia (simbólica, verbal, de hecho).

En general, la movilización social y la acción colectiva son mecanismos de participación y de control social. Ello no solo es necesario, sino también saludable en democracia. La paradoja es que algunos grupos asumen actitudes autoritarias. Así ocurre con acciones de asedio violento contra los del “otro bando” (en especial exautoridades). El saldo es la vulneración de derechos humanos.

Ciertos grupos de “resistencia” se están atribuyendo peligrosamente la función de enjuiciadores. Suplantan así al sistema judicial y emiten sumarísimas sentencias previas. Basta una denuncia, una sospecha o el solo hecho de haber sido parte del gobierno del MAS para ser condenado. Ello niega el debido proceso y la presunción de inocencia, principios imprescindibles en un Estado de derecho.

En el extremo, “vigilias” en oficinas y domicilios (bajo reflector mediático) asumen acciones de vigilancia, persecución y hasta de control físico que, en el marco de un proceso, corresponderían al Ministerio Público y a la Policía. De ese modo, la acción ciudadana en este caso puede degenerar en grupos parajudiciales y parapoliciales inaceptables en democracia.

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Una bomba debajo de la mesa

El primer mandato de Trump parecerá benigno en comparación con lo que podemos esperar de un segundo

Pamela Paul

/ 1 de diciembre de 2023 / 10:34

Alfred Hitchcock explicó la naturaleza del terror cinematográfico con una historia sobre la bomba debajo de la mesa. La gente está sentada alrededor de una mesa teniendo una conversación mundana sobre béisbol cuando… ¡boom! Explota una bomba que mata instantáneamente a todos. Has sorprendido momentáneamente a la audiencia. Pero ¿qué pasa si, preguntó Hitchcock, se nos muestra de antemano que la bomba está ahí?

«En estas condiciones, esta misma conversación inocua se vuelve fascinante porque el público participa del secreto», explicó Hitchcock a su colega director François Truffaut. Mientras todos están sentados charlando, el espectador quiere gritar: “¡No te quedes ahí sentado hablando de béisbol! ¡Hay una bomba! «La conclusión», dijo Hitchcock, «es que siempre que sea posible se debe informar al público».

Lea también: Los demócratas y sus enemigos

Menciono esto porque sabemos que hay una bomba debajo de la mesa: la amenaza de una segunda presidencia de Donald Trump. Y tenemos una idea bastante clara de la devastadora destrucción que se producirá. Sin embargo, aquí estamos, todavía hablando de béisbol.

El primer mandato de Trump parecerá benigno en comparación con lo que podemos esperar de un segundo. “Se han quitado los guantes”, ha declarado Trump.

Aún así, los demócratas actúan como si todo fuera normal. Hablan de por qué apoyar la campaña de reelección de Joe Biden: Dicen que ha hecho un trabajo bastante bueno. Sacó al país de la pandemia y evitó una recesión profunda. La última vez venció a todos los demás candidatos de las primarias. Y venció a Trump antes. Deberíamos optar por un contendiente probado.

Pero incluso si Biden ha hecho un trabajo bastante bueno como presidente, la mayoría de los estadounidenses no lo ven. Sus índices de aprobación acaban de alcanzar un nuevo mínimo. Es posible que Biden quiera otro mandato, pero la respuesta obvia, aunque poco caballerosa, es: “¿Y qué?” No todas las personas, ya sean jóvenes o mayores, quieren lo que es mejor para sus propios intereses, y mucho menos para el interés de una nación. Los demócratas no pueden permitirse el lujo de adoptar esta vez una versión del enfoque de “es el turno de Bob Dole”.

Cualquiera que sea el éxito que tuvo Biden en las primarias y las elecciones generales la última vez, no estamos en el mismo lugar que estábamos en 2020. La pandemia ha retrocedido. La causa que animaba las protestas internas generalizadas ha cambiado. Ahora estamos enredados en dos guerras en el extranjero. Varias encuestas muestran un choque entre Biden y Trump.

Ya es hora de empezar a tomar en serio la amenaza de Trump. Ya no podemos fingir que Biden es el mismo candidato a los 81 años que era hace cuatro años, o que las circunstancias extraordinarias de 2020 reflejan las de hoy. No podemos mantener comparaciones mezquinas sobre qué candidato republicano a las primarias es menos terrible, como si algo de eso importara. Ya no hay ilusión de que Trump se escapará, que los republicanos dejarán el trumpismo o que un desfile de acusaciones o incluso condenas marcará una mínima diferencia para sus partidarios más fervientes.

Cuando Trump ganó en 2016, los estadounidenses que se quedaron al margen pudieron decir en su defensa que estaban sorprendidos. Nadie les había advertido que Trump realmente podría triunfar. Nadie les había advertido sobre lo que haría con esa presidencia, o simplemente no habían notado las señales. Ya no tenemos esas excusas. Sabemos que hay una bomba debajo de la mesa.

(*) Pamela Paul es columnista de The New York Times

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Sobre las RRSS

Carlos Villagómez

/ 1 de diciembre de 2023 / 10:29

En un programa de televisión, cuatro políticos discutieron sobre los pros y contras de las redes sociales (RRSS); argumentaban, debatían y, a pesar de su vehemencia, me llamó la atención su ingenuidad y candidez. Con el pensamiento anodino de la clase política, unos abogaban por la adscripción sin retaceos a este nuevo tiempo, mientras otra panelista, con la nueva CPE en mano, recitaba los versículos de la descolonización y la despatriarcalización para alejar esas pérfidas entidades conocidas como RRSS. Ergo: debatir sobre el futuro sometimiento cibernético de la humanidad es muy, pero muy, difícil.

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Por ello, repasemos escuetamente la opinión de los entendidos. Un personaje digno de escuchar y leer es Jaron Lanier, tecnólogo, informático, experto de realidad virtual (VR), músico, artista; en suma, un ser polifacético que luce rastas de un metro. Lanier comenzó en Silicon Valley en los años 70 del siglo pasado como un geniecillo de la VR, años después decidió vender su exitosa empresa por una millonada. Desde entonces escribe sobre la revolución tecnológica y sus efectos en la humanidad. Polémico activista contra las RRSS escribió Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato (2018), que sugiero lo leas (circula en PDF). Ahí establece su postura: no está en contra de la revolución tecnológica o del Internet per se, sino del voraz negocio que implementaron a su alrededor las grandes corporaciones, lo llama negocio INCORDIO. Según Lanier este negocio desea: Adquirir tu atención. Buitrear en la vida de todos. Colmar nuestras mentes. Dirigir nuestros comportamientos. Embolsarse nuestro dinero, y todo en una sociedad Falsaria de Falsas muchedumbres. Este ABCDEF que está por encima de ideologías y fronteras fue concebido como una eficaz maquinaria para manipular nuestras vidas con sutiles algoritmos basados en la teoría del conductismo. Lanier habla sin tapujos de adicción: estamos descendiendo hacia una dependencia suicida con las RRSS porque los ejecutivos del negocio INCORDIO conceden a los usuarios/animalitos dosis de dopamina que se entregan sutilmente a través de los likes o de torcidos algoritmos de amaestramiento global. Pero nuestro problema no termina ahí. El libro es la autocrítica de un lado del negocio global. La revolución tecnológica y los objetivos de las RRSS de la China actual son un misterio.

¿Podremos escapar de esta inmensa y subyugante Matrix? Los compatriotas, con pensamiento binario, usan la red X (ex Twitter) para conspirar en chats que son alimento  para el imperio, otros hacen memes de gatitos o se menean con reggaetón en TikTok, y yo me pregunto cuándo dejaré Facebook e Instagram.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Ética y estética comunicacional de época

Y acá es donde huelga no generar confusiones: no se trata de anarquismo, se trata de antipolítica

Verónica Rocha Fuentes

/ 1 de diciembre de 2023 / 10:14

Una pieza fundamental de estudio en Comunicación Política es la campaña por la aprobación de la opción No que se realizó para el plebiscito de Chile en 1988, cuando se sometía a votación popular la permanencia en el gobierno del dictador Augusto Pinochet. “Chile, la alegría ya viene” constituyó el eslogan que el pueblo chileno apropió para darle sentido y unidad comunicacional al anhelo de acabar con su extensa noche dictatorial. Con los años, las piezas comunicacionales que compusieron esta campaña, una de las más famosas del siglo pasado, fueron ampliamente estudiadas en Latinoamérica. Para el estado anímico de la sociedad de esa época, la promesa de que la democracia, la posibilidad de hacer política libre, en suma: la alegría, estaba a la vuelta de la esquina, era lo suficientemente eficaz como para conquistar afectos y, en consecuencia, aunar votos para esa batalla electoral. Al final del día, en la historia larga, las campañas políticas terminan siendo una instancia mediante la cual se ordenan los discursos de una determinada coyuntura o época política. 

Lea también: Una canciller, ¿una Política Exterior Feminista?

Cerca de 25 años después, otra campaña —también plebiscitaria— ha dado de qué hablar al mundo de la comunicación política, por lo menos ahora en Chile. Se trata de la campaña que persigue la aprobación del texto que propuso el Consejo Constitucional y que se votará el siguiente 17 de diciembre. El mensaje más altisonante de las primeras piezas comunicacionales que se hicieron públicas de esta campaña postula un potente “Que se jodan”, como eslogan. El mismo spot se encarga de señalar que no se trata de una metáfora, sino que convoca a votar por la opción de Apruebo, con el trasfondo de dar un rabioso mensaje al gobierno y a quienes pretendieron escribir un nuevo texto constitucional mediante una fallida Convención. En suma, y a reserva de la efectividad del mensaje, se trata con claridad de uno elaborado desde y para la antipolítica, un mensaje que busca hacer uso de la indignación y el descrédito de la mal llamada “clase política”.

El caso de la vigente campaña electoral en Chile solamente se suma a este nuevo sentido ético y estético de la actual época política y su razonable correlato, en la “cuarta edad” de la Comunicación Política. Para muestra un botón. Basta recordar el tono de la campaña que acompañó a Javier Milei hasta su victoria y una similar apuesta por un lenguaje altisonante, que ubica en lugares muy cercanos al #VivaLaLibertadCarajo argentino y el #QueSeJodan chileno.

No se trata de establecer que existen fronteras lingüísticas y discursivas más permitidas (o deseables) que otras en un marco de corrección política, mucho menos ahora que La rebeldía se volvió de derecha, como postula Pablo Stefanoni; sino de continuar descifrando el sentido epocal de la política de hoy, a través de sus manifestaciones comunicacionales.

Con un cuarto de siglo de por medio, no es difícil caer en cuenta que existe una clara distancia ética y estética entre el #LaAlegríaYaViene y el #QueSeJodan. El primero que celebra un nuevo tiempo político y el segundo que convoca a clausurar (y sancionar) el tiempo precedente. Así las cosas, es bastante claro que no se trata solo de una brecha entre una estética y otra al momento de construir un mensaje, sino más bien de una fisura entre una ética y otra, al momento de entender el rol de la política institucional en la vida de las sociedades. Y acá es donde huelga no generar confusiones: no se trata de anarquismo, se trata de antipolítica. Y de sus consecuentes riesgos para la salud y la vigencia de la democracia.

(*) Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Semana del Arte por la Transparencia

Agradezco el compromiso de las Unidades de Transparencia de los diferentes Órganos del Estado y entidades públicas

Julia Susana Ríos

/ 1 de diciembre de 2023 / 07:59

Considerando que el arte nos comunica una visión estética de una realidad determinada, no podemos negar que a lo largo de la historia de la humanidad esta expresión ha contribuido en la formación de la cultura y de valores.

El arte es una forma de entender los fenómenos sociales que nos presentan la visión del autor a través de diferentes manifestaciones, ya sea por medio de la pintura, escritura, teatro, cine, fotografía y otras formas de expresión.

Lea también: Contra la corrupción

La pasión y la destreza con las que se representa a los artistas también ha permitido utilizar este vocablo a otras ramas de la ciencia para identificar actividades, profesiones u ocupaciones que se realizan con dedicación, y que llegan a la sociedad con una visión de perfección o especialidad.

A lo largo de la historia, el arte ha formado la cultura de las organizaciones, la sociedad, las naciones y los países, al ser parte de sus manifestaciones y tradiciones orales y escritas, representadas a través de dibujos, grabados, tejidos e incluso tatuajes.

Desde la óptica de la cultura, se trata de generar el compromiso de la sociedad con diferentes situaciones, obligaciones o tareas; es así que se habla de la “cultura tributaria”, la “cultura de paz”, u otras manifestaciones sociales a las que pretendemos incorporarle un valor adicional e internalizar en la conducta del individuo como un comportamiento positivo.

El arte nos acerca al ideal de desarrollo humano a partir de la formación de valores; por su naturaleza subjetiva, intuitiva, y comunicativa de ideas y sentimientos, es fácil de percibir, deja huella en el tiempo y permite conocer la historia de las sociedades.

Estas cualidades facilitan que conceptos abstractos o complejos puedan ser valorados desde otras perspectivas, y motivan a darle una mirada distinta a la transparencia, entendida como la apertura del Estado y la Gestión Pública, para que los planes, proyectos y programas sean de público cocimiento, para su verificación, control y fiscalización ciudadana, con la finalidad de evitar que en estas actividades se desarrollen posibles hechos de corrupción.

La mirada del ciudadano desde el arte nos permitirá incluir sensibilidad a la problemática, y aportar una mirada reflexiva y contestataria que genere espacios de debate. El cine y el teatro conllevan a la formación de opinión y conciencia respecto a problemáticas sociales como la corrupción, a través del desarrollo de historias que muchas veces relacionamos con nuestra realidad; ese íntimo espacio llega a nuestra cognición y nos permite fortalecer valores.

Asimismo, la pintura y su desarrollo urbano a través del grafiti se constituyen en un atractivo visual de alto impacto para la sociedad, por su naturaleza altamente revolucionaria. Esto nos permitirá contar con la visión de los jóvenes respecto a la problemática como una forma de retroalimentación.

La escritura y la investigación, desde una perspectiva más directa por ser descriptivas, permiten afrontar el problema desde la conceptualización de los diferentes componentes del tema; se trata de una actividad que debemos fomentar como Estado para lograr reflexión y debate a partir del punto de vista del ciudadano y priorizando la visión de los jóvenes.

Como Estado asumimos el desafío de generar espacios de debate y de propuesta, esta vez desde la mirada de diferentes manifestaciones artísticas; asimismo, consideramos que estas actividades permiten involucrar a los jóvenes y a la sociedad en la formación de conciencia en relación al problema para aportar en las potenciales soluciones, que no son más que el compromiso social de generar acciones de involucramiento en la Gestión Pública a través de los mecanismos que nos ofrece la participación y el control social.

Agradezco el compromiso de las Unidades de Transparencia de los diferentes Órganos del Estado y entidades públicas, que con un amplio nivel de compromiso y proactividad han contribuido en la organización de la semana de esparcimiento y profundización en una problemática que impacta a todos, la misma que se llevará a cabo entre el 4 y 11 de diciembre.

Considerando que el éxito de esta actividad se enmarca en la participación ciudadana, me permito invitar a todos a estas actividades y ser parte de estos espacios reflexivos, de debate y propuesta creativa.

(*) Julia Susana Ríos Laguna es viceministra de Transparencia Institucional y Lucha Contra la Corrupción

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Reciclaje y soluciones

Oliver Franklin-Wallis

/ 30 de noviembre de 2023 / 08:58

Sucedió de nuevo la otra noche: mientras me lavaba después de cenar, fui a tirar un paquete de tortellini instantáneos y quedé desconcertado. Era de plástico, claro. ¿Pero de qué tipo? No había ningún código de resina ni símbolo de reciclaje en el paquete. Tampoco hay nada en la etiqueta. ¿Debería tirarlo a la basura? ¿Recíclalo? Y si lo hiciera, ¿se reciclaría siquiera?

Una serie de informes han puesto en duda la idea misma de reciclar, un hábito arraigado en muchos de nosotros desde la infancia. El reciclaje ha sido llamado un mito y está más allá de toda solución, ya que hemos aprendido que los materiales reciclables se envían al extranjero y se desechan (verdadero), están lixiviando químicos tóxicos y microplásticos (verdadero) y están siendo utilizados por las grandes petroleras para engañar a los consumidores sobre los problemas con los plásticos. Las empresas de embalaje han utilizado la promesa de la reciclabilidad para inundar el mundo con basura plástica desechable y a menudo tóxica. Las consecuencias ahora son claras: en la basura, en nuestros ríos y océanos, en los microplásticos en nuestro torrente sanguíneo y en el plástico que literalmente cae del cielo.

Lea también: Crisis de desconexión

Esta no es la primera vez que el reciclaje es objeto de críticas, ni mucho menos. Pero la última crisis parece existencial. Sabes que es malo cuando la industria del plástico se siente obligada a crear una campaña de refutación llamada “El reciclaje es real”. El reciclaje es real. Si bien he visto cómo el reciclaje se ha vuelto inseparable del lavado ecológico corporativo, no deberíamos dejarlo de lado tan rápidamente. Al menos a corto plazo, podría ser la mejor opción que tengamos contra nuestra creciente crisis de residuos.

Uno de los problemas más fundamentales del reciclaje es que no sabemos cuánto ocurre realmente debido a un sistema global opaco que con demasiada frecuencia se basa en medir el material que llega a la puerta principal de la instalación en lugar de lo que sale. Lo que sí sabemos es que, al menos en el caso de los plásticos, la cantidad que se recicla es mucho menor de lo que la mayoría de nosotros asumimos. Antes de abandonar el reciclaje, primero deberíamos intentar solucionarlo. Las empresas deberían eliminar gradualmente los productos que no se pueden reciclar y diseñar más productos que sean más fáciles de reciclar y reutilizar en lugar de dejar la sostenibilidad en manos de sus departamentos de marketing.

Los gobiernos también pueden prohibir o restringir muchos plásticos problemáticos. Necesitamos un etiquetado más claro de lo que es y lo que no es realmente reciclable y transparencia en torno a las verdaderas tasas de reciclaje. Estos se encuentran entre los muchos temas que se debaten como parte de un tratado de las Naciones Unidas sobre la contaminación plástica. Por el bien de nuestro planeta y de nuestra propia salud, todos deberíamos intentar alejarnos de nuestros excesos desechables. Sí, el reciclaje no funciona, pero abandonarlo demasiado pronto corre el riesgo de volver al sistema de décadas pasadas, en el que tiramos y quemamos nuestra basura sin cuidado. Haga eso y, al igual que el símbolo de reciclaje en sí, realmente estaremos dando vueltas en círculos.

(*) Oliver Franklin-Wallis es columnista de The New York Times

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